El MORENA ante los empresarios y el imperialismo
29 Oct 2011
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Recientemente fue registrado el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) como asociación civil, formalizando la estructura que López Obrador construyó por todo el país en respaldo a su candidatura para la Presidencia de la República. El registro del MORENA alentó a quienes ven a AMLO como una alternativa frente a la ubicación derechista de otros sectores y personajes del PRD, como Marcelo Ebrard, quien coquetea con la posibilidad de aliarse con el PAN para las elecciones presidenciales.
Luego, AMLO se fue de gira por Estados Unidos y España, se reunió con empresarios de Monterrey y se presentó ante la Cámara de la Industria de Radio y Televisión, metiéndose así de lleno en la “pre” campaña electoral. La mayoría de los analistas coincidieron en el tono conciliador de las declaraciones de López Obrador durante esta gira, respecto a la relación que establecería con Estados Unidos, los empresarios y los medios de comunicación.
¿Qué significa la “cooperación” con Estados Unidos…?
López Obrador refirió que quiere "convencer a Estados Unidos que, por el bien de ambos, es más eficaz aplicar una cooperación para el desarrollo y no insistir en la cooperación policial y militar". Ya antes, había mencionado que pretendía una relación con Estados Unidos basada en el “respeto a la soberanía”.
Pero sin acabar definitivamente con los mecanismos que someten al país al imperialismo no hay “soberanía” que valga. La “cooperación” entre una nación imperialista y una oprimida (semicolonial), sólo puede servir a los opresores.
¿Qué clase de “cooperación” puede haber cuando la injerencia de los yanquis en nuestro país es mayor que nunca?
Con escándalos como el de la operación Rápido y furioso, que permitió el ingreso de miles de armas para el narco; con un plan intervencionista como el Plan Mérida, al estilo del contrainsurgente Plan Colombia; con la operación de agentes estadounidenses en territorio mexicano; con la militarización de la frontera; así como amenazas de una intervención militar directa, como las que formulan sectores del Partido Republicano.
Cuando se endurecen las políticas antiinmigrantes en Estados Unidos, el campo mexicano está devastado por el TLC y la industria nacional subordinada a las exigencias de las transnacionales; cuando aumenta la sangría de la deuda externa y las empresas extranjeras se apoderan de nuestros recursos naturales.
Llama la atención que AMLO se haya cuidado muy bien en su gira por Estados Unidos, de no tocar a fondo ninguno de esos temas, lo que provocó el beneplácito de los representantes del establishment yanqui.
La única forma de alcanzar una verdadera soberanía nacional, implica luchar por echar abajo el TLC; por dejar de pagar la deuda externa; por reclamar plenos derechos para los migrantes en Estados Unidos; por nacionalizar los bancos, las empresas extranjeras y las privatizadas bajo control de sus trabajadores; por echar abajo la Iniciativa Mérida y acabar con toda injerencia del imperialismo en nuestro país.
López Obrador pretende una relación más “aceptable” con Estados Unidos, sin romper la dependencia al amo imperialista para no confrontar sus intereses. Los socialistas decimos, ninguna “cooperación” con el imperialismo, que explota, saquea, invade y bombardea a otros países; por la unidad y la solidaridad con el pueblo y los trabajadores de Estados Unidos, que padecen los planes de su gobierno.
¿Reforma del régimen?
En España, AMLO abogó por un "cambio de régimen" que logre una "renovación de la vida pública”. Para ello, propuso reducir los sueldos de los altos funcionarios, combatir la corrupción y realizar una reforma fiscal, que permitiría obtener recursos para programas sociales. También propuso la modernización del sector energético, la inversión en infraestructura, el combate a los monopolios, así como el apoyo al campo para lograr la “seguridad alimentaria”.
Si bien es cierto que López Obrador se diferencia del PAN y el PRI en estos temas de política social, en el terreno político lo que propone no es un “cambio de régimen”, sino reformar algunos de los aspectos más disfuncionales del régimen de la alternancia, sostenido por el PRI y el PAN, pero también por el PRD y los partidos que apoyan al MORENA.
Esto pretende lograrlo por la vía electoral, con un gobierno que tome algunas medidas contra la corrupción, que efectúe cambios administrativos y otorgue programas asistenciales, pero conservando lo esencial del reaccionario andamiaje institucional, que permite conducir al país de acuerdo a los intereses de la clase dominante.
