La crisis se politiza y globaliza velozmente

El capitalismo en terapia intensiva

11 Oct 2008   |   comentários

  • Crisis financiera

Jueves 9 de octubre de 2008

La división europea frente a la crisis financiera internacional, y la semana anterior la fractura en los partidos republicano y demócrata en Estados Unidos, muestran que la crisis capitalista mundial -la más importante desde la década de 1930- se politiza en forma acelerada. El salto en la crisis europea y la repercusión en los países semicoloniales y dependientes, son indicadores de la globalización de este desastre financiero. Como venimos explicando, la mayor internacionalización de la economía y de las finanzas ocurrida en las últimas décadas, permitió una recuperación de la tasa de ganancia, pero también ha aceitado los mecanismos de contagio de las crisis.

EE.UU.: ¿Se evitará una gran depresión?

La aprobación del Plan Paulson en la Cámara de Representantes el pasado 3 de octubre no fue suficiente para frenar la caída de los mercados en todo el mundo. Ante esta situación, la Reserva Federal (FED) tuvo que tomar medidas extremas para evitar el colapso financiero y, sobre todo, remediar la falta de financiamiento de las empresas, lo que podría precipitar la entrada en una Gran Depresión.

Así, la autoridad monetaria pagará intereses a los bancos por las reservas que tengan en la FED con el objetivo de mejorar las condiciones de liquidez de las entidades financieras. Pero, más importante aún, anunció la constitución de un fondo para comprar pagarés de las empresas que se han quedado sin financiamiento en los mercados de crédito. La creación de un Fondo de Financiación de Títulos Comerciales (CPFF, “Commercial Paper Funding Facility”), anunciado por la FED tiene como objetivo proveer liquidez a las empresas que emiten deuda privada, y que cada vez encuentran menos compradores en los mercados.

Pero esto tampoco fue suficiente y las bolsas siguieron en baja. El detonante esta vez fue el discurso del presidente de la FED, Ben Bernanke, quien aseguro que estaría “reconsiderando si su actual postura -mantener los tipos de interés en el 2%- sigue siendo la adecuada a la luz de los acontecimientos” y ha dejado las puertas abiertas a una baja de tipos de interés a corto plazo ante “el empeoramiento de las perspectivas de crecimiento económico”. Estas declaraciones, que muestran que la crisis va a seguir empeorando, desataron el pánico. Los números rojos se apoderaron del sector bancario. Sovereign, Wachovia y National City, que eran los únicos que habían registrado subas al comienzo de la jornada del 6 de octubre, se desplomaron un 15%, un 11% y un 9%, respectivamente. Mientras, entidades como Citigroup, Goldman Sachs o JP Morgan cayeron entre un 8% y un 13% al cierre. Uno de los bancos más castigado fue el Bank of America, con un derrumbe de más del 26%.

La gravedad de la crisis se demuestra en la impotencia de las autoridades monetarias y políticas. Valga como ejemplo el efecto inverso al esperado de la aprobación del plan de salvataje de 700.000 millones de dólares, o la reacción negativa ante la medida de la FED de comprar deuda de las empresas.

El intento concertado de los principales bancos centrales del mundo de bajar medio punto las tasas de interés tuvo apenas un impacto limitado.

Todo parece indicar que, cada vez más, empieza a instalarse una lógica perversa basada en la certeza de que ante la magnitud de la crisis, cualquier intervención es una gota en el océano.

Un brutal deterioro financiero y económico norteamericano

La convicción de que ninguna medida funcionará expresa el profundo deterioro de las finanzas y la economía norteamericanas. Haciendo una metáfora, el “sistema circulatorio” del capitalismo está obstruido. Esto hace que haya partes a las que la sangre -el dinero y el crédito- no fluye, lo que amenaza con matar al paciente, la economía. Hasta el imperturbable Warren Buffett, el hombre más rico del mundo y que se ha convertido con su rescate privado de bancos y empresas en el J Pierpont Morgan moderno [1], ha dicho que la “sequía crediticia” está “chupando la sangre” fuera de la economía.

