AMLO y su proyecto alternativo de nación
29 Oct 2010
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El pasado 25 de julio, López Obrador anunció su intención de postularse nuevamente como candidato para la presidencia y presentó los ejes de su programa político. Desde entonces, trató de no confrontarse con la dirección del PRD, aliada al PAN; ni con Ebrard, que aparece como un posible candidato más aceptable para la burguesía.
Aunque en Oaxaca respaldó la candidatura de Cué por el PRD-PAN, López Obrador se opuso a esta alianza ante la próxima elección en el Estado de México y anunció que impulsará un “frente de izquierda”. Busca así evidenciar la derechización de la dirección de su partido y mostrar una “oposición consecuente”, para quedar bien posicionado en la carrera presidencial.
La acusación lanzada por Calderón de que AMLO es “un peligro para México”, muestra la preocupación del “presidente espurio” porque López Obrador se fortalezca en el terreno político - electoral como expresión del descontento popular. De ahí la intención, al estilo foxista, de cerrarle el paso. Esto, en vez de debilitarlo, lo fortaleció como el principal referente político del movimiento de masas.
Programa antineoliberal o programa obrero anticapitalista
Muchos trabajadores y jóvenes ven en AMLO una alternativa progresista frente a los reaccionarios y antiobreros PAN y PRI, e incluso depositan en el tabasqueño una confianza que no le otorgan a la cúpula perredista, que pacta con los mismos que ayer liquidaron la CFE y despidieron a miles de trabajadores. Sin embargo, hay que preguntarse si AMLO representa realmente una alternativa para los trabajadores.
Debemos considerar que López Obrador representa a un sector marginal de la “clase política” y la burguesía, con el apoyo de varios intelectuales, que abogan por una reforma del régimen y un “modelo” económico distinto al neoliberal. Pero –y esto es fundamental para los intereses de los trabajadores- a pesar de que cuenta con el respaldo de un amplio sector de la población, no cuestiona las bases del sistema capitalista.
El proyecto de López Obrador coincide con el surgimiento en los últimos años de gobiernos “pos neoliberales” en varios países de Latinoamérica (como el de Chávez en Venezuela, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, etc.), que en mayor o menor medida cuestionan aspectos del “modelo”, pero han sido incapaces de resolver los problemas más acuciantes del pueblo trabajador y, por el contrario, mantienen la explotación capitalista.
El “proyecto alternativo de nación” es un programa democrático burgués que no se propone acabar con el estado capitalista semicolonial que rige nuestro país, sino fortalecerlo. Como plantea el primero de sus “diez postulados para la transformación del país”, AMLO busca “rescatar al Estado para ponerlo al servicio del pueblo”. Sin embargo, para los socialistas revolucionarios, el estado capitalista -aún en el régimen democrático burgués más avanzado-, representa el andamiaje jurídico institucional que sanciona la propiedad privada sobre los medios de producción, la defiende con las fuerzas armadas y garantiza así la explotación de los trabajadores. Bajo la democracia burguesa representativa, las masas no pueden sino elegir quiénes serán los próximos administradores públicos de los negocios capitalistas; por lo que sin barrer con éste régimen, un verdadero gobierno “del pueblo para el pueblo” como postula AMLO, es imposible.
Aunque el “proyecto alternativo de nación” contempla demandas que muchos trabajadores pueden ver como progresivas ante la rapacidad que representó el “modelo neoliberal”, tales como la defensa del sector energético nacionalizado y la lucha por la soberanía alimentaria, entre otras, éstas de conjunto no van más allá de proponer un “desarrollo nacional” a partir de una vuelta al llamado “estado de bienestar”.
Sin embargo, fue la bancarrota del “estado de bienestar” lo que llevó a que el imperialismo y las burguesías nativas impulsaran a nivel mundial la “ofensiva neoliberal”, una serie de contrarreformas para mantener sus ganancias a partir de liquidar las conquistas históricas de la clase trabajadora. Ofensiva que se llevó adelante con métodos relativamente “pacíficos”, gracias a los mecanismos de la democracia burguesa que, ante la decadencia del Priato, en México pretendieron afinar con la “transición pactada”. Es así que el “modelo neoliberal” no representa una negación del Estado (burgués desarrollista), al que según AMLO habría que rescatar, sino la evolución del mismo Estado capitalista hacia su fase más decadente.
Para AMLO existe una burguesía especuladora a la que hay que combatir; y otra productiva que es necesaria para el desarrollo nacional, a la que apela para que “tome conciencia” y le apoye. Sin negar que existan distintos sectores burgueses, para los socialistas revolucionarios todos están estrechamente ligados por sus negocios al imperialismo y basan sus ganancias en la explotación de los trabajadores.
Sin atacar el interés de los grandes patrones nacionales (“productivos” o especuladores), del imperialismo y de las compañías extranjeras, con medidas como el no pago de la deuda externa, la renacionalización sin indemnización de todas las industrias estratégicas, el control de la banca y el comercio exterior, la expropiación sin pago de toda empresa que despida o no respete los derechos laborales; la defensa de los contratos colectivos; etc., jamás podrá derrotarse a la oligarquía, defenderse la soberanía y acabar con la miseria de millones. Así, medidas reivindicables como el seguro de desempleo y la pensión alimentaria, aparecen como meros paliativos.
La estrategia de AMLO tiene consecuencias políticas inmediatas. Su modelo de gobierno, más allá de “estilos”, no puede ser otro que el de Ebrard, quien según AMLO “gobierna con acierto la Ciudad de México”1, aunque aplica los mismos planes antiobreros que el gobierno federal, con salarios miserables y flexibilización laboral. Por cierto, llama la atención que ni uno sólo de los “10 postulados” de AMLO, síntesis de su “proyecto alternativo de nación”, haga referencia explícita a los derechos laborales, que están siendo brutalmente atacados por Calderón. Por otra parte, la resistencia “civil y pacífica” que promueve, no sólo fue impotente para revertir el fraude del 2006, sino que se evidenció contraria a desarrollar la movilización popular para apoyar las reivindicaciones obreras ante la prueba de fuego que representó la lucha del SME, cuya dirección adoptó esta estrategia.
Los socialistas revolucionarios luchamos codo a codo con los trabajadores y el pueblo para conseguir sus demandas, desde las más elementales. Defendemos también el derecho democrático de cualquier candidato opositor, como AMLO, a tener suficientes espacios en los medios masivos de comunicación para poder presentar sus propuestas y rechazaríamos cualquier nuevo intento de proscribirlo (como el del 2005), al tiempo que denunciamos las restricciones prácticamente absolutas que impone el régimen para que se presenten candidaturas obreras y se registren partidos de la izquierda independiente.
Sin embargo, pensamos que por su carácter de clase y su programa, el proyecto de López Obrador -que apuesta a una salida electoral en los marcos del régimen-, es impotente para resolver las demandas de los trabajadores y el pueblo. Esto sólo puede conseguirse rompiendo con la subordinación del país al imperialismo y luchando para que la crisis la paguen los patrones, con un programa propio de la clase obrera, encabezando al conjunto de los oprimidos y explotados. Hace falta un partido revolucionario de la clase trabajadora, socialista e internacionalista, que luche por esta perspectiva. El objetivo de la LTS es ayudar a construirlo.
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