AMLO no se propone acabar de raíz con este régimen presidencialista-autoritario; con un Congreso que no representa a la población trabajadora; con la PGR y tribunales al servicio de los grupos de poder; con una Suprema Corte de Justicia subordinada al Poder Ejecutivo; con un IFE antidemocrático; con un sistema electoral reaccionario que excluye a las organizaciones de los trabajadores; con la impunidad y el poder de la Iglesia y los militares; ni con la opresión a las minorías como la indígena, etc.
Un régimen que tutela e interviene impunemente las organizaciones obreras y legitima golpes como el que se dio al SME. Un régimen al servicio de los patrones y el imperialismo, que garantiza los planes de miseria y la antidemocracia contra los trabajadores y el pueblo.
En un país con millones en la pobreza, proponer reducir a la mitad el insultante salario de los altos funcionarios (cuando no tendrían por qué ganar más que cualquier empleado medio), no contrarresta en nada la miseria de los trabajadores del campo y la ciudad.
Aunque dice que combatirá la corrupción, cuando se le preguntó si desde el gobierno promovería el juicio contra la “mafia en el poder”, AMLO aclaró que busca “justicia” no “venganza”, dando a entender que pueden dormir tranquilos los represores y corruptos de ayer y de hoy. Tal vez por eso su apadrinado en Oaxaca, Gabino Cué, no le ha tocado ni un pelo al asesino ex gobernador Ulises Ruiz.
¿Qué “justicia” puede haber sin luchar por el castigo para los responsables políticos de la “guerra contra el narco”, que se ha cobrado la vida de más de 50,000 personas?
¿Cómo combatir a la “oligarquía” sin proponerse abolir a las instancias de representación aristocráticas, como es el Senado y la propia institución presidencial?
¿Cómo hablar de “cambio” sin plantear abierta y resueltamente las demandas democráticas más elementales, como es el derecho al aborto legal, seguro y gratuito en todo el país, en un país donde el feminicidio sigue impune y decenas de mujeres están presas por abortar?
Son sólo algunas cuestiones que AMLO ni menciona, para no confrontarse con la clase política (de la que forma parte como sector de izquierda) y la Iglesia, pero que cualquier demócrata consecuente debería como mínimo plantearse.
¿Acuerdo con empresarios o movilización obrera y popular?
De regreso a México, López Obrador se reunió con importantes empresarios regiomontanos y, después, con los representantes de los medios de comunicación nucleados en la CIRT. Ahí se comprometió entre otras cosas a no realizar expropiaciones ni a retirar concesiones, a combatir los monopolios, a no poner en riesgo los “equilibrios macroeconómicos” y a mantener finanzas públicas sanas.
Estas declaraciones van a tono con su proyecto de encontrar empresarios “progresistas” que le apoyen, para lo cual se vio obligado a insistir en que no afectará sus intereses. A lo sumo, propone fomentar la competencia para abaratar los costos y que las empresas paguen impuestos de acuerdo a sus ganancias.
Pero la crisis está demostrando que no hay patrones “buenos” y “malos”. Todos buscarán mantener sus ganancias profundizando la explotación de la clase trabajadora y atacando sus derechos laborales. Cabe decir que en las propuestas de López Obrador, reivindicaciones propiamente obreras (como aumento salarial, el respeto a los contratos colectivos, a las jubilaciones y pensiones, etc.), están casi totalmente ausentes.
Aunque AMLO aparece hoy como oposición al PRI y al PAN ante el colaboracionismo de la dirección del PRD, y aunque muchas de sus propuestas puedan ser bien vistas por sectores de la población (incluyendo empresarios), el capitalismo “humanizado” que pretende es una utopía reaccionaria que promueve la conciliación de clases e impide que los trabajadores enfrenten a sus explotadores.
Ahora López Obrador quiere limpiar su imagen de cualquier viso de radicalidad, para aparecer como una opción “responsable” ante la burguesía y el imperialismo, asegurándoles que no afectará sus intereses y que es, por el contrario, quien puede sacar al país de la crisis económica y social (que ellos mismos generaron).
Por el contrario, para los revolucionarios de la LTS, no hay salida posible a la crisis sin luchar por romper con la subordinación del país al imperialismo, con independencia de clase y un programa para que la crisis la paguen los patrones. Hasta lograr imponer un gobierno de los trabajadores del campo y la ciudad, basado en su organización democrática, que le dé una salida efectiva a sus demandas.
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