Editorial: Se agota la paciencia

El México que Peña Nieto y el imperialismo no esperaban

18 Nov 2014 | La tercera jornada nacional del 5/11 mostró que el profundo descontento que se viene expresando en el último mes, dio un importante salto alentado por la abierta desconfianza en las instituciones y el cuestionamiento directo al gobierno de Peña Nieto.   |   comentários

En pocos meses, el estado de ánimo de las masas mostró un gran cambio. Esto, en medio de nuevos paros en la UNAM y otras escuelas universitarias, toma de edificios públicos, marchas, bloqueos de carreteras, tomas de casetas, etc., algo que va siendo común como forma de protesta en todo el país.

La conferencia de prensa de la PGR sobre la supuesta muerte de “los 43” –con un cinismo y desmoralizante intencionalidad–, lejos de atenuar la movilización provocó más indignación y mostró que la política del gobierno –que apuesta al desgaste y la división ente los padres de familiares y el magisterio y demás organizaciones del Movimiento Popular Guerrerense–, provoca más polarización social.

Nunca el PRI estuvo tan a la defensiva como en esta coyuntura: Peña Nieto es hoy el presidente más cuestionado del planeta. Esto no lo vimos ni cuando la masacre del ’68, ni en el fraude a Cárdenas en 1988, ni en 1994 cuando el alzamiento del EZLN, momentos clave de crisis política.

Hay un avance en la politización de la sociedad que no preveían los artífices del Pacto por México (PRI-PAN-PRD). En el amplio movimiento democrático que surgió participa mayoritariamente la juventud, pero también se integraron organizaciones de trabajadores –educación, electricistas, telefonistas, universitarios–, sociales y rurales.

Por ello, el gobierno no puede aminorar el descontento; todo lo contrario, el cuestionamiento se multiplica con acciones y expresiones radicales que muestran la crisis de este régimen autoritario y hambreador.

Se descubren más complicidades de los grupos políticos y de poder, lo cual tiene su epicentro en el PRD pero ha tocado también a Peña Nieto. Hoy ya no es sólo Guerrero –evidente foco de la ingobernabilidad– el brote de rebeldía, sino un país donde muchos rechazan las formas de gobernar y el ataque a las conquistas más elementales.

Crece el descontento

Tras la indignación por la barbarie contra los jóvenes normalistas, aparece el descontento con las promesas sobre la democracia, la corrupción gubernamental y de los partidos del Congreso, el desempleo, los bajos salarios, los fraudes electorales, la subordinación de la justicia al poder presidencial, el repudio a la entrega de Pemex, etcétera.

La indignación se levanta contra la democracia salvaje que muestra su verdadero carácter al desaparecer, encarcelar y asesinar a los disidentes políticos. Mal balance para los que alimentaron la confianza en el “avance democrático” hace más de una década.

Las complicidades y relaciones con el narco del edil José Luis Abarca –conocidas de antemano por la justicia e inteligencia federales– muestran la descomposición del poder estatal, y hacen cuestionarse a muchos el tipo de sociedad en que viven y la ilusión en la “transición democrática”.

Expresiones como “estado sicario”, “narco estado”, “crimen de estado” y ¡Fuera Peña Nieto!, que crecen en las movilizaciones, muestran el gran desgaste de las instituciones recicladas en el 2000 y los partidos, incluido el PRD, repudiado como asesino en Guerrero. Es decir, hay un avance en la desilusión de los gobernados sobre su futuro y sus expectativas en los partidos burgueses “democráticos”.

Una situación candente difícil de cerrar

En las acciones espontáneas radicales, en el proceso de movilización constante –con el movimiento del Poli como piedra en el zapato del gobierno–, y en las consignas que cuestionan aspectos del Estado, se muestra el avance en la conciencia de sectores de masas en lucha.

A sólo 8 meses de las elecciones federales del 2105, el régimen político enfrenta un preocupante gran desgaste y esta democracia bárbara ya no es aceptada pasivamente. De ahí las presiones de la Casa Blanca porque Peña Nieto recomponga su imagen.

La desconfianza en las instituciones debilita al gobierno pro imperialista del PRI –el responsable de aplicar los planes de mayor subordinación del país al capital extranjero–; así como mancha al ejército, la PGR, la Suprema Corte de Justicia, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, el Instituto Nacional Electoral, entre otros.

La situación reaccionaria que primó hasta hace poco, dio paso a un fenómeno democrático nacional que presiona por izquierda a direcciones como la del Morena, que se oponen a dar una salida radical a la crisis política y social.

Es una situación donde la estabilidad política está seriamente amenazada y de la que difícilmente se puede regresar a años anteriores de pasividad. Sectores de la población trabajadora –y fundamentalmente la clase media– empiezan a expresar que no quieren vivir como antes.

Sin embargo, estamos lejos de una situación donde “el Estado no existe”, como dicen algunos. Si no se desarrolla una perspectiva política para conquistar las demandas como “¡Fuera Peña Nieto!”, la clase dominante y sus instituciones pueden resolver la crisis, ya sea por mecanismos “democráticos” -como elecciones anticipadas- o autoritarios, y cortar este despertar de los oprimidos y explotados.
En la situación actual aparecen fuertes elementos de lo que los marxistas llamamos una crisis de hegemonía, expresado en la deslegitimación de los partidos tradicionales, y en que las salidas que dé la clase dominante difícilmente generen entusiasmo en las grandes mayorías. En este contexto, si la crisis económica se desarrolla y se combina con la crisis política -un temor reconocido por el Banco de México, el secretario de Hacienda y el FMI- la situación se complicaría para el gobierno de una manera impensada previamente.

La dinámica ascendente de la movilización, la impotencia del gobierno para frenarla y el marco mundial de crisis capitalista que repercute inevitablemente en un país tan dependiente de EE.UU., abre nuevos escenarios en la lucha de clases nacional.

Ante eso, desde el MTS levantamos una política para que el movimiento obrero y juvenil gane las calles hasta lograr el Fuera Peña, e imponer una Asamblea Constituyente libre y soberana donde las grandes mayorías discutamos y resolvamos nuestras demandas (ver página 5).









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