Expropiación de los medios, una tarea pertinente

10 Jun 2012 | La justa exigencia del movimiento #Yosoy132 sobre la democratización de los medios de comunicación, coloca sobre la mesa un planteamiento que va más allá del repudio al rol de los monopolios de la televisión. Conduce a cuestionar en manos de quién están y a qué intereses sirven los grandes negocios de la información y, potencialmente, plantear las vías para evitar que continúen siendo un instrumento de control de la población.   |   comentários

Es claro que quien posee los medios, ya sean privados o estatales, dicta los mensajes que a sus intereses conviene, deformando la realidad para conservar el status quo.
Así, un canal estatal impondrá una visión nacional ajena a la realidad que soportan los gobernados (basta ver los spots del gobierno).

Uno religioso jamás incluirá contenidos alusivos o que fomenten el conocimiento científico, el ateísmo o la diversidad sexual.
A diario, los grandes medios de comunicación imponen un discurso hegemónico y formador de opinión, el cual dice que hay que ser sumisos, abnegados y no cuestionar.

Intentan imponer una falsa realidad contraria a lo que vivimos millones de jóvenes y trabajadores; satanizan a quien se atreve a cuestionar la dominación, la injusticia y las desigualdades, tal como vimos con la matanza de Tlatelolco en 1968 o en el caso de Atenco en 2006, cuando los noticiarios prácticamente justificaron y llamaron a la represión.

Democratización, ¿en manos privadas?

La “democratización” para los poderosos significa que los amigos del gobierno puedan hacerse de tantos canales y concesiones como puedan pagar, como seguramente se verá con la licitación de la llamada tercera cadena.

Es claro que mientras exista la sociedad de clases, la libertad de prensa se traduce en libertad de empresa, de manipulación.

El acceso a los medios está reservado sólo para algunos. La reciente entrada en escena del movimiento de los jóvenes y de sectores de trabajadores, si bien obligó a retomar medianamente el asunto en sus espacios noticiosos, si se radicaliza en su contenido y acciones comenzarán a sufrir “linchamiento” mediático, que hoy padecen por ejemplo las protestas magisteriales.

Por ello, es necesario que el movimiento #YoSoy132 incluya entre sus demandas la exigencia de que cualquier grupo de trabajadores, estudiantes o de organizaciones (políticas, científicas, sociales, deportivas, de derechos humanos, etc.) tenga el derecho y los recursos, solventados por el Estado, para publicar sus posiciones; derecho que hoy sólo tienen los partidos políticos que se benefician de un presupuesto superior a los 5 mil millones de pesos.

Que luche además por subsidios y presupuesto para los medios independientes, las radios comunitarias y todos los proyectos en comunicación emanados de las y los trabajadores, los estudiantes, las comunidades indígenas y el pueblo pobre.

No partimos de cero

En esta iniciativa podemos aprender de importantes experiencias de lucha donde los medios de comunicación en manos de los explotados y oprimidos jugaron un rol vital.

La importante experiencia de la Coordinadora de Mujeres de Oaxaca (COMO) que, como parte de la lucha por echar al represor Ulises Ruiz durante 2006, tomó el Canal 9 de televisión para difundir sus demandas.
A esta acción le siguió la toma y control de otras estaciones de radio estatales y comerciales.

Esto generó un poder de comunicación verdaderamente alternativo que ayudó a sostener y organizar al movimiento, incluso ante la represión, cuando espontáneamente cientos de pobladores salieron en defensa de los estudiantes y profesores ante los embates de la policía y grupos de choque.

De igual modo, está el caso del periódico griego Eleftherotypia, puesto bajo control obrero frente a la crisis que azota al país y que hoy está al servicio de los jóvenes y trabajadores en lucha.

Control ‘obrero’ de los medios y de Internet

En perspectiva, es fundamental luchar por la cancelación del 100% de las concesiones televisivas a Televisa y TVAzteca, a la par de plantearnos la expropiación sin pago a los dueños de los grandes medios de comunicación, y que éstos funcionen bajo control de sus trabajadores.

Así, democráticamente se decidirán los Contenidos, en función de las grandes necesidades sociales y no de un interés mercatil.
Igualmente, el control de las telecomunicaciones por los trabajadores permitiría hacer realidad la demanda del acceso libre y universal a Internet, sin pago alguno por parte de los usuarios.

Desde luego, esta idea choca frontalmente con el interés empresarial de los Slim y los demás dueños de estas empresas, por eso ningún candidato se pronuncia por la expropiación de esta ni de ninguna industria.









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