Un programa contra el TLC y por la unidad obrero y campesina

20 Feb 2008   |   comentários

En la reciente movilización del 31, la mayoría de las organizaciones participantes (así como sectores del PRD y del Frente Amplio Progresista) demandaron la «renegociación» del TLC, en contra de la cerrazón de Calderón y el PAN, que afirmaron una y otra vez que «el TLC no se negocia».

El momento actual, y la energía demostrada por los cientos de miles que se movilizaron, requiere que discutamos qué programa se requiere para resolver las demandas de las masas agrarias explotadas, oprimidas y pobres. La devastadora situación que atraviesa el campo es consecuencia de la subordinación de l gobierno de México y la imposición de intereses económicos y políticos de Washington, de los cuales, el TLC es la punta de lanza. Las últimas décadas fueron testigo de una verdadera ofensiva contra las conquistas que, después de la revolución, las masas agrarias les impusieron a los gobiernos «posrevolucionarios». Este ataque dio un salto a partir del 92-94, con la firma y posterior entrada en vigor del TLC. La contrarreforma impulsada por Salinas de Gortari y continuada por priistas y panistas, garantizó la apropiación de tierras y de recursos naturales para terratenientes y empresas del agrobusiness («nacionales» y extranjeras), liberalizó aun más el comercio y permitió la entrada indiscriminada de productos importados, proceso que llegó a su culminación en el 2008.

Renegociación o lucha por el desconocimiento del TLC

Ante esta ofensiva del imperialismo y las transnacionales en el campo, la renegociación es -en el mejor de los casos-, una perspectiva ilusoria que puede convertirse en una verdadera trampa para la movilización. De una parte, porque siembra la expectativa de que bajo la presión, EE.UU. aceptará renegociar el Tratado, «obligado» por las mismas instituciones que durante años avalaron la entrega. Y, por otro lado, porque la consigna de «renegociación» genera la ilusión de que se logrará una situación favorable a los campesinos manteniendo el TLC y por ende la subordinación económica y política a los EEUU.

Ningún cambio cosmético o «renegociación» parcial puede lograr esto. Y es que la miseria, explotación y opresión en el campo, depende directamente de la expoliación imperialista y de los acuerdos que, entregan el control de la tierra y los recursos naturales a los consorcios financieros internacionales. Para defender los intereses de los jornaleros y campesinos arruinados, y frenar la ruina de los pequeños y medianos productores, hay que impulsar -como primera medida-, la ruptura de los pactos y acuerdos que atan el país al imperialismo y están al servicio de las trasnacionales y sus socios nativos, También hay que enfrentar y denunciar el ALCA y el Plan Puebla Panamá, una verdadera política de recolonización de América Latina a partir del control de los recursos naturales. Luchar por una solución radical a la miseria en el campo, implica también movilizarnos por la derogación del Art. 27 constitucional, que sentó las bases para la entrada del TLC; junto al desconocimiento y no pago de la deuda externa, y la imposición de impuestos a las grandes fortunas son medidas fundamentales para obtener los recursos necesarios resolver las demandas de las masas del campo y la ciudad. Esta lucha va unida a enfrentar la entrega de PEMEX y el conjunto de los recursos naturales del país al imperialismo.

Pero así como no es posible lograr un tratado equitativo con el imperialismo, tampoco se pueden resolver la miseria del campo «respetando» los intereses de las grandes trasnacionales. Es necesario un programa que luche por la expropiación sin pago de las tierras en poder de las agrobusiness y terratenientes que, y por la restitución de tierras a los indígenas y campesinos, muchos de los cuales son obligados a emplearse como jornaleros en condiciones de semiesclavitud.

Por una reforma agraria radical

Es fundamental pelear por una reforma agraria radical que entregue la tierra a los campesinos pobres y haga efectiva la demanda de Emiliano Zapata de que: «La tierra es de quien la trabaja». Para ello, esta reforma agraria, debe garantizar la supervivenciad y producción de los millones de campesinos de los pequeños productores. Es fundamental la alianza campesina con los trabajadores de las ciudades en una lucha común, pues éstos son, quienes en perspectiva, pueden garantizar el acceso al transporte, almacenamiento y la distribución de los productos agrarios, y el crédito necesario para la producción. Y en base a la alianza revolucionaria de obreros y campesinos, avanzar en la nacionalización de la banca y el control del comercio exterior, cuestión elemental para la venta de los productos agrarios del país.

