Hambre!

01 May 2008   |   comentários

Los corifeos de la llamada «globalización» nos presentaban las enormes bondades del capitalismo y el libre mercado asegurándonos que estábamos a un paso de una victoria histórica contra la pobreza y la desnutrición. Afirmaban que el crecimiento sostenido de los países semicoloniales de un 7% anual durante la última década, permitiría reducir la pobreza absoluta (menos de un dólar por día) de un 29% de la población mundial en 1990 a 10% en 2015. En realidad, este optimismo oficial era ya tramposo y ocultaba las desigualdades geográficas en la reducción de este indicador: si bien es cierto que de 1981 a 2001 la proporción de la población que vive en la pobreza absoluta en los países dependientes y semicoloniales se redujo prácticamente a la mitad, pasando de 40% a 21%, esto se debe, fundamentalmente, a los progresos alcanzados fundamentalmente en China. Por el contrario, la pobreza se ha duplicado en África Subsahariana y en Europa Oriental y Asia Central donde prácticamente no existía en 1981, alcanzando el 6% en 1999.

Sin embargo, el tono «triunfalista» de los organismos y autoridades internacionales como el FMI y el Banco Mundial (BM) viró a pronósticos sombríos. Robert Zoellick, presidente del BM, dijo el 10/4 que «...estas ganancias duramente conseguidas podrían ahora invertirse». Anteriormente en la cumbre de Davos había sostenido «Olvidamos el hambre y la desnutrición en los objetivos del desarrollo del milenio. Esta problemática ha recibido poca atención, pero ante el aumento en los precios de los alimentos y la amenaza que esto representa, no sólo para las personas sino también para la estabilidad política, se ha vuelto urgente otorgarle la atención que realmente requiere». Por su parte, Dominique Strauss-Kahn, director gerente del FMI, declaró el 12/4 que «Este puede ser el camino hacia un gran conflicto en el futuro. Si los precios de los alimentos continúan como hasta hoy, entonces las consecuencias serían terribles». Asimismo, dejó en claro que el alza de los comestibles no es un problema sólo para aquellos países que no pueden pagarlos. El problema de precios puede causar desequilibrios económicos que afecten a las economías más desarrolladas, «así que no es sólo un problema humanitario», dijo.

Es que la tendencia al alza de los precios de los alimentos es un factor adicional de inestabilidad en la economía mundial y en la lucha de clases en todos los países. Esto ya puede apreciarse en la multiplicación de las revueltas y rebeliones contra el hambre de los últimos meses y semanas. En la ciudad de México, protestas masivas por el costo de las tortillas. En Bengala occidental, conflictos por el racionamiento de alimentos. En Haití las protestas dejaron varios muertos. En el último mes, las protestas en Egipto, Costa de Marfil, Marruecos, Mauritania, Mozambique, Senegal, Uzbekistán, Yemen, Bolivia, Malasia, Filipinas e Indonesia tuvieron el denominador común de reclamar una baja en el precio de los alimentos. En Camerún, la represión a las marchas contra los aumentos de precios costó cuarenta vidas. El hambre se ha instalado agudamente en el panorama mundial con el consecuente deterioro de la salud, la educación, etc. Según los datos del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), una agencia de la ONU, por cada aumento de 1% en los productos básicos, 16 millones de personas son impulsadas a la inseguridad alimentaria. Esto «significa que 1.200 millones de seres humanos podrían padecer hambre en forma crónica hacia 2025; 600 millones de personas más de lo previamente anticipado». Con el hambre, el capitalismo-imperialista muestra su cara más temible: regresión social en toda la línea.

Nuevas características del fenómeno del hambre

El fenómeno del hambre está mostrando nuevas características. Un documento de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU, afirma que: «Aunque los grupos más vulnerables se encuentran tradicionalmente en las zonas rurales, la nueva crisis amenaza ’impactar sobre los pobres en el medio urbano’» (Le Monde, 13/4). Esta forma novedosa en que se expresa el fenómeno del hambre, se debe entre otros factores, a la extensión de las relaciones salariales y el crecimiento de la población urbana, que se viene desarrollando desde fines de la Segunda Guerra Mundial y dio un salto en la década de 1970. Este carácter urbano facilita que las protestas contra la carestía de la vida o la escasez de alimentos básicos se transformen en revueltas y levantamientos, en muchos casos con consecuencias políticas.

