A los grupos y militantes socialistas, a los trabajadores clasistas y estudiantes de izquierda

Carta a la izquierda obrera y socialista

16 Mar 2009   |   comentários

Esta carta fue enviada a la Liga de Unidad Socialista (LUS), al Grupo de Acción Revolucionaria (GAR), al Militante Oposicion de Izquierda (MOI), al Grupo Accion Socialista (GAS) y al Partido Obrero Socialista (POS), asi como militantes del PRT. Hacemos publica esta carta con la intención de abrir el debate hacia colectivos, grupos y compañeras/os que vean la necesidad de sumarse a la construcción de una alternativa socialista.

A los grupos y militantes de la izquierda obrera y socialista
a los trabajadores clasistas y estudiantes de izquierda

Dirigimos esta carta, con la intención de proponer un debate en torno a un programa socialista y una política de independencia de clase frente a la crisis, y para abrir la discusión alrededor de la necesidad y las vías para poner en pie un gran partido revolucionario.

Perspectivas convulsivas en México y en el mundo

Nuestra organización, la LTS-CC, ha seguido con atención los nuevos procesos económicos, sociales y políticos que sacuden a la sociedad capitalista contemporánea, y su refracción en nuestro país. Sobre esa base consideramos urgente abrir la discusión y explorar las posibilidades para una acción unitaria de quienes nos consideramos de la izquierda obrera y socialista. La cuestión candente es que, mientras se están configurando nuevas y más fuertes crisis y choques violentos entre las clases, los socialistas estamos en desventaja, y nuestras fuerzas están por detrás de las necesidades de la situación, para incidir con un programa revolucionario en los acontecimientos. Esto arroja luz sobre el retraso en la tarea histórica de construir una dirección política con influencia en la vanguardia obrera y juvenil, que pueda ser un embrión de partido revolucionario en México, como parte inseparable de la tarea de reconstruir el partido mundial de la revolución socialista.

La crisis económica internacional ya sume al orbe en una profunda recesión, y la depresión económica, junto con la bancarrota de las principales economías imperialistas en el mundo, es un peligro cada vez más real. Las burguesías imperialistas ponen sus esfuerzos para que la crisis caiga sobre las espaldas de los trabajadores y se preserven las jugosas ganancias que llenaron las arcas de los capitalistas en las décadas previas. En México, el gobierno de Calderón, en voz del Secretario del Trabajo, Javier Lozano, anunció su plan de contingencia laboral afirmando que "Lo que sí quiero anticipar es que este gobierno va a hacer todo lo que esté a su alcance y todo lo necesario, con los instrumentos y con el presupuesto aprobado, para llevar a cabo la agenda de competitividad que permita atraer más inversiones y generar empleo". Esta “agenda de competitividad” es, como sabemos, el plan burgués para que los asalariados resientan en sus bolsillos la debacle económica mundial.

En América Latina, el periodo anterior estuvo signado por el ascenso de los llamados gobiernos “antineoliberales” o “posneoliberales” que llegaron al poder en países como Venezuela y Bolivia. Estos gobiernos ya están pagando los costos de una política que, aunque sembró expectativas en los trabajadores, los campesinos y el pueblo, realizó concesiones a la derecha, los patrones y las trasnacionales, demostrando su carácter reformista y de conciliación de clases (más allá de los roces y diferencias con el imperialismo y con sectores de las propias burguesías nacionales más proimperialistas). Los mismos ya enfrentan la desilusión en franjas de la vanguardia obrera y las primeras páginas de resistencia de los trabajadores como, por ejemplo, en Sanitarios Maracay y Sidor en Venezuela.

A nivel internacional, mientras el capitalismo está tratando de preservarse y, en particular, el imperialismo norteamericano, muestra un importante recambio en su elenco dirigente con la llegada al gobierno de Barack Obama, asistimos a un periodo de mayores enfrentamientos políticos y roces militares a escala planetaria. Así lo enseña el conflicto en Georgia y la genocida incursión a Gaza por parte del Estado de Israel, que cobró más de mil vidas palestinas. Esto está indicando que, al calor de la crisis económica, se abren escenarios convulsivos en el terreno de las relaciones interestatales, sacudidas por los efectos de la declinación de la hegemonía norteamericana.