La expoliación imperialista va unida a la opresión y la represión. Para soldar la unidad entre los explotados y oprimidos, las organizaciones campesinas que se movilizan deben pronunciarse por el alto a la represión a las comunidades indígenas, la libertad de los presos políticos y la disolución de las guardias blancas que actúan al servicio de los terratenientes, así como exigir la salida del ejército de Chiapas, Guerrero, Oaxaca y de los demás estados sitiados por los militares. Junto a esto, impulsar el derecho a la autodeterminación de los pueblos indios, incluyendo el derecho a la separación si así lo desearan, así como contra la opresión sobre las etnias y pueblos indios, y en particular sobre las mujeres indígenas, que son triplemente oprimidas y explotadas.

Por la unidad obrero campesina

Para derrotar el ataque y la opresión imperialista hay que profundizar la alianza de obreros, campesinos e indígenas pobres, en torno a un plan de lucha y una movilización independiente respecto del Congreso de la Unión y sus partidos. Ya vimos su rol en el 2001, votando la reaccionaria ley indígena contra los zapatistas. La confianza en el Congreso de la Unión, y en que el mismo logre una renegociación «favorable», sólo puede desviar fuerzas y debilitar el único camino para imponer las demandas campesinas: la unidad obrera, campesina y popular contra los planes, preparando el camino para un gran paro nacional que ponga un hasta aquí al ataque de Calderón y el FMI, y que luche contra los planes de los capitalistas, las trasnacionales y los terratenientes. 

UNIDAD INTERNACIONALISTA CON LOS TRABAJADORES NORTEAMERICANOS

Para luchar contra el TLC y la opresión imperialista, los trabajadores y campesinos mexicanos tenemos un aliado fundamental en los trabajadores estadounidenses.
Más de 30 millones de personas de origen mexicano viven en Estados Unidos, y la mayoría trabajan principalmente en la construcción y servicios, así como también como jornaleros. La burguesía imperialista (con apoyo de la burocracia sindical) siembra división, fomentando la idea de que los trabajadores mexicanos le «roban» el empleo a sus hermanos estadounidenses (o que las transnacionales se llevan empresas a México o Centroamérica para no pagar los salarios establecidos en EEUU). Necesitamos enfrentar esta campaña reaccionaria, ya que la unidad de los explotados y oprimidos a ambos lados de la frontera es clave para enfrentar el ataque que los gobiernos junto a los capitalistas de EEUU y México, llevan adelante.

Para eso, hay que convocar a los trabajadores de EEUU y a las organizaciones sindicales y campesinas a pronunciarse a favor de las demandas de los campesinos y trabajadores de México, así como por derechos elementales para los migrantes en los EEUU (como igual trabajo, igual salario, o la legalización sin restricción de los migrantes). Esto debilitaría al gobierno de Bush y fortalecería la lucha.
La unidad con la clase obrera norteamericana es fundamental: mientras que, bajo el dominio de la burguesía imperialista, la «integración» propugnada por el TLC significó subordinación y expoliación. Sólo con el triunfo revolucionario de la clase obrera estadounidense contra su burguesía imperialista, se logrará una verdadera integración, de común acuerdo y viendo los intereses de las grandes mayorías en ambos países y basada en la instauración de una sociedad sin explotadores ni explotados.

EL CAMPESINADO Y LA REVOLUCION SOCIALISTA

Desde la LTS, al mismo tiempo que proponemos un programa de acción como el que postulamos arriba, consideramos que la salida estratégica pasa por soldar la unidad entre el campo y la ciudad, elaborando un plan común voluntario, entre campesinos y obreros, para ir superando la pequeña parcela aislada, económica y técnicamente atrasada, (ejido) y avanzar hacia una agricultura colectivizada, tecnificada y altamente productiva en beneficio de todo el pueblo mexicano. Los socialistas de la LTS luchamos por la colectivización agrícola e industrial. Pero para llegar allí es necesario darle a los campesinos pobres la posibilidad de determinar su propio destino: El gran revolucionario ruso León Trotsky lo expresaba así: «Afirmamos que nuestra meta final, como forma más elevada del progreso, es la colectivización de la agricultura tanto como de la industria. Sin embargo, el proletariado no puede imponer este objetivo, al campesinado. Sólo puede facilitar su avance hacia el mismo.

El proletariado sólo puede hacer propuestas en ese sentido, que luego habrán de ser completadas, corregidas y ampliadas por la experiencia conjunta de ambas clases, igualmente oprimidas por los explotadores capitalistas. Lo primero que debemos hacer es asegurar a los campesinos una oportunidad real de determinar su propio destino, decidir el uso que darán a sus fuerzas y a su propiedad, expresar sus preferencias en métodos agrícolas, aplicar su propio juicio a la elección del momento en que pasarán de la economía privada a la economía colectiva.»









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