GRECIA Syriza: el fin de la utopía reformista*

29 Jul 2015   |   comentários

Tsipras había prometido permanecer en el euro, pagar la deuda y combatir la austeridad. En un santiamén, la realidad hizo trizas el espejismo. Traicionando el mandato popular, resolvió –con el voto mayoritario del Parlamento heleno- olvidar el asunto de la austeridad, abocarse al pago de la deuda, permaneciendo en la zona euro a costa de someter a Grecia a un verdadero pacto de (...)

GRECIA
Syriza: el fin de la utopía reformista*
PAULA BACH/PTS SECCIÓN ARGENTINA DE LA FT-CI
Tsipras había prometido permanecer en el euro, pagar la deuda y combatir la austeridad. En un santiamén, la realidad hizo trizas el espejismo. Traicionando el mandato popular, resolvió –con el voto mayoritario del Parlamento heleno- olvidar el asunto de la austeridad, abocarse al pago de la deuda, permaneciendo en la zona euro a costa de someter a Grecia a un verdadero pacto de coloniaje.
La probabilidad de permanencia de Grecia en el euro –aún con el reciente voto favorable del parlamento alemán- es cómo mínimo dudosa y en el “mejor” de los casos, adoptará tintes crecientemente convulsivos. Un eventual Grexit, por su parte, plantearía una sucesión de dilemas con derivaciones inciertas. Ambas variantes, en la medida en que la primera es impensable sin una derrota de los trabajadores y el pueblo griego y en la medida en que podría, en última instancia, conducir a la segunda, amenazan poner al rojo vivo disyuntivas de alto voltaje tanto de orden económico, como geopolítico y político.
En el primer orden, la vulnerabilidad griega actúa sobre una economía mundial con alta propensión al estancamiento, baja inversión de capital, particularmente lento crecimiento de la productividad en los países centrales, una zona euro asolada por la deuda estatal –como contracara del rescate de los bancos privados-, bajo crecimiento y tendencias deflacionarias.
Geopolíticamente, Grecia es un punto neurálgico. Frente a las costas de Libia, no sólo es puerta de entrada a Europa del conflicto ardiente de Medio Oriente, sino que una eventual salida de Grecia de la Eurozona podría impulsarla finalmente fuera de la Unión Europea y no está descartado que de la OTAN, arrojándola a los brazos de Rusia y ocasionalmente, de China.
Por último y en términos políticos los trabajadores y el pueblo griego votaron a Syriza y su programa lavado de Salónica, es cierto. Luego de 7 años de caída del PBI que se contrajo en un cuarto, con un 27% de desocupación, una contracción de los salarios reales superior al 20% desde 2011 (OIT), y tras 30 huelgas generales, optaron –con cierta precaución lógica frente al terror a la salida del euro- por la paradoja que ofrecía Tsipras. Pero esa paradoja –aún cuando en lo más mínimo se pretendía anticapitalista- incluía la promesa de acabar con la austeridad.
Bien entendido el NO masivo –más fuerte que el voto a Syriza- al plan de austeridad de la Troika en el reciente plebiscito, exigía el cumplimiento de la promesa: permanecer en el euro y rechazar la austeridad. Pero el mandato popular resultó ferozmente traicionado como sucede corrientemente bajo el formato de las democracias burguesas. Tsipras rompió la paradoja y se entregó a los dictados de la Troika. Alemania, que sufrió una derrota política tras el masivo triunfo del NO griego, convirtió una derrota en triunfo imponiendo su línea a ultranza. Tsipras, por el contrario, transformó el triunfo del NO, en derrota, aceptando la imposición alemana. En cierto modo, Merkel –imponiendo- y Tsipras –aceptando- rinden homenaje a la –a decir verdad, incorrecta- frase de Keynes cuando en 1923 decía que “los absolutistas del contrato son los verdaderos padres de las revoluciones”.
Estados Unidos, el FMI y Syriza
El FMI puso de manifiesto que sólo participará de un acuerdo con Grecia si existe una propuesta seria de reestructuración. De este modo, el organismo -con Washington detrás-, actúa como un cierto sostén de Syriza en el poder, obligando a Tsipras a aceptar las exigencias más brutales y ubicándose luego como “policía bueno” con la exigencia de atemperar la brutalidad alemana y de la UE, buscando “suavizar el contrato”.

