Editorial de Estrategia Obrera - abril 2008

México: entre la inestabilidad política y las luchas que vienen

11 Apr 2008   |   comentários

En las últimas semanas, distintos acontecimientos tiñeron la escena política nacional. Por una parte, la difusión de las concesiones que Juan Camilo Mouriño otorgó en PEMEX a favor de su familia, echó luz (una vez más!) sobre el entreguismo gubernamental y abrió una crisis política para el gobierno. Por otra parte, la reaccionaria propuesta gubernamental de privatizar PEMEX, de acuerdo a los intereses de las trasnacionales imperialistas, que contaba con el aval del PRI; encontró como respuesta masivas movilizaciones convocadas por López Obrador y la Convención Nacional Democrática, que expresaron la amplia oposición popular a la entrega de PEMEX.

El temor ante este descontento provocó que Manlio Fabio Beltrones anunciara que el PRI condicionaba su voto en el Congreso a “rediscutir ampliamente” la propuesta; mientras que otros sectores del tricolor se manifestaron contra el acuerdo; como Bartlett y Francisco Rojas, que manifestaron abiertamente su oposición al plan de Calderón y Heladio Ramírez, el líder charro de la CNC dijo que se rechazará el albazo legislativo para entregar Pemex. De esta forma, la incipiente movilización y la división en el tricolor están haciendo peligrar los planes del gobierno, que mediante la alianza PAN-PRI en el Congreso, buscaba imponer la entrega de PEMEX. Lo anterior es importante, toda vez que un eventual fracaso de Calderón podría ser visto como un triunfo popular y dar confianza a las masas en la movilización. Es por eso que el PAN puede intentar una salida negociada con el PRI, la cual, más allá de que eventualmente deje de lado algunos de los aspectos más escandalosos de la propuesta inicial, sea de todas formas un nuevo paso para profundizar la privatización encubierta que en los hechos ya se lleva a cabo. Es una maniobra para atemperar el descontento popular.

UNA CRISIS POLÍTICA EN CIERNES

Tanto las repercusiones del escándalo Mouriño, como las posibles divisiones en el frente PRI-PAN, son un indicador del gran desgaste de las instituciones y del gobierno. Esto es resultado tanto, de la ilegitimidad que tiene Calderón –y que arrastra desde el fraude del 2006-, como de que el empeoramiento de las condiciones de vida de las grandes mayorías y los planes de reforma en PEMEX está acrecentando el descontento en todo el país. Al mismo tiempo, la disputa abierta en el 2006 continua presente; donde AMLO, que cuenta con el apoyo de millones, sigue sin reconocer a Calderón y está impulsando una nueva etapa de la “resistencia legal y pacífica” contra la privatización de PEMEX que, pese sus intenciones, puede radicalizarse y salírsele de las manos..

Este cisma en el régimen dificulta que en el Congreso de la Unión logren “consensos” para votar las reformas –haciendo además que el PRI considere la necesidad de no aparecer muy “pegado” al gobierno- y debilita al régimen de la alternancia, abriendo brechas por las que puede entrar el movimiento de masas. Y es que, Calderón, confiado en el apoyo de los grandes capitalistas y el imperialismo, abrió múltiples “frentes de tormenta” en un contexto cruzado por los nubarrones de la crisis en EEUU. Esto lo está debilitando: en lo inmediato ya acrecentó su ilegitimidad ante las masas y la inestabilidad política y social. Esto puede convertirse en la chispa que encienda una nueva oleada de luchas urbanas y rurales. El clima de inestabilidad en el país es la sombra que amenaza los planes del régimen antiobrero y entreguista.

SE PERFILAN NUEVAS LUCHAS

La expresión más reciente de esto, es el movimiento en defensa de PEMEX que se gestó, como muestran las movilizaciones del 18 y 25 de marzo (en donde participan trabajadores, sectores populares y de las clases medias) y las manifestaciones que en los meses previos realizaron los trabajadores electricistas. Pero esto no es algo aislado, sino que es parte de una dinámica de nuevas luchas de los trabajadores, los campesinos y otros sectores populares en todo el país, como las que se dieron en los últimos meses. Por ejemplo, la movilización del 31 de enero que mostró una tendencia a la unidad de los explotados y oprimidos del campo y la ciudad, y un resurgimiento de las luchas ocurridas desde el año 2003. Mientras tanto, distintos sectores de trabajadores salieron a luchar, como la heroica huelga de más de 50 días del SITUAM, que es parte de un proceso de movilización en distintos sindicatos universitarios: como Chapingo, la Universidad Veracruzana y el proceso de reorganización en sectores del STUNAM, entre otros. Esto, mientras se dan nuevos movimientos antiburocráticos como el que recorre a secciones del magisterio, donde el charrismo elbista atraviesa su crisis más importante en años.

Este ánimo también se siente entre los estudiantes, como vimos en la lucha de la Preparatoria 2, donde los bachilleres lograron la renuncia de la directora del plantel; o en la Facultad de Derecho, epicentro de la reacción universitaria, donde cientos de estudiantes se reunieron en asambleas contra la imposición antidemocrática del nuevo director, o en las acciones de la comunidad de Filosofía y Letras, en lucha por sus compañeros masacrados por el ejército colombiano. Aunque no estemos aún ante una lucha generalizada de masas, estos movimientos son la característica más importante del momento actual y demuestran que hay un nuevo ánimo y disposición en el movimiento obrero y popular.

Estamos ante un panorama de mayor inestabilidad política y social en el cual la ofensiva del gobierno encuentra una creciente resistencia; una situación política que los marxistas definimos como prerrevolucionaria, en donde los de arriba no pueden seguir gobernando como hasta ahora (y necesitan propinar nuevos golpes) y los de abajo no estamos dispuestos a permitir que se nos siga avasallando. Y que tiene como característica no sólo el desprestigio del gobierno ante el pueblo trabajador, sino también que aparecen divisiones y disputas al interior de las instituciones y entre los partidos del Congreso; y aunque incipientemente, entre sectores de la propia clase dominante, como muestran las declaraciones de la CANACINTRA contra la privatización de PEMEX. Solamente la política conservadora de las direcciones sindicales y políticas evitó un avance de las luchas.

UNA SITUACION CONVULSIVA

Esta situación comenzó con las masivas movilizaciones antifraude del 2006 y con la heroica “Comuna” oaxaqueña, y se ha extendido hasta hoy. Aunque el gobierno intentó frenarla durante el 2007 (mediante la represión y la militarización del país); y el PRD evitó darle a las movilizaciones antifraude del 2006 una perspectiva de lucha por derrotar al régimen, en los próximos meses podemos esperar que se agudice la lucha de los explotados y oprimidos orientada, en primer lugar contra los planes privatizadores. Sin embargo, como planteamos en páginas centrales, para derrotar la ofensiva del gobierno, así como cualquier “nueva propuesta” consensuada en el Congreso, es necesario que los trabajadores retomemos y profundicemos el camino de la lucha y la movilización. Las direcciones que se reclaman independientes deben dejar atrás cualquier tregua al gobierno, como la que en los hechos le dieron la UNT y el SME (que con la huelga y confluyendo con la movilización popular, podría haberle dado un golpe mortal a los planes de Calderón).

Las organizaciones de los trabajadores deben ponerse a la cabeza de la lucha contra la privatización: Sólo con la más amplia movilización obrera, campesina y popular, sin confiar en las trampas del Congreso ni llevar a los sindicatos a la cola de los partidos del régimen, y preparando una gran huelga nacional, es que podremos derrotar la privatización, como el primer paso de una lucha contra el conjunto de los planes de Calderón, los patrones y el imperialismo.









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