Estamos atravesando un momento crítico en el que puede quedar seriamente afectado el mecanismo de transferencia de fondos desde el ahorro a la inversión.

El crédito interbancario se ha encarecido a niveles que hacen prácticamente imposibles las transacciones, debido a que ninguno confía en que recuperará el dinero prestado. Esta desconfianza ya se está trasladando a la sociedad, como muestra el inicio de corrida en diversos segmentos del sistema financiero y bancario. La situación comienza a ser similar a la del crack de 1929, en la que cualquier mecanismo de incentivo de liquidez era completamente inútil. Se había establecido un círculo vicioso: los bancos usaban el dinero estatal para resolver sus problemas y no para dar crédito. Esta falta de financiamiento ahogaba la economía real. Las firmas, para evitar la asfixia, retiraban sus fondos de las instituciones financieras para poder mantener su actividad y hacer frente a sus gastos corrientes. El resultado era que los bancos necesitaban más dinero del Estado para sanear sus balances.

Justamente, el financiamiento de la FED a las empresas busca evitar este escenario. ¿Llegará a tiempo o ya los daños son irreversibles?

Los datos de la economía real son cada vez más preocupantes. Sólo en septiembre se han perdido 159.000 puestos de trabajo, la caída mensual más alta desde marzo de 2003. Pero la tasa de desempleo actual, que ronda en promedio algo más del 6%, no será nada si colapsa el sistema de financiación de la economía.

Ya hay algunos síntomas de lo que puede llegar a pasar. Por ejemplo, California, el Estado más poblado de Norteamérica, adelantó que necesitará un préstamo del gobierno nacional de 7.000 millones para poder pagar los servicios públicos como la policía, los hospitales o los bomberos. Empresas de punta como General Electric (GE), están buscando financiamiento en forma desesperada. General Electric logró que Berkshire Hathaway, la compañía de Warren Buffett, comprara acciones preferenciales por 3.000 millones de dólares. Pero no todas las empresas tienen esa suerte y muchas están fuertemente endeudadas. Este encarecimiento del financiamiento no sólo hará más conservadores los planes de inversión, sino que afectará las ganancias. Aunque a diferencia del desplome de la burbuja de las “punto com” la mayoría de las compañías están menos expuestas -una expresión de que la ganancia acumulada no se reinvirtió- muchas empresas automotrices y de autopartes y comerciantes minoristas tienen montañas de deudas.

(Des)Unión Europea: la crisis se puede llevar puesto al euro

Para la Unión Europea (UE), a diferencia de Estados Unidos, la actual crisis puede transformarse en una crisis del régimen monetario. La generalización de la crisis bancaria a nivel de la Unión podría destruir su moneda común, el euro, cuya creación nunca fue acompañada por el establecimiento de instituciones adecuadas para hacer frente a las crisis financieras. Este no es un olvido casual sino que tiene que ver con las debilidades estructurales del proyecto comunitario, y expresa de forma aguda sus contradicciones insalvables.

La cuestión es que la UE facilitó en gran medida la integración de la banca europea creando gigantes que fueron más allá de su capacidad de administrarlos a nivel continental. Ahora que los mercados de créditos están paralizados estas instituciones tienen una exposición crediticia (pasivo) que supera varias veces la capacidad impositiva de los países de origen. Este es el caso del Deutsche Bank alemán, con un pasivo que supera en 1,5 veces lo que ingresa a las arcas estatales en concepto de impuestos, o el Barclays de Inglaterra, que lo duplica. Esto contrasta con, por ejemplo, los pasivos del Bank of America, que son aproximadamente la mitad de los ingresos impositivos de los EE.UU.

La actual crisis, que golpea de lleno en los principales bancos europeos, ha puesto en evidencia esta vulnerabilidad del proyecto comunitario, desatando una política de “sálvese quien pueda” entre sus países miembros.