Pero las grietas no se manifiestan sólo en el frente imperialista. Revelando una nula influencia en las decisiones de gobierno, el Comité Central de Syriza emitió una declaración mayoritaria en contra del acuerdo. Luego, cinco de sus ministros encabezados por el de energía, Panyotis Lafazanis –líder de la Plataforma de Izquierda del partido- votaron negativamente en el parlamento. Fueron recientemente removidos de sus cargos, siguiendo el camino del renunciante y autodenominado “marxista errático”, Yanis Varoufakis.

Los miembros de la Plataforma de Izquierda de Syriza, aún luego de la expulsión de sus cargos y tras la represión a las manifestaciones contra el acuerdo llevadas a cabo por la policía de Syriza, continuaron dentro del partido.

Progresía económica y Plataforma de Izquierda
El economista norteamericano Paul Krugman afirma que “la única vía de escape a la pesadilla griega es salir del euro”. Se pregunta si la salida del euro funcionará “tan bien como la devaluación de Islandia en 2008-2009 o el abandono de la paridad entre el peso y el dólar en la Argentina”.
Por su parte el renunciado Lafazanis, con una posición similar a la de Varoufakis, defendería actualmente una política de salida del euro y nacionalización de la banca. Pero, la salida del euro, ¿sería una solución para los trabajadores y el pueblo griego?
El drama del euro y el drama del dracma
Resulta imposible comparar a Grecia con Argentina y su salida de la convertibilidad tras la crisis del 2001, ignorando las grandes diferencias que las separan. Por un lado, el crecimiento de la economía Argentina tras la devaluación comenzó en 2003, acompañando una fuerte recuperación de la economía mundial.
Por el contrario, la situación económica internacional actual se caracteriza por una firme tendencia de largo plazo al estancamiento que no logra revertirse mediante tasas de interés históricamente bajas, con debilitados índices de inversión y productividad.

La economía griega no goza, por otra parte, de especiales ventajas comparativas. Su aparato productivo es débil, vive fundamentalmente del turismo y de los astilleros que subsistieron a la crisis y algunas industrias pesqueras, de oliva y algodón. A diferencia de la Argentina que aún bajo condiciones de convertibilidad mantuvo su moneda, Grecia perdió la soberanía monetaria. El proceso de salida del euro -que implicaría reconstruir un sistema monetario en el medio de una profunda crisis nacional- resultaría cualitativamente más traumático que en la Argentina.

Pero incluso si nos abstrajéramos de estas significativas diferencias, los ejemplos de Argentina e Islandia deben ser evaluados en sus efectos sobre los trabajadores y el pueblo pobre. En el caso de Argentina y bajo condiciones internacionales altamente favorables, la devaluación significó una profundización de la recesión y una caída del salario real cercana al 40%.
Islandia, por su parte, es el ejemplo preferido de Krugman. Ese pequeño país europeo que no pertenecía a la zona euro declaró –en el marco de un proceso de ascenso popular- el no pago de la deuda contraída por los bancos, tras dos referendos nacionales. Sin embargo, el derrotero capitalista de Islandia llevó a devaluar su moneda un 35% contra el euro, para recuperar “competitividad” y, sólo con eso, recortaron los sueldos en un 25% en relación con el euro.
La Plataforma de Izquierda de Syriza no sacó ninguna conclusión de la derrota. Debido al terror que le inspiran las masas movilizadas y a su enfermiza confianza en los organismos internacionales e instituciones del capital, muy probablemente esté preparándose para una nueva traición en caso de que la lucha de clases griega impida la consumación del pacto de coloniaje.

No hay solución “técnica” al gran laboratorio político en el que se convirtió la pequeña Grecia. Corrigiendo a Keynes, es el propio capitalismo y no los “absolutistas del contrato”, el verdadero padre de la revolución.

No hay salida favorable a los trabajadores y al pueblo pobre en tanto sus direcciones pretendan la pasivización de las masas y continúen postulándose como los redentores del capital. La salida requiere un programa integral de emergencia, decididamente anticapitalista. Para la implementación de este programa será condición necesaria la más amplia movilización no sólo de los trabajadores y el pueblo pobre de Grecia sino y, muy en especial, la de los pueblos de Europa y del mundo.

*La versión completa de este artículo puede consultarse en http://www.laizquierdadiario.com/Syriza-el-fin-de-la-utopia-reformista









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