A la vez, comienza a evidenciarse que, en distintos países y regiones, los trabajadores y la juventud enfrentarán principalmente las consecuencias políticas y sociales de la crisis. Así lo demostraron los jóvenes y trabajadores griegos, los asalariados en Europa que enfrentan los cierres y el desempleo, los estudiantes en España, o los heroicos trabajadores de Chicago que tomaron en los meses previos su centro de trabajo y, que es todo un síntoma de lo que puede venir en el corazón del imperialismo. En días recientes, lo vimos en las huelgas y movilizaciones en Francia contra el gobierno de Sarkozy, así como en Alemania. La respuesta a los planes capitalistas está llegando a países que tradicionalmente no ocupaban un lugar destacado en la lucha de clases, como es el caso de Islandia, donde los efectos de la crisis económica, aunado a las protestas populares, llevaron a la crisis del gobierno de coalición conservador.

En México, estos últimos años han estado signados por nuevas luchas y de mayor radicalización de sectores del movimiento obrero y popular. Vimos al magisterio actuando como la punta de lanza de esta resistencia contra los planes de hambre y el ataque a las conquistas laborales (como mostró el 2008, donde el epicentro de las movilizaciones estuvo en Morelos), pero también a otros sectores de trabajadores, como son los mineros, los sindicatos universitarios e incluso en proletariado industrial, como en la industria maquiladora y hulera.
Esta nueva situación en el movimiento obrero (que se expresa desde hace varios años, con particular intensidad desde la rebelión obrera de Sicartsa y la Comuna de Oaxaca en el 2006), se articula con un amplio movimiento de protesta antigobiernista encabezado por López Obrador, de carácter pluriclasista y con demandas muy progresivas, que cuestionan los aspectos más reaccionarios de los planes del régimen, y que se expresó primero en la lucha contra el fraude contra AMLO y, más recientemente, en la lucha contra la privatización de PEMEX.

En los próximos meses, es posible que veamos nuevas respuestas obreras y populares, esta vez contra la crisis y su efecto sobre el bolsillo y el salario del pueblo trabajador. La movilización del 30 de enero, donde marcharon las principales organizaciones opositoras al gobierno, apunta en ese sentido y expresa que hay un profundo y creciente descontento contra los planes. En esta situación, pueden surgir nuevos fenómenos políticos, que sean un foco de atracción para amplios sectores populares, de trabajadores y de la juventud, y que requerirá de una respuesta por parte de quienes nos consideramos socialistas. Ante la imposición del ala derecha del PRD al votar la reforma petrolera y poner al frente del sol azteca a su candidato, es una posibilidad cada vez más concreta que surja, en torno a Lopez Obrador y sus aliados del PT y Convergencia, una nueva fuerza política que, con una política burguesa opositora y diferenciada de los demás partidos del régimen, intente atraer a las organizaciones del movimiento obrero y las masas pobres del campo y la ciudad.

Los desafíos para la construcción de una organización revolucionaria

Sin duda, la actitud a tener frente a esta nueva variante política tiene un carácter de prueba de fuego, ya que deberemos saber combinar el diálogo con las aspiraciones y las ilusiones de amplios sectores de las masas -que confiarán y verán en la misma una real alternativa-, con una ubicación independiente, no sólo en el terreno organizativo, sino también desarrollando una política socialista que plantee que no hay salida a las demandas obreras y populares bajo las perspectivas “antineoliberales” que no cuestionan el orden capitalista y bajo programas que, aunque puedan incluir medidas puntualmente progresivas, no atacan los intereses de quienes provocaron la crisis, única forma de conjurar el hambre, la miseria y la explotación que se abate sobre el pueblo trabajador.
Esta es una discusión clave hoy, al interior de las organizaciones y grupos que nos reivindicamos socialistas. No hay que olvidar que, en 1988, la emergencia de lo que luego sería el PRD, abrió una crisis en el que fuera el principal partido autodenominado trotskista (el PRT), que no sólo llevó a una ruptura organizativa del sector encabezado por Adolfo Gilly y Ricardo Pascoe - entre otros-, sino que, en los años siguientes, quienes se mantuvieron organizativamente independientes del PRD bajo el nombre de PRT, fueron empujados a participar en las elecciones a través de las listas y alianzas propugnadas por el sol azteca, desarrollando una línea de “apoyo critico” que los ubicó como un grupo socialista afín al perredismo. No debemos olvidar tampoco que, años después, la emergencia del neozapatismo provocó nuevas rupturas en el PRT, en tanto que en el resto de las organizaciones socialistas provenientes de las distintas “tradiciones” del trotskismo, depositó esperanzas manifiestas en el desarrollo del potencial revolucionario que supuestamente existía en la dirección del EZLN, el cual, más allá del heroísmo de sus bases y sus militantes, se mantuvo en los marcos de una estrategia de corte autonomista, muy lejos de una perspectiva socialista. Si hoy no existen verdaderos partidos socialistas revolucionarios en México (en el sentido que Lenin o Trotsky entendían por partido), y estamos discutiendo entre organizaciones que tenemos una influencia reducida en la lucha de clases, eso no puede entenderse por fuera de los errores cometidos desde fines de los ´80, que llevaron al desconcierto y la desilusión a cientos de militantes.