Hay un proceso acelerado de renacionalización de las políticas financieras en los 27 Estados miembros de la UE, que ya no miran a Bruselas (sede de las instituciones de la UE) antes de actuar. Por ejemplo, Irlanda decidió garantizar por dos años todos los depósitos (incluida la deuda) de los bancos, lo que desató una guerra por los depósitos al interior de la UE. El paso unilateral dado por Alemania, después de una reunión de coordinación en París junto a Francia, Inglaterra e Italia para encontrar medidas en común a la crisis, fue una muestra patética. Posteriormente, el compromiso alcanzado el 7 de octubre entre los ministros de finanzas de los 27 (Ecofin) está lejos de fijar un estándar común para la protección de depósitos. Estos acordaron elevar la garantía para individuos con una suma de al menos 50.000 euros. Pero la propuesta inicial de subirla a 100.000 euros no tuvo consenso. Algunos países, como los de Europa del este y Finlandia entre otros, consideraban que un techo tan elevado implicaría una carga muy pesada, mientras que Grecia, España, Holanda, Bélgica y Austria han anunciado que elevarán el techo de garantía a 100.000 euros. Pero esto puede ser insuficiente para responder al verdadero problema: el peligro de fuga de patrimonios medios-altos que superan esta cantidad hacia otros países europeos que han garantizado el 100% de los depósitos, como Alemania e Irlanda. Este riesgo sigue existiendo porque, como muestra el hundimiento de los bancos británicos, continúa la desconfianza generalizada. Algunos medios dan una visión más optimista de la reunión de los ministros de Finanzas. Por ejemplo, el Financial Times Deutschland resalta las declaraciones de la ministra francesa, Christine Lagarde, de que la UE no aceptará una versión propia de Lehman Brothers (el banco de inversión norteamericano cuya caída significó un antes y un después en la crisis financiera mundial). Según este diario, no hay un plan de rescate masivo, similar al que planteó Francia y rechazó, pero sí una coordinación de los esfuerzos nacionales. Angela Merkel, la titular del gobierno alemán, anunció que está trabajando para establecer criterios que permitan distinguir entre las instituciones sistemáticamente relevantes y aquellas que no lo son. Este criterio se puede transformar en la madre de todas las discordias. Si el Congreso norteamericano se dividió frente al Plan de salvataje de su propia banca, ¿quién garantiza que los 27 lleguen a ponerse de acuerdo sobre qué bancos salvar cuando están en juego los intereses nacionales de los Estados miembros? Esta política sólo puede terminar exacerbando las disputas en el seno de la UE.

El problema de fondo es que los países más fuertes como Alemania no quieren utilizar sus recursos impositivos para salvar, por ejemplo, a la banca española, cuyo rescate costaría arriba de los 500.000 millones de euros. En este marco de (des)unión europea, no sorprende que las bolsas sigan cayendo en picada.

El plan de rescate del gobierno británico, que anunció un paquete de ayuda de 62.000 millones de dólares, no fue suficiente para calmar el pánico. Según el ministro de Finanzas, el dinero servirá para comprar acciones en los principales bancos del país - una renacionalización parcial- , que el 7 de octubre sufrieron fuertes caídas que llegaron hasta cerca de un 40% en el caso del Royal Bank of Scotland (RBS). Hasta el momento, las instituciones que han confirmado su participación en el programa de recapitalización son el Abbey, Barclays, HBOS, HSBC, Lloyds TSB, Nationwide, RBS y Standard Chartered.

