Trotsky, el petróleo y el cardenismo

24 Sep 2014   |   comentários

Recientemente fue el 74 aniversario luctuoso de León Trotsky, asesinado por un agente de la GPU estalinista. Ante la reaccionaria reforma energética, es importante rescatar las posiciones que León Trotsky, en su último exilio en México, sostuvo respecto a las expropiaciones petroleras y el cardenismo.

El Partido Comunista –de acuerdo a los dictados de la III Internacional que impulsaba Frentes Populares con la burguesía supuestamente democrática y progresista– se subordinaba políticamente a Cárdenas y a la dirección sindical de Lombardo Toledano. Esto suponía una estrategia de colaboración de clases, que subordinaba al movimiento obrero y al PC a la burguesía nacional y su partido, el PNR (antecesor del PRM y el PRI), y que llevó al PC a pedir ser aceptado dentro del PRM.

Trotsky y las expropiaciones petroleras

Trotsky reconocía la acción valiente de Cárdenas al otorgarle el asilo ante la hostilidad común de estalinistas y sinarquistas, cuando ningún gobierno lo hacía.
Junto a esto, consideró que medidas como las expropiaciones petroleras eran acciones de defensa nacional altamente progresistas, y que debía enfrentarse la ofensiva de las compañías petroleras, llamando a las organizaciones obreras internacionales –y de los países imperialistas– a movilizarse en defensa de la soberanía mexicana.
Pero no desprendía de estas medidas un carácter socialista o comunista del gobierno. Trotsky consideraba a éste como nacionalista burgués y sus medidas se inscribían, íntegramente, en los marcos del capitalismo de estado. Es por eso que los trotskistas se proponían intervenir en la álgida coyuntura política de 1938 impulsando la participación obrera –con una política revolucionaria– en la administración de las empresas nacionalizadas.

Cárdenas: un bonapartismo sui generis

Para Trotsky, las causas de las importantes medidas que Cárdenas adoptó en 1938 debían ser explicadas. Consideraba que en los países de desarrollo capitalista atrasado, el capital extranjero tiene un rol decisivo, en tanto que la burguesía nacional es débil y la clase obrera surge como una potencia social. En esas condiciones, el gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente fuerte proletariado. Así surge un gobierno bonapartista sui generis (o de tipo especial), que puede gobernar bien como agente directo del capital extranjero y someter a la clase obrera a una dictadura policial, o bien decía “maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle concesiones, ganando de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad en relación a los capitalistas extranjeros”. En sus escritos, terminaba diciendo que en esta posibilidad se inscribe la política llevada adelante por el gobierno cardenista respecto a las compañías petroleras y ferrocarrileras.

Por otra parte, la caracterización de un estado capitalista y un gobierno bonapartista se expresaba en sus escritos del periodo. Trotsky no identificaba el “ansia de tierras” de los campesinos que motorizó la Revolución con la política agraria del nacionalismo cardenista. En un artículo escrito junto a Octavio Fernández, se plantea que los repartos parciales de tierra son insuficientes, y que no cambian el carácter profundo de la estructura mexicana, donde –decía– 81% de la población rural no posee nada, “Tal es la obra de 27 años de revolución burguesa”, y concluía que “la burguesía nativa ha sido y sigue siendo incapaz de resolver el problema agrario”.

A la par, criticó la subordinación política y organizativa de los sindicatos al cardenismo, la cual fue un pilar del mismo y sustento de los gobiernos posteriores. “En México, los sindicatos se han transformado por ley en instituciones semiestatales, y adquirieron un carácter semitotalitario”, ante lo cual era –y es– clave romper con la tutela del estado, alcanzar la democracia obrera respecto a la burocracia que sojuzgaba a los obreros, expresada en la figura de Lombardo Toledano.

Para Trotsky, la revolución agraria y la independencia nacional sólo podían ser realizadas mediante la toma del poder por la clase obrera encabezando la movilización de las masas agrarias. La diferencia entre los gobiernos burgueses y la valoración de acciones como la expropiación, debía hacerse “a condición de que nuestra organización no participe en el PRM”, ya que el proletariado (y su partido) debía ganarse el apoyo de los campesinos en oposición a la burguesía nacional. Hoy esa perspectiva de independencia de clase sigue vigente.

¿Un Trotsky cardenista?

Esto contrasta con lo sostenido en distintos espacios, donde una revisión histórica nos presenta un Trotsky cardenista, como es el caso de Adolfo Gilly (AG), quien en el acto del Museo Trotsky el 21/8, obvió las posiciones de aquél frente a Cárdenas. Esto está al servicio de una reivindicación del cardenismo como proyecto político, frente al actual curso entreguista del PRI.

Si el análisis marxista no niega las diferencias entre las políticas cardenistas y el actual rol pro-imperialista de Los Pinos y el Congreso, eso no puede significar embellecerlo (ver la nota de AG en La Jornada del 29/8) dejando de lado que la demanda de tierra que motorizó la revolución no fue resuelta por el gobierno, y que la acción sobre las huelgas obreras perseguía subordinar los sindicatos; Cárdenas extendía laudos favorables en huelgas a empresas extranjeras (como la de los electricistas en 1936), mientras a los trabajadores de empresas nacionales les negaba todo el apoyo, como en la huelga ferrocarrilera de 1936, en Ferrocarriles Nacionales de México, donde el estado cardenista fungía como patrón.

Mucho menos adoptar como “modelo” el nacionalismo burgués cardenista; las consecuencias políticas de esto ya se vieron en la incorporación de AG y otros al PRD en 1988, y en su apoyo a Cuauhtémoc Cárdenas por muchos años.

La actualidad del debate

Hoy, ante el avance en la entrega al imperialismo, los herederos del legado cardenista levantan una política que confirma que la burguesía nacional y sus representantes políticos, aun los “opositores”, son incapaces de una lucha hasta el final. Sostener una política centrada en medidas como campañas de firmas o consultas, para presionar a las mismas instituciones que acordaron el saqueo, sólo puede llevar a nuevos callejones sin salida.

Es necesario impulsar la más amplia movilización, atacando los intereses de trasnacionales imperialistas y sus socios nativos, cuestión que no pueden hacer ni López Obrador ni el PRD, ya que implica cuestionar de raíz la dominación imperialista y a los capitalistas nacionales y extranjeros. Por eso, es fundamental impulsar la acción de los trabajadores, independiente de los partidos patronales, junto a los millones de oprimidos del campo y la ciudad, con sus métodos de lucha como la huelga y el paro, votándole esto a las organizaciones obreras “opositoras”, varias de las cuales están en pactos cómplices con la patronal y el gobierno.









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