Si existe una gran lección que creemos que hay que reflexionar en México, es que la construcción de una organización revolucionaria está en las antípodas de cualquier confianza e ilusión en direcciones, sean estas “antineoliberales” o “rebeldes”, que sostienen estrategias que no son ni proletarias ni socialistas; estamos lejos de pensar que lo que faltó fue audacia para disolverse y adaptarse a estas direcciones, como tienden a sugerir algunos. En ese sentido, querer descartar esta discusión bajo argumentos superficiales de que se trata de “sectarismo”, es negarse a sacar las conclusiones políticas de la deblace y la crisis de las organizaciones que a fines de los 89 e inicios de los 90 se proponían como el embrión del partido revolucionario en México.
Creemos que una tarea fundamental de quienes nos reivindicamos socialistas, es desarrollar una tradición independiente y una organización propia, sin buscar “atajos” que nos llevarían a la sombra de perspectivas ajenas al marxismo revolucionario, y que, lejos de ser un atajo, se convertirán en un verdadero pantano. Esta tarea tiene su expresión concreta, en el momento actual, en una clara e intransigente actitud independiente respecto a proyectos tales como el que impulsan organizaciones que son claramente parte del régimen, como es el caso de la patronal Convergencia y del PT (un partido reformista que se ha integrado al régimen burgués), junto a AMLO.

Una actitud muy distinta a quienes, justificándolo bajo la idea de que son “acuerdos tácticos”, se integran y subordinan a este nuevo frente, como es el caso de la política impulsada por la dirección del PRT. Y es que, en el momento actual, bajo postulados tales como la construcción de “partidos amplios anticapitalistas” y la “unidad entre los antineoliberales”, se rebaja el programa obrero y socialista para confluir con el reformismo. Bajo esta perspectiva, debemos convocar a la militancia de organizaciones como el PRT o el Militante, a dejar de lado esta política impulsada por sus direcciones, que confunde la unidad de acción y el frente único coyuntural en la lucha, con la unidad constante y permanente (y en muchos casos estratégica) con sectores progresistas del reformismo o aún de la centroizquierda burguesa.
Si de lo que se trata es de conquistar un verdadero anticapitalismo, éste sólo puede hacerse luchando por un programa revolucionario, de carácter transicional, que parta de defender la independencia de clase y que busque hacerse carne en sectores de la clase obrera y la juventud, con una estrategia que apunte contra las bases del sistema capitalista.
Rebajar el programa en pos de la unidad, y disolver las fronteras entre revolucionarios y reformistas, lleva -bajo la excusa de actuar “tácticamente” y no romper el diálogo ni crear división-, a que la izquierda renuncie a luchar en la perspectiva de la destrucción del estado capitalista, y no prepararse para fundar partidos que luchen por la revolución socialista.
Ya planteamos antes las consecuencias, en México, de esta política. Y que, en otros países, es impulsada -como en Francia- con la disolución de la Liga Comunista Revolucionaria, en un Nuevo Partido Anticapitalista que se basa en el abandono de cuestiones fundamentales del programa revolucionario (como es la lucha por el poder obrero, la dictadura del proletariado). O en Brasil, donde el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) terminó avalando y votando programas “antineoliberales” claramente antiobreros, y que recientemente aceptó la ayuda financiera de un sector de la patronal de aquel país.

Discutamos un programa socialista y de independencia de clase frente a la crisis actual

Frente a la perspectiva de quienes, en nuestro país, intentan reciclar experiencias del pasado, construyendo organizaciones a la vera de acuerdos de colaboración de clases como los que están ensayando AMLO, el PT y Convergencia, o directamente diluidos en las filas el sol azteca, como es el caso de Militante, cobra importancia fundamental que la izquierda que se reivindica revolucionaria, basada en una clara postura principista de independencia de clase, busquemos dar pasos concretos para agrupar todas las fuerzas posibles, clarificando los acuerdos y diferencias programáticas y estratégicas que existan para la construcción de un partido revolucionario.