El caso de Islandia, uno de los eslabones más débiles de Europa, muestra a los extremos que puede llegar la crisis si se sigue desarrollando en los países del continente. Ésta se encuentra en una avanzada “argentinización” (en referencia al crack económico y default argentino de 2001), cuya moneda se ha devaluado un 50% en un año con respecto al euro y al dólar, perdiendo de hecho su capacidad como medio de pago. Sus autoridades se quejaron de que los amigos del país no han ofrecido asistencia financiera, forzándolo a buscar una inyección de dinero de Rusia. Pero no sería necesario llegar a este punto para que la eurozona sea puesta en cuestión. Por ejemplo, el abandono a su suerte y la eventual caída de las finanzas italianas o el sistema bancario español [2] pondría en riesgo la integridad de la Unión. Y esto podría suceder muy rápidamente ante la crisis de un banco de envergadura, por ejemplo el Unicredit italiano, fuertemente expuesto en Europa del este y los países Bálticos o de algún gobierno.

Muchos se aferran a la idea de que la historia de la UE está signada por crisis que amenazaron con destruirla pero que, en última instancia, terminaron fortaleciéndola. Sin ir más lejos, el establecimiento del euro requirió prácticamente el colapso del Sistema Monetario Europeo de 1992/95. Para muchos esto podría repetirse, dando como resultado el surgimiento de una Europa Federal en la que el gobierno central tenga poderes significativos al grado que, por ejemplo, Francia en la Eurozona sea igual que Texas en EE.UU.. Pero la existencia de fuertes intereses nacionales hacen que este escenario sea altamente improbable, o más aún, utópico. Para que “Francia sea Texas” serían necesarios cambios superiores a los actuales -que la crisis sea mucho más devastadora, o la conquista de nuevas zonas de influencia, etc.-, que puedan barrer las diferencias que separan a los 27 Estados de la Unión, especialmente los distintos intereses de las potencias, ya que no hay un camino evolutivo hacia una mayor integración. Por el contrario, si la crisis se profundiza, es altamente probable que “se lleve puesto” al euro.

¿Qué pasará con el dólar? ¿Se encamina la situación hacia una fragmentación del mercado mundial?

Los analistas de corta mira del New York Times dicen maravillados: “Las bolsas se están desplomando; el mercado crediticio sigue congelado, y algunos funcionarios extranjeros predicen que Estados Unidos perderá su status de superpotencia financiera. Sin embargo, el dólar, el símbolo más visible del poderío financiero estadounidense, está en alza”.

Una combinación de factores explica la fortaleza del dólar.

En primer lugar, el crecimiento del dólar responde a la repatriación de fondos de las instituciones financieras norteamericanas a EE.UU. que tanto necesitan, junto al hecho de que los especuladores están deshaciéndose de sus posiciones en todo el mundo, “refugiándose” en los bonos del Tesoro norteamericano. El dólar ha sido fuertemente respaldado por la Reserva Federal, que estableció una red de intercambio monetario con el Banco Central Europeo, el Banco de Japón, el Banco de Inglaterra y otros bancos para proporcionar dólares a los bancos extranjeros. En una escala sin precedente, la Reserva Federal ha debido ampliar la liquidez de dólares al sistema financiero internacional en una magnitud de 1,25 billón de dólares.

En segundo lugar, el dólar ha subido recientemente debido al hecho coyuntural de que los indicadores de la economía norteamericana en el segundo trimestre fueron mejores que los de Europa y Japón, que ya entraron en recesión; a la vez que la devaluación previa del billete verde ha empujado las exportaciones norteamericanas al mundo, en especial en productos agrícolas.

En tercer lugar, los países de Asia en gran parte sostuvieron al dólar como parte de una política exportadora agresiva que les permitió mantener altas tasas de crecimiento luego de la crisis de 1997/98. El paso a una economía basada en el mercado interno, como sugieren varios analistas, cuando el consumo chino es apenas superior a un 30% del PBI, no es algo que pueda hacerse en forma rápida y no traumática, por lo que estos países tienen un interés estratégico en evitar una rápida depreciación del billete verde. La masiva acumulación de reservas producto de esta política comercial agresiva llevó a que estos países compren bonos del Tesoro norteamericano o de empresas como Freddie Mac y Fanny Mae, es decir, activos financieros. En estos momentos, en los que hay un importante interrogante sobre el futuro del euro, los fondos soberanos deben ser cautelosos en una política de diversificación.

