A reforzar la lucha del SME

30 Jan 2010   |   comentários

Como decimos en el editorial, el gobierno está decidido a privatizar la industria eléctrica a favor de las grandes transnacionales y los empresarios criollos, siguiendo los dictados del Banco Mundial y el FMI.

Recientemente, Martín Esparza, secretario general del SME, declaró que la relación de fuerzas no es favorable al movimiento, pero que el SME seguirá resistiendo. Se refiere a que el gobierno endureció su política, en un momento en que la mitad de la base sindical ya aceptó la liquidación, mientras fabrica acusaciones contra la dirección electricista.

Pese a esta ofensiva, importantes sectores de las bases se mantienen dispuestos a la lucha; aún se puede frenar el ataque y contrarrestar cualquier intento de incrementar la represión, a condición de levantar una política diferente a la que se ha impulsado hasta ahora.

Y es que, desde el inicio del movimiento, cuando el descontento de la base trabajadora demandaba realizar acciones contundentes para defender su empleo, convocando a las organizaciones que simpatizaban con el SME a la huelga nacional, la dirección priorizó la salida de los amparos y la controversia constitucional; escuchando más los consejos de los diputados y dirigentes del PT y PRD que a las miles de voces que proponían la huelga nacional en las asambleas del SME. Se dejó de lado una gran lección de los últimos años, de lo que vimos cuando la derrota del IMSS, el fraude electoral, o la lucha del EZLN: no se debe esperar nada del Congreso, esa institución que aprueba la entrega del país a las transnacionales, los aumentos a los impuestos y servicios y que prepara una anti-obrera reforma laboral. Esta política, que es la que impulsa el sector del PRD y PT que apoya al SME, no tiene nada que ver con los intereses de clase de los electricistas.

Ante la dureza del gobierno, era necesaria una gran medida basada en la unidad en la lucha del movimiento obrero y popular. Esto significaba pasar a una etapa más ofensiva después del Paro Cívico de noviembre, llamando a los sindicatos a estallar la huelga nacional. Pero, lamentablemente, esta decisión no se tomó.

La dirección continuó limitándose a las acciones frente a los tribunales y el Congreso, insistiendo que la lucha era legal, civil y pacífica, buscando así que el gobierno aceptase una Mesa de Negociación. Las concesiones otorgadas en aras de lograr un dialogo con el gobierno, la llevaron a modificar las demandas iniciales del movimiento sin que hubiera una profunda consulta a las bases del mismo, limitándose a buscar la salida de “patrón sustituto” y la reincorporación sólo de aquellos compañeros que no se han liquidado; dejando de lado a los miles que se vieron obligados a aceptar la liquidación por las duras condiciones económicas y la falta de una clara perspectiva de lucha. Para defender esta política, la dirección evitó que la ANRP tuviera un funcionamiento realmente democrático (donde pudieran participar las bases del SME y otras organizaciones) e incluso atacó como “provocadores” a los compañeros que planteaban votar la huelga nacional.

Si hoy el gobierno tiene una mejor relación de fuerzas, es porque se dejó pasar la oportunidad de llamar a una huelga nacional.

La trampa de Gobernación

En este contexto, el gobierno apuesta a una política de dos bandas: por un lado debilita al sindicato cerrando su fuente de trabajo, y por el otro, busca entramparlo en la Mesa de Negociación en Gobernación, donde condiciona al SME a no realizar acciones por fuera de los marcos institucionales, para así desmovilizar al sindicato. A estas alturas, es muy claro que es una mesa para arrinconarlos y que no es la salida para que se cumplan las demandas centrales de la base del SME: la derogación del decreto que cerró LyFC, la reinstalación de los trabajadores bajo la contratación del SME y la conservación de su CCT. Esto mientras están latente las amenazas de mayor represión contra el movimiento. Gobernación ni siquiera aceptó la intermediación de los llamados “notables” que no son conocidos precisamente por simpatizar con las luchas de la clase obrera, y que dejaban de lado estas demandas centrales. Ante eso es necesario cambiar el curso y retomar la ofensiva, como planteamos en el siguiente artículo.









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