Actualidad de la lucha por la IV Internacional

24 Aug 2008   |   comentários

El Programa de Transición sintetiza la experiencia de la Oposición de Izquierda y deviene de la necesidad de construir un nuevo partido de la revolución mundial. Para ser llevado a la práctica e impulsado al calor de la acción de la clase obrera, requería de la existencia de una organización de revolucionarios, la cual sólo podía surgir de la fusión de la intelectualidad marxista con los sectores más conscientes de la vanguardia obrera.

Como planteaba Trotsky: “La importancia del programa es la importancia del partido. (…) El partido se forma por la selección entre los elementos mas conscientes, más avanzados, más fieles, y puede jugar un importante papel histórico y político que no está en relación directa con su fuerza numérica”.

La vigencia tanto del programa como de la lucha por la reconstrucción de la IV Internacional, no se basa en que tal o cual consigna deba o no ser precisada, ni en que las condiciones objetivas en las que fue escrito hayan permanecido inalteradas.

Muy por el contrario, hay que considerar las modificaciones en el capitalismo contemporáneo y las respuestas dadas por los trotskistas después del asesinato de Trotsky. Así, por ejemplo, a la salida de la segunda guerra mundial, se configuró un “nuevo marco estratégico” para la acción de los revolucionarios; donde el capitalismo restableció su equilibrio en los países centrales, mientras la revolución se desplazó hacia los países coloniales y semicoloniales. Los trotskistas, actuando en condiciones muy adversas, no fueron capaces de fortalecer las conquistas teóricas y programáticas de la IV Internacional en este nuevo marco, ni de explicar las bases del nuevo boom de la posguerra, y terminaron capitulando ante un estalinismo fortalecido y otras direcciones contrarrevolucionarias(1).

La IV Internacional, a inicios de los ´50, se dividió en dos tendencias fundamentales; unos que, liderados por Ernest Mandel y Michel Pablo e impactados por el ascenso del estalinismo, afirmaron estar ante un enfrentamiento inminente entre el “campo progresivo” (el “socialismo” stalinista) y el campo reaccionario imperialista, proponiendo la disolución de los trotskistas en los partidos comunistas. Y otros que -encabezados por Pierre Lambert, Gerry Healy, y en América Latina Nahuel Moreno-, embellecieron a la socialdemocracia, el maoísmo, el castrismo o incluso direcciones nacionalistas burguesas como el peronismo argentino. De esta forma, en contradicción abierta con el programa de transición, estas organizaciones fueron incapaces de actuar correctamente en este nuevo “marco estratégico”, y se adaptaron a direcciones contrarrevolucionarias, dejando de construir partidos efectivamente revolucionarios.

Esto debilitó sus posibilidades de intervenir en los acontecimientos de fines de la década de los 60´s, cuando el equilibrio capitalista mostró su desgaste y la tasa de ganancia comenzó a decaer, abriendo el camino a la crisis de los ´70`s. En esos años la juventud, los trabajadores y los pueblos oprimidos protagonizaron procesos revolucionarios que fueron contenidos en los países imperialistas y aplastados en las semicolonias con violentas dictaduras militares. Las organizaciones trotskistas, aunque episódicamente implementaron determinadas políticas correctas (lo que denominamos “hilos de continuidad” con la tradición revolucionaria), no sacaron las lecciones de los años anteriores, fueron incapaces de atraer a nuevos sectores revolucionarios, y profundizaron sus errores en las décadas posteriores.

La derrota del ascenso de los 70, abrió un proceso de “restauración burguesa” conocido como neoliberalismo, que duró casi tres décadas, de la mano de la restauración capitalista en los Estados Obreros. Frente al agotamiento de la ofensiva neoliberal, la profunda crisis económica que amenaza con recesión y las crecientes tendencias hacia la guerra, se acentúan las contradicciones de un sistema que ya nada beneficioso puede otorgarle a la humanidad, salvo la guerra y la hambruna.

Es en este sentido que las bases de fundación de la IV Internacional y la necesidad de reconstruirla, así como el Programa de Transición adquieren una vigencia incomparable y se actualizan con cada enfrentamiento de clase. Para su aplicación consecuente, requiere de grupos de revolucionarios que den una fuerte pelea en el terreno teórico, político y práctico. En el teórico, recreando todos los días al marxismo para contrarrestar a sus detractores “liberales” e “izquierdistas” que pretenden hacer pasarlo como antecedente del stalinismo. En la práctica cotidiana, participando con sus modestas fuerzas en los procesos donde los trabajadores avancen en el camino de conquistar su independencia de clase. Y, junto a esto, tendiendo puentes para agrupar a los revolucionarios en la perspectiva socialista, contra aquellos que consideran clausurada la época de la revolución proletaria y plantean la construcción de partidos antineoliberales. Y donde la lucha por la reconstrucción de la IV Internacional va de la mano de fusiones y acercamientos de sectores que giren a izquierda, sobre bases programáticas firmes y revolucionarias.

Por Jimena Mendoza

Notas

(1) La burocracia soviética, lejos de salir debilitada como pronosticaba Trotsky, se fortaleció a la salida de la guerra producto de la derrota que asestó el ejército rojo al nazismo.









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