Dicho esto, hay que considerar los factores políticos. Es que si la hegemonía norteamericana se basaba en el control del dólar como moneda de reserva mundial, este privilegio se sostenía no tanto por el peso de su economía en el mundo, que ha venido retrocediendo en las últimas décadas, sino fundamentalmente porque después de la debacle de la ex URRS era la única superpotencia basada en una supremacía militar e influencia (“consenso”) internacional indiscutibles. Estos factores se han venido erosionando agudamente en el último período, como muestra la debacle en Irak y Afganistán y el reciente conflicto entre Rusia y Georgia. El hecho de que Alemania, una pieza clave de la OTAN, se haya comprometido en Moscú a no apoyar la entrada de Georgia y Ucrania a la OTAN, amplifica la debilidad de Estados Unidos.

Si el dólar lograra mantenerse sería un golpe para la Unión Europea y el euro. Sin embargo, la agudización de la crisis en EE.UU. y a nivel mundial socavan las bases que hasta ahora sustentaron la fortaleza del dólar, a la vez que los masivos rescates del sistema financiero y corporativo en EE.UU. y el crecimiento geométrico del endeudamiento del Estado norteamericano están hundiendo sus bases de apoyo. Pareciera ser que la cuestión es si va a haber una corrida contra el billete verde.

En este marco, la actual crisis financiera internacional que tiene su epicentro en EE.UU. y que es a la vez una crisis del modelo anglosajón y, más importante aún, del “patrón de crecimiento” impulsado en el endeudamiento que le permitió vivir mas allá de su medios durante décadas, es un golpe que puede ser demasiado fuerte para su capacidad de liderazgo y la fortaleza del dólar. En gran parte esto dependerá del manejo de la actual crisis de las autoridades norteamericanas, que como mostró la crisis parlamentaria de la semana pasada, raramente habían manifestado tal impotencia, cobardía, “vacío de dirección”, de parte de la administración, la dirección del Congreso y los dos candidatos a la presidencia. En este marco la hipótesis que plantea Jacques Sapir, economista e historiador francés, no puede descartarse: “Que el escenario más temido se desarrolle o no depende de la forma en la que los managers de los fondos privados en Asia y en el Oriente Medio decidan mejorar su estrategia de cartera de accionistas. Si la sensación de incertidumbre sobre el liderazgo de los EE.UU. y su capacidad de administrar la crisis actual los lleva a perder su confianza (aunque sea una “confianza con problemas”), llevándolos a deshacerse de sus acciones en dólares, entonces los fondos soberanos tendrían que seguirles rápidamente para evitar grandes pérdidas de capitales. Una caída del 25 al 35% del valor del dólar contra otras monedas, unido a cambios dramáticos en los movimientos de flujo de capitales y los precios de las commodities, se volvería entonces un hecho bastante probable. Esto crearía gran incertidumbre en todo el mundo y empujaría hacia una fragmentación cada vez más grande del espacio financiero, con la probable emergencia, como consecuencia, de monedas de reserva regionales.”(“How far could the US dollar fall?” Real-World Economics Review, issue no. 47). En este sentido, ya empiezan a oírse voces como la del ex presidente de Thailandia, Thaksin Shinawatra, quien fue el primero que se alejó de la ortodoxia del FMI post crisis asiática, planteando la necesidad de un “bono asiático que puede salvarnos a nosotros del dólar” (Financial Times 6/10). La eventual caída del dólar, lo que significaría la pérdida de la principal moneda internacional de referencia e intercambio, daría lugar al surgimiento de zonas de distintas monedas, es decir a una situación de mayor anarquía y lucha intercapitalista a nivel mundial, con tensiones y conflictos interestatales, y también oportunidades para la lucha de clases, de magnitud similar a los vividos en la primera mitad del siglo XX. Esas décadas mostraron el desarrollo agudo de la época que los marxistas llamaron de “crisis, guerras y revoluciones”.