Desde nuestro punto de vista, consideramos que la crisis de dirección revolucionaria no se resolverá solamente a partir del desarrollo y la construcción evolutiva de nuestras pequeñas organizaciones; esa lógica puede llevar a experiencias de corte claramente autoproclamatorias, como los pequeños grupos que se consideran desde hace décadas como el “partido revolucionario” y dejan de lado las múltiples enseñanzas de Trotsky y Lenin respecto a cómo construir un partido revolucionario.

Sabemos también que la crisis económica actual no fortalece automáticamente las fuerzas de la izquierda y, que para la tarea revolucionaria, es fundamental llegar preparados a mayores ascensos con organizaciones de decenas de miles de militantes estructurados en las más importantes concentraciones obreras y con amplia influencia en la juventud y las clases explotadas.

Nuestro llamado a abrir un amplio debate y a buscar una intervención común ante la crisis actual, no busca en sí mismo, posicionarnos ante la militancia de tal o cual organización con miras a conquistar sus simpatías. Parte de la convicción de que la tarea de forjar un partido revolucionario no es sencilla y requiere de templarse en la lucha de clases, insertarse en la clase obrera, abrirse hacia la juventud de izquierda y radicalizada, debatir sobre los problemas teóricos que hacen al marxismo de nuestros días; foguearse frente a la represión del estado capitalista, y apuntalar su programa y su política en sectores vivos de la vanguardia.

En México, todas las organizaciones plantearemos que hemos trabajado por este esfuerzo. Pero no es suficiente lo que cada una hacemos en nuestros sectores de intervención, ya que, a pesar del incremento en la lucha de clases, existe una enorme separación entre la clase obrera y sus destacamentos más avanzados y el marxismo revolucionario. Como decíamos antes, el primer punto clave y esencial para cualquier práctica común ante la crisis actual, es una ubicación independiente y clasista ante los hechos de la lucha de clases, y, junto ello, discutir nuestros acuerdos y diferencias en torno a un programa obrero y socialista que responda a la crisis y que pueda ser una alternativa para sectores de vanguardia del movimiento obrero, popular y estudiantil.

Avanzar en esta discusión programática y política, puede contribuir, en el corto plazo, a poner en pie un bloque, polo o reagrupamiento de los marxistas revolucionarios, sobre acuerdos claros, concretos y políticos, que se exprese vivamente en la lucha de clases. Esto expresa una perspectiva diametralmente distinta de los intentos de fusiones y unidades apresuradas que estallan a la primera prueba de la lucha de clases. Esta es la base sobre la cual, dependiendo de los acuerdos y diferencias reales que existan, podrán, eventualmente, forjarse acuerdos estratégicos que son la base necesaria para una organización revolucionaria conjunta. Estamos convencidos de que una orientación de éstas características, se volverá atractiva para muchos jóvenes, trabajadores y compañeros que están dispuestos a luchar conscientemente por una perspectiva revolucionaria.

Por un programa y una estrategia revolucionaria en México

León Trotsky afirmaba que “Sería un error desastroso, un completo engaño, afirmar que el camino al socialismo no pasa por la revolución proletaria, sino por la nacionalización que haga el estado burgués en algunas ramas de la industria (...) Para los marxistas no se trata de construir el socialismo con las manos de la burguesía.” Acorde con esta definición que compartimos, consideramos que en México, la izquierda no puede sembrar expectativas en el proyecto de nación del lopezobradorismo o en el “programa mínimo” del Diálogo Nacional, cuyo eje central es el de humanizar al capitalismo; la subordinación al programa de AMLO así como a un frente con el PT y Convergencia, lleva a una subordinación a una política tendencialmente frentepopulista.
Por ello, creemos que es fundamental presentar y pelear frente a la vanguardia obrera y juvenil, por un programa que exprese que las tareas democráticas formales (democracia, derechos sindicales, opresión, etc.), y las que hacen a la liberación nacional en nuestros países contra la opresión imperialista y la liquidación del latifundio, no pueden ser garantizadas íntegra y efectivamente por los “burgueses nacionalistas”, y que sólo puede llevarse a cabo mediante un gobierno de los trabajadores, los campesinos y el pueblo pobre. Consideramos que este es el puente fundamental para luchar consecuentemente por una perspectiva socialista y por la dictadura del proletariado. Dictadura del proletariado sobre el capital que, ni los fundadores del marxismo, ni sus continuadores, como Lenin y Trotsky, opinaban que se tradujera en el mando de unos pocos con privilegios, sobre la mayoría, sino que, siempre apelaron a una forma de democracia que supera por mucho a la república burguesa mas democrática: el poder de los organismos de democracia directa de los trabajadores y los explotados. La tergiversación que se ha hecho de la “dictadura del proletariado”, deber ser combatida sin cuartel por los que nos reivindicamos socialistas.

