Un importante debate en la juventud
A un año del #YoSoy132: las tendencias del movimiento juvenil y estudiantil
15 May 2013
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Omar García
“¿Y que ocurría, que ocurrió en 1968, no sólo en México sino en el mundo entero? Ocurría que el mundo llevaba más de 50 años de falsificaciones, deformaciones, mistificaciones y traiciones a la teoría revolucionaria, a las teorías revolucionarias, desde la muerte de Lenin” (1)
—José Revueltas, México 68: Juventud y Revolución
El #YoSoy132 puso a tono a la juventud mexicana con los cientos de miles de jóvenes que a nivel internacional irrumpieron en las calles y las plazas desde el 2011, en el contexto de un amplio espectro conocido como “movimiento AntiPeña”, y que mostró la politización de la juventud que se activó para enfrentar el inminente regreso del PRI al poder. Repasaremos algunos debates del #YoSoy132 para luego abordar en líneas generales las tendencias que en la juventud se vienen marcando ante el ataque y la lucha de clases.
Como en todo movimiento que despierta a la vida política a amplios sectores, las posiciones y debates sobre cómo hay que organizarse, con qué programa, objetivos y alcances, con qué táctica y qué estrategia política, están a la orden del día en las luchas desde que inició el #YoSoy132. Esto es un terreno donde las teorías que se proponen revolucionarias y su práctica política se ponen a prueba. Ignorar que es un aliciente para las tendencias organizadas y actuantes en la vida política en las universidades sería pecar de hipocresía y atacar mezquinamente a aquellos que, como nuestra organización, lo plantean abiertamente, siendo algo que las corrientes, tendencias ideológicas y las variantes habidas en cada una de ellas, hacen cotidianamente.
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El costo político de métodos burocráticos como los que emprendió el ala moderada en la dirección del #YoSoy132 —asambleas de voceros cerradas, comisiones cerradas, etc.— se expresó en una lógica de acción que enarboló el pacifismo como única alternativa y que generó “miedo” ante todo aquello que quedara al margen de hacer un movimiento constreñido a la demanda de una nueva ley de medios y elecciones limpias. Este control burocrático buscaba lograr que el movimiento apoyara a algún candidato en las elecciones, que lo habría convertido en una base de maniobra política electoral. Este intento no pudo imponerse en la asamblea interuniversitaria del 5 de junio, pero aún así los métodos burocráticos se mantuvieron. A partir de este momento —y como respuesta a la pelea política que dimos— se generó una campaña macartista contra Contracorriente y otras agrupaciones que actúan desde la huelga del CGH y que participaron activamente del #YoSoy132.
A pesar de esto, la existencia de un profundo fenómeno combativo juvenil permitió que el movimiento mantuviera un carácter independiente de los partidos patronales y funcionara basado en asambleas con voceros votados formalmente. Luego de que EPN triunfase en las elecciones, vino el reflujo, donde se dio una relativa autonomía de acción que se orientó hacia el 1DMX como oportunidad de “recuperar el tiempo perdido”, esta vez no con métodos pacifistas y sí con “contundencia en las acciones”. Desde entonces surgió un crisol de tendencias que no buscan delimitarse hasta el final del programa y la política reformista que primó en el movimiento, y buscan en cambio delimitarse en la acción misma. Bajo esa óptica, se llamó a un “cerco al congreso” como correlato radical de la anterior política reformista, esto mientras recreaban rasgos burocráticos similares, sólo que esta vez sin una amplia base del movimiento que dirima la pertinencia, correlación de fuerzas y alcance de las acciones.
En la práctica, se llegó a una fetichización de determinados métodos de lucha. Si la acción directa es un método utilizado por el movimiento obrero y estudiantil, legítimo en la lucha de clases cuando surge y es respaldado por el movimiento de masas, aquí se trata de una “acción directa” por fuera de la correlación de fuerzas y de un proceso de organización de masas, lo cual lleva a acciones aventureras que abonan en el aislamiento de la vanguardia respecto de las masas juveniles y trabajadoras. Esto es, acciones vanguardistas y ultraizquierdistas, ajenas a la estrategia política del marxismo. Con una fraseología mistificadora más que con una política correcta, se plantea que el “fuego” es el que logrará que de las cenizas surja una sociedad nueva o que hay una radicalización del estudiantado y se habla de procesos asamblearios y una suma de acciones que no tienen conexión entre sí (2). Llama la atención que está ausente en su análisis es un balance y las lecciones del #YoSoy132.
El movimiento estudiantil en la UNAM
El problema de la representatividad política es fundamental para toda política que busque que el movimiento estudiantil se ponga de pie combativamente. Sin embargo, como continuidad del ultraizquierdismo que se expresa con el reflujo del #YoSoy132 y las acciones a partir del 1DMX, han acontecido la toma de la DGCCH y la toma de rectoría. A lo que no dan respuesta las organizaciones e individuos que han dirigido estas acciones es a cómo lograr poner en pie un masivo movimiento de lucha. La democracia directa, basada en asambleas de base con representantes revocables y rotativos, donde la confrontación de posturas se define democráticamente, exige en la práctica luchar porque estos organismos surjan. El que hayan (o no) asambleas masivas que lo respalden sí debería ser un elemento determinante para la decisión de determinadas “acciones contundentes”. Pero esta noción no está en la práctica de quienes impulsaron o apoyaron acríticamente estas acciones.
Así, se vuelve instrumental la autoorganización y que ellos estén presentes es la garantía de que las acciones sean correctas. Todo se reduce a “acciones contundentes” —aisladas— donde desaparece el fin y los medios de la política y cómo lograr triunfar en las luchas. Todo ello genera una impaciencia y sectarismo hacia la amplia comunidad universitaria, los aleja de la pelea contra la derecha universitaria y los ha colocado en negociaciones desfavorables con la rectoría en medio de una nebulosa conducción que recae sólo en estos sectores. Si lo que queremos es echar abajo los planes de los partidos burgueses en la UNAM, y a su burocracia universitaria, esta política sólo puede preparar nuevas derrotas.
Para poner de pie al movimiento estudiantil es necesario ganar desde la base una política combativa, independiente y de movilización en las calles. Junto a ello, bregar por la unidad con el magisterio y otros sectores de trabajadores y sectores populares en lucha. Todo ello hay que potenciarlo desde la pelea porque todo proceso de lucha apele a la más amplia unidad y discusión democrática de las acciones, el programa, la política y los alcances de la autoorganización.
Notas
(1) Es sabido por distintas investigaciones sobre J. Revueltas que en 1968 se acercó a la reivindicación de la obra y el legado de León Trotsky como alternativa al estalinismo.
(2) Son distintas las publicaciones que abordan estas ideas, como el caso del Banderas Negras. La referencia a la “radicalización del estudiantado” se encuentra en el periódico El Quebranto, número 2, marzo de 2013.
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