La crisis y la desesperación de los analistas
Nouriel Roubini, que desde que comenzó la crisis en 2007 viene alertando sobre el peligro de un desenlace como el actual, no para de escribir análisis catastrofistas, solicita medidas extremas y sigue criticando a la FED por perder el tiempo, aunque ésta ya ha empezado a tomar algunos de sus consejos, por ahora con no muy buen resultado. Pero la gravedad extrema de la crisis ha puesto en alerta a otros analistas que expresan el punto de vista “oficial” del establishment financiero, como por ejemplo Martin Wolf, el principal editorialista del Financial Times, el diario de la City londinense. Su columna de esta semana comienza con una cita de Keynes y, en un tono desesperado plantea: “Como habría dicho John Maynard Keynes: “Cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión. ¿Qué hace usted, señor?” Yo fui cambiando de opinión a medida que crecía el pánico. Los inversores y los prestamistas han pasado de confiar en cualquiera a no confiar en nadie. (...) Pero el pánico injustificado también causa devastación. Hay que frenar esto, no la próxima semana, sino ya mismo.

El momento para una política de institución por institución y país por país, sin orden ni concierto, está superado. Me llevó un tiempo - se podría decir bastante largo - darme cuenta de todos los peligros. Puede ser que el Tesoro de Estados Unidos haya cometido errores, particularmente la decisión de dejar caer a Lehman, lo que disparó el pánico actual. Entonces, ¿qué hacer? En una palabra: “todo”. Las economías afectadas representan más de la mitad de las ganancias globales. Esto hace que ésta sea la crisis más significativa desde la de los `30.”(“It is time for comprehensive rescues of financial systems”, Financial Times 7/10).

Cada vez son más los analistas que empiezan a despertarse del sueño de la “globalización” y las maravillas de los nuevos instrumentos financieros. Un solo ejemplo sintomático de un sitio afamado: “En junio de 2008 escribí un artículo para VOXEU en el que predecía una recesión suave para 2009. Durante las últimas semanas la situación ha empeorado, e incluso esas predicciones pesimistas eran muy optimistas. Ahora creo que Europa y EE.UU. se hundirán en una recesión grave el próximo año, con un PBI que se contraerá en un 3% en 2009 y con un aumento del desempleo de 3 millones en Europa y EE.UU.. Esta sería la peor recesión desde 1974-75. De hecho la situación actual tiene tantos paralelos con la Gran Depresión de 1929-32, cuando el PBI cayó cerca del 50% en EE.UU. y 25% en Europa, que mis predicciones podrían ser nuevamente muy optimistas”. Y agrega: “...el aumento en la incertidumbre y el colapso bancario se parecen a la Gran Depresión. Asombrosamente, igual a lo que ocurre en la actualidad, la Gran Depresión empezó con un colapso del mercado bursátil y un derrumbe del sistema financiero. Los bancos retiraron las líneas de crédito y los préstamos interbancarios se congelaron. La junta de la Reserva Federal está luchando desesperadamente tratando de restaurar la calma, pero no lo consiguen. Lo que siguió fueron niveles altísimos de volatilidad del mercado bursátil y una recesión de proporciones sin precedentes.”(“The credit crunch may cause another great depression”, Nicholas Bloom, Vox 8/10). Con análisis y predicciones como ésta -totalmente realistas, por otro lado- se comprende el pánico de los inversores, a pesar de las medidas excepcionales de los gobiernos y autoridades monetarias.


Los países semicoloniales y dependientes fuertemente golpeados
Por primera vez desde que comenzó la crisis financiera, los países semicoloniales y dependientes sintieron con toda violencia el impacto de la crisis. Este impacto ya se estaba anunciando con la caída de las exportaciones a los países centrales y el endurecimiento de las condiciones crediticias en los mercados internacionales de dinero, pero esta semana estalló con fuerza.

