Especial sobre Oaxaca

Lecciones de la lucha

31 Jan 2007   |   comentários

Con su lucha, las masas oaxaqueñas dieron un gran ejemplo y mostraron su disposición a triunfar. Pero hoy el pueblo de Oaxaca enfrenta una situación difícil, persecuciones y provocaciones por parte del gobierno, y gran cantidad de compañeros presos políticos. Para poner en pie al movimiento y prepararse para las nuevas luchas, hay que sacar las lecciones del duro golpe recibido, explicando porqué la lucha de la APPO no triunfó.

Si esto fue así, es responsabilidad de los sectores conciliadores de la dirección. De junio a octubre era posible desarrollar y fortalecer a la APPO, apuntando a luchar por un gobierno de los trabajadores y los campesinos del estado. Pero para eso se debía incorporar a todos los sectores de la clase obrera del estado (como los trabajadores del turismo, la construcción, PEMEX, electricidad, manufacturas), que hubiera permitido el control de los hoteles y otros centros de poder económico, convirtiendo a la APPO en un organismo de democracia directa, basado en delegados rotativos, revocables y con mandato de las estructuras y sectores de trabajadores.
Eso hubiera convertido a la APPO en un verdadero parlamento de los explotados, dotando también de una representación a las barricadas y los destacamentos de autodefensa. Un funcionamiento democrático, no sólo en términos formales (como lo fue la APPO, que funcionaba mediante asambleas), sino también en cuanto a expresar la voluntad obrera y popular a través de delegados electos, hubiera controlado la actuación de los sectores más conciliadores de la dirección.
Transformar a la APPO en la organización del conjunto de los explotados del estado -junto a una huelga general en toda la entidad- , habría allanado el camino para la caída revolucionaria de URO, abriendo la posibilidad de un gobierno provisional de la APPO y las demás organizaciones obreras y campesinas.

Esta política hubiera fortalecido a la APPO para expulsar a las fuerzas policiales acuarteladas, que actuaron como reserva contra la Comuna, y derrotar a las fuerzas paramilitares que todas las noches asesinaban activistas en las barricadas.
Pero la mayoría de la dirección era opuesta a esta perspectiva, e impulsaba la reforma y democratización de las instituciones del régimen. Su política, si URO caía producto de la movilización de las masas, apuntaba a un recambio en los marcos del régimen burgués. Por eso se oponían a desarrollar la movilización de las masas para derribar al gobierno, negándose además a llamar al paro nacional en solidaridad con Oaxaca. En octubre, esta política se expresó en sus “medidas de distensión” y en buscar nuevos pactos con el régimen, haciéndose eco del chantaje del gobierno federal, que presionaba con la amenaza de la represión.

Esta posición se expresó en el Congreso de la APPO en la propuesta de “que el gobierno federal negocie con la APPO para que se vaya devolviendo poder al gobierno del estado y a cambio de esto se dé un lugar en la legislatura del estado a la APPO”, lo que fue repudiado por la vanguardia combativa.

Estos sectores no se limitaron a torpedear la Comuna en la mesa de negociación. También fueron los responsables de que no se preparase una efectiva defensa de la ciudad y se dejase terreno libre para el ingreso de la PFP. Si en los primeros meses evitaron organizar la autodefensa de masas que hubiera permitido derrotar a las bandas paramilitares y los destacamentos policiales acuartelados, en octubre llamaron a la “resistencia pacífica” y a “entregarle flores” a la PFP. Esta política pacifista permitió que las fuerzas represivas retomaran el control parcial el 29/10. Si se resistió en Ciudad Universitaria fue porque Radio Universidad llamó a la resistencia y ésta se llevó adelante, demostrando la enorme disposición a enfrentar la represión.
Y, cuando todavía era posible retomar la ofensiva y expulsar a la PFP, estos sectores llamaron a confiar en la Segob (que aseguraba que URO renunciaría) y en la mediación del Papa y de la ONU, mientras buscaban que se levanten las barricadas. Esta política -impulsada por Nueva Izquierda, vinculada al PRD y liderada por Flavio Sosa y César Mateos- permitió “normalizar” la situación en Oaxaca y recuperar el control, y que a partir del 20 de noviembre se lance el golpe final. En el caso del Frente Popular Revolucionario, a pesar de su discurso izquierdista, no se diferenció de la mayoría de la dirección de la APPO y actuó fortaleciendo en los hechos su política de acuerdos con el régimen, opuesto a una política verdaderamente revolucionaria. Bajo una estrategia reformista y una política pacifista, estas direcciones fueron responsables directos de desarmar políticamente a la Comuna oaxaqueña.

La vanguardia debe sacar las lecciones profundas, avanzando en poner en pie las bases de una organización revolucionaria, que se prepare para intervenir en los próximos combates, con una política y un programa independiente contra el gobierno, el régimen y sus trampas.










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