Editorial Estrategia Obrera 66 - 1 de Mayo 2008
Gran crisis política y movilizaciones contra la entrega de Pemex
01 May 2008
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En el número 65 de Estrategia Obrera planteábamos que el régimen político de la alternancia (que ya desde el 2000 implementa los planes contra el pueblo trabajador) se encontraba a las puertas de una crisis, hecho que fue confirmado en las últimas semanas por los acontecimientos ocurridos en el recinto del Congreso de la Unión.
El intento de Acción Nacional y del PRI de votar fast track una reforma acordada en «lo oscurito», fue respondido por el Frente Amplio Progresista (PRD, Convergencia, PT) con la ocupación y «clausura» de la tribuna parlamentaria, exigiendo un «debate nacional» sobre la reforma energética, mientras que, al mismo tiempo AMLO impulsaba el cerco al Congreso por parte de las «adelitas» y las brigadas de la «resistencia civil». A pesar de que López Obrador tuvo en contra a los sectores más moderados del PRD (como la diputada Ruth Zavaleta), estas medidas aglutinaron a gran parte de la dirigencia y los parlamentarios perredistas, fortaleciéndose así la posición del tabasqueño, en un contexto de crisis al interior del PRD por la indefinición de la elección interna.
Se trató de un hecho inédito, difundido ampliamente por las televisoras de México y otros países, que evidenció la agudeza de la crisis política y demostró que la «clase política» está profundamente dividida. Esto fue confirmado por la respuesta que dieron distintos sectores del panismo y del empresariado vinculado al gobierno, que lanzaron los spots comparando a AMLO con Hitler y Mussolini, mientras enarbolaban encendidos discursos en contra del perredismo.
El Congreso, al desnudo
Las acciones radicales, junto a medidas como el plantón del Sindicato Mexicano de Electricistas y la toma simbólica de edificios públicos, plantones en refinerías y movilizaciones, y la participación popular lograda, son un indicador de que crece el descontento con el gobierno y las instituciones. Y es que el plan calderonista aparece ante millones como un ataque directo a una conquista sentida por el pueblo trabajador: la industria energética nacionalizada. Dicha situación está provocando una verdadera división política y social donde, para las amplias mayorías, se evidencian los verdaderos intereses de priistas y panistas, que pretenden entregar las riquezas naturales al mejor postor: las trasnacionales petroleras.
En este sentido, el Congreso aparece como el garante de la entrega al imperialismo, lo cual acrecentará el desgaste y el debilitamiento de esta institución que, desde el 2000, fue clave para generar la ilusión de que el régimen actual era más «plural» y «democrático» respecto al viejo priato.
El gobierno, en tanto, ha quedado muy desprestigiado; y expresión de esto es que su secretario de Gobernación, después de los escándalos por los contratos otorgados a su familia, ha guardado un «perfil bajo» por varios días.
En síntesis, la crisis de las instituciones y el descontento actual pueden debilitar aun más al gobierno y desestabilizar la ya erosionada alternancia. Es por eso que, tanto el PRI y el PAN como el PRD buscaron una solución negociada expresada en el acuerdo de debatir durante 71 días. Para los panistas y priistas, dicha negociación fue fundamental para intentar recomponer la imagen maltrecha de las instituciones y darle cierta credibilidad a la eventual sanción de una reforma energética.
El PRD, por su parte, aunque llama a movilizar contra PEMEX, tiene una política que apunta a «democratizar» las instituciones sin sacar los pies del plato de este régimen entreguista; para lo cual despliega una estrategia de «presión» sobre las mismas, expresada en su política de «debate nacional» y ahora el «referéndum». Pero, hay que decirlo, un pacto en el Congreso entre los tres partidos no garantiza frenar al gobierno: por el contrario, puede ser la vía para contener el descontento, desviándolo hacia la ilusión en un «debate» del cual serán excluidos los trabajadores y el pueblo que luchan contra la reforma (ver páginas centrales).
Los trabajadores tienen que encabezar la lucha
La urgencia de un acuerdo que atempere la crisis parlamentaria se debía a que el gobierno quería evitar que el movimiento obrero y popular aprovechase las agudas divisiones en el Congreso, para profundizar la lucha.
Y es que estos acontecimientos se dieron en un contexto signado por las importantes movilizaciones contra la privatización de PEMEX, y por las luchas realizadas por distintos sectores de los trabajadores, como la huelga del SITUAM, la lucha los trabajadores de Vidriera Potosí, o los movimientos que llevaron adelante los trabajadores del estado de Michoacán. Esto, mientras que los trabajadores del magisterio, del STUNAM o de PEMEX vienen reorganizándose contra el charrismo.
El peligro para el gobierno y los patrones es que la lucha contra la reforma energética se articule con la lucha contra el TLC (recordemos la magna manifestación del 31 de enero), contra la reforma al ISSSTE, entre otras. Estamos ya en una verdadera «primavera» caliente, donde los trabajadores pueden retomar la iniciativa y -junto a amplios sectores populares y de las clases medias-, salir a movilizarse a lo largo y a lo ancho del país.
Sin embargo, no debemos confiarnos. Si los trabajadores y el pueblo no salimos a las calles, el gobierno aprovechará el respiro para lograr acuerdos en el Congreso, fortalecerse y preparar nuevos ataques. No olvidemos que tanto la reforma energética, como los planes de reforma laboral, son imprescindibles para maximizar las ganancias de las grandes transnacionales y descargar la crisis económica, que viene soplando desde EE.UU., sobre las espaldas del pueblo trabajador.
Para enfrentar esto, los trabajadores, junto al conjunto del pueblo, tenemos que confiar solamente en nuestras fuerzas. Como planteamos en las páginas centrales-, hay que construir un gran movimiento nacional contra la entrega y los planes de los capitalistas y sus partidos. Y los trabajadores tenemos que ponernos al frente, exigiéndole a las direcciones del SME, la CNTE y la UNT, que llamen a una huelga nacional contra la entrega de PEMEX, contra el TLC y en solidaridad con las luchas actuales. Estamos ante un gran ataque. Eso requiere de una gran lucha, sin dar tregua ni respiro. Aunque muy importantes, no son suficientes las movilizaciones y los bloqueos: para torcerle el brazo al gobierno hay que paralizar el país hasta echar abajo el intento de privatizar PEMEX.
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