Los precios del petróleo, los granos y los metales industriales cayeron en picada, registrando una de sus mayores bajas en medio siglo. Este giro brusco en el precio de las materias primas provocó una retirada masiva de fondos, disparando corridas accionarias en América Latina, Asia y Europa del este. El índice accionario MSCI de los mercados emergentes tuve el lunes una caída del 11%, la más importante desde 1987. Rusia suspendió sus mercados bursátiles después de que el índice Micex de Moscú se desplomara un 19%, su mayor caída en un día desde el default de la deuda soberana en 1998. En América Latina, los mercados accionarios tuvieron su peor día desde la crisis rusa en 1998 como consecuencia de la caída del precio mundial de las materias primas y de la fuga de capitales hacia la “calidad“ de los bonos del Tesoro norteamericano. Brasil tuvo que suspender en varias oportunidades las operaciones bursátiles ante el derrumbe del índice Bovespa. Además, el dólar tuvo su mayor disparada en un día desde la devaluación del real en 1999, que terminó de hundir a la Argentina en la recesión, previo al colapso de la convertibilidad.. Todo indicaría que Brasil, que en los últimos años recibió un importante ingreso de capitales, pueda sufrir un desangre financiero, que se trasladará, probablemente, al terreno social. Los paísess de América Central y del Caribe también están afectados por la disminución del comercio con Estados Unidos y la caída de las remesas. El futuro de México también se complica por iguales motivos, además de la caída de los precios del petróleo.

El dólar australiano, la moneda guía de los países productores de materias primas, entró en una debacle cayendo un 9,7% contra el yen en la mayor caída diaria de su historia, mientras los inversores japoneses se desprendían de los bonos australianos y se peleaban para cerrar sus apuestas en economías con inversiones arriesgadas de alto rendimiento (“high yield”), práctica conocida como “carry trade”. El precio del petróleo Brent cayó a 85 dólares el barril, un descenso del 40% comparado con el mes de julio. Los que hasta hace muy poco tiempo hablaban de las bondades de las economías emergentes cambiaron abruptamente de discurso y dicen que, en verdad, eso fue una ilusión causada por el dinero fácil de la expansión crediticia.

China puede ser una próxima víctima. Pronto se hará sentir la enorme sobreacumulación de capital y la sobreproducción de mercancías, pensadas para un mercado mundial en expansión. Lo que ha empezado en la esfera de las finanzas se trasladará en breve a la economía real (lo que a su vez puede retroalimentar la debacle financiera y viceversa). Mientras tanto China intentará ganar tiempo exportando agresivamente a otros mercados como forma de descargar sus excedentes, a la vez que impondrá duros términos de intercambio a sus proveedores de materias primas, que ilusamente pensaban que se iban a salvar con su expansión ilimitada. Los apologistas de Pekín, como el sociólogo Giovanni Arrighi y sus falacias de la “...posible organización de nuevos modelos de acumulación y crecimiento económico más respetuosos con los equilibrios sociales, ecológicos y humanos” también serán desmentidos tanto a nivel interno, si al calor de la desaceleración económica crecen las tensiones y luchas sociales, como hacia el exterior con el endurecimiento hacia los demás países de la periferia capitalista.

[1] JP Morgan: fue un personaje legendario de las finanzas, uno de los grandes barones del capitalismo que lo salvó de la debacle frente al crack de 1907 cuando aún no existía la Reserva Federal y éste debió pergeñar un salvataje entre los bancos mismos.

[2] Los actuales ganadores de la crisis como el Santander podrían también entrar en cuestión. El violento crash de los mercados latinoamericanos, con México y Brasil a la cabeza, augura una presión adicional para Santander y BBVA. El Latibex, el mercado de empresas latinoamericanas cotizadas en euros, se desplomó el lunes 6 un 20%, en la mayor caída de su historia, acosado por la apreciación de las divisas latinas y el dólar frente al euro. Más de una cuarta parte del negocio bancario de los dos mayores bancos españoles procede del continente latino.









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