Algunas propuestas

Con esta carta, no queremos ocultar las diferencias que existen entre las distintas organizaciones que en México se reivindican de la izquierda revolucionaria. Pero sí consideramos que todas ellas, deben ser puestas a la luz de la situación actual y bajo una nueva perspectiva.

1.- Partimos de considerar que es necesario explorar las posibilidades reales para intervenir conjuntamente con una política y un programa común frente a las luchas cotidianas del movimiento obrero y juvenil. No buscar esta posibilidad sería sectario frente a la fortaleza de la patronal, el charrismo sindical, el gobierno y sus instituciones reaccionarias o la policía. De concretarse, eso posibilitaría que en cada lucha reivindicativa, cada huelga, cada embate, se amplifique la difusión y la propaganda de un programa socialista. Como aporte a ello, proponemos para la discusión las elaboraciones programáticas expresadas en nuestras últimas publicaciones (Estrategia Obrera de diciembre y Revista Contra la Corriente), junto a las elaboraciones de las demás organizaciones que consideren pertinente esta convocatoria, con miras a construir un programa transicional frente a la crisis y la lucha por organismos democráticos de la clase obrera.

2- Por otra parte, consideramos fundamental que un acuerdo programático de estas características, debe hacerse sobre la base de defender la más absoluta independencia de clase de la izquierda socialista y la clase obrera, e impulsar la organización independiente de la clase obrera, retomando las enseñanzas del marxismo revolucionario en torno a la lucha por la autoorganización del proletariado y las masas en lucha. Esta es una pelea a dar en cada lucha y centro de trabajo.

3.- Como decíamos antes, creemos que una dinámica de discusión programática y política y de una intervención común, es el mejor método, el más revolucionario, el menos diplomático y menos centrista, para poner en pie una organización superior a las que actualmente existen en México. Contra aquellos que consideran que un partido revolucionario puede construirse sobre la base de acuerdos generales y superficiales y organizarse en forma laxa, pensamos que la tarea de destruir al estado capitalista requiere de una organización de profesionales en el sentido leninista. Por ello creemos que la construcción de un partido común, para que sea un instrumento de la lucha de clases, debe basarse en una clara estrategia y programa revolucionario, que es la base para un funcionamiento centralista democrático, y diferenciándose de aquellas experiencias de unidad que acaban poniendo en pie organizaciones que son una suma de tendencias políticas y que, a la primer prueba de la lucha de clases, estallan en mil pedazos desmoralizando a decenas de militantes. Estamos concientes de que existen diferencias, y no las soslayamos; pero estamos abiertos a pensar que la misma lucha de clases que hoy se despliega, puede generar un acercamiento entre distintas organizaciones e individuos; esa es la historia del movimiento marxista desde sus inicios, justamente por ser un movimiento vivo y permeable a las tendencias revolucionarias de la realidad y la lucha de clases.

4-. Esta carta va dirigida a distintas organizaciones y grupos con los que hemos coincidido en determinados hechos de la lucha de clases y organismos de frente unico. En lo inmediato, esperamos poder realizar reuniones para discutir esta propuesta y las que surjan. Consideramos que es fundamental comenzar a construir un bloque o polo independiente, basado en un programa común de los socialistas y, a partir de ahí, iniciar una relación sistemática que permita abrir terreno en las distintas discusiones. Junto a propuestas de intervención conjunta ante hechos claves de la lucha de clases, y la realización de reuniones y foros, creemos que sería una gran iniciativa realizar un ENCUENTRO DE LA IZQUIERDA OBRERA Y SOCIALISTA, que sea un foco de atracción para los trabajadores y jóvenes de izquierda. El mismo podría servir para discutir, ampliamente y de cara a nuestra militancia, de otras organizaciones y sectores independientes, un programa revolucionario, y darle forma a un bloque político obrero y socialista.

Con saludos revolucionarios,

Dirección de la Liga de Trabajadores por el Socialismo- Contracorriente
México D.F. a 4 de marzo de 2009









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