A la vez, la actual crisis alimentaria mundial muestra en forma cada vez más abierta la naturaleza puramente capitalista del desarrollo del fenómeno del hambre. Como dice el mismo Le Monde, citando al documento ya nombrado, «Hasta el presente, los modelos de análisis de la ONU eran raramente aplicados a situaciones donde hay alimentos, pero la gente no tiene medios para pagarlos». Una vez más, se pone de manifiesto que el sistema social capitalista no está organizado para resolver las necesidades humanas, sino en función de la búsqueda incesante de ganancias. En el mundo moderno, a diferencia de los sistemas sociales del pasado, hay comida suficiente para alimentar a la población durante una hambruna. En otras palabras, en el capitalismo la gente pasa hambre no por falta de comida, sino porque no puede comprarla. La actual crisis alimentaria mundial lo pone blanco sobre negro.

La verdaderas razones de esta crisis

Los medios de comunicación y los escribas a sueldo de la burguesía apuntan en lo esencial en dos direcciones al tratar los orígenes de la actual crisis alimentaria. Por un lado, estaría causada por una carencia de comida. Así, la sequía en Australia, un gran exportador de trigo, se señala como responsable de las carencias y de los altos precios. Por otro lado, responsabilizan a los grandes cambios estructurales en la economía global, entre los que se cuenta la creciente demanda en China e India, y que se ven constantemente reflejados en el aumento en los precios de los productos básicos. Dicho de otra manera, el aumento de los ingresos de una parte de la población en estos dos países, ha hecho que millones de personas puedan acceder al consumo de carne y otros alimentos, lo que produce el aumento de precios. Pero en contra de estas explicaciones interesadas y simplistas, este crecimiento de la demanda se acompaña con un aumento de la producción de granos a nivel mundial: en 2007 se registró una cosecha récord en todo el mundo. Por eso lo novedoso del mercado mundial de granos, como señalaba en diciembre un artículo del semanario inglés The Economist, es lo siguiente: «Así, lo que es más destacado de la situación actual de ’agflación’ (un acrónimo de las palabras (ag)riculture e in(flation), creado por economistas del banco Merrill Lynch, N. de R.), es que estos altos precios se alcanzan en una época no de carestía, sino de abundancia. Según el Consejo Internacional de Granos, que tiene su sede en Londres, la cosecha anual mundial total será de 1.660 millones de toneladas, la mayor registrada. Esta cosecha supera en 89 millones de toneladas la del último año, que también fue extraordinaria» («Comida barata nunca más», The Economist, 6/12/2007, subrayado nuestro).

Esto no quita que, efectivamente, el aumento de los ingresos de una parte de la población de China e India le ha permitido incorporar la carne y otros alimentos a su dieta. Así, el consumo promedio de carne en China, que en 1985 era de 20kg anuales, actualmente supera los 50kg. Aunque la demanda china de carne estaría alcanzando un límite, otros países la estarían siguiendo: el consumo de cereales en los países dependientes de la periferia capitalista se ha mantenido en niveles similares desde 1980, pero la demanda de carne se ha duplicado. Las consecuencias de estos cambios alimentarios afectan también a la actividad agro-ganadera, según la revista The Economist, en el campo se consumen «250 millones de toneladas de granos más que hace 20 años en la alimentación de animales. Ese aumento por sí solo representa una parte significativa de la cosecha mundial total de cereales», y agrega que «se necesitan 3kg de cereales para producir 1kg de cerdo, y 8 para 1kg de carne vacuna. Por lo tanto, un cambio en la dieta se multiplica varias veces en el mercado de granos». Desde fines de 1980 un inexorable incremento anual del 1-2% en la demanda de forrajeras ha impulsado la demanda de conjunto de cereales y empujado los precios hacia arriba. Pero la misma revista a renglón seguido agrega: «Debido a que este cambio en la dieta ha sido lento y gradual, no puede explicar los movimientos dramáticos de precios del último año». Así, a comienzos de septiembre, el precio mundial del trigo alcanzó 400 dólares la tonelada, el más alto jamás logrado. En mayo del mismo año estaba alrededor de 200 dólares. A pesar de que en términos reales su precio está por debajo de las alturas alcanzadas en 1974, es aún el doble del promedio de los pasados 25 años. A comienzo de 2007, el precio del maíz superó los 175 dólares la tonelada, de nuevo un récord mundial. Luego bajó, pero a 150 dólares la tonelada, lo que implica que aún está 50% por encima del promedio de 2006. Esto a su vez implicaba que los agricultores sembraran trigo, aprovechando su alto precio, en desmedro de otros cultivos. Por lo tanto este incremento en los precios del trigo tiene efectos sobre los otros cereales. El arroz, alcanzó precios récords en 2007, aunque su crecimiento fue más lento. En 2008 se disparó: durante los últimos dos meses el precio del arroz ha alcanzado cotas inigualables, subiendo en algunos casos hasta un 75%. El BM estima que en los últimos tres años los precios de los alimentos en general han aumentado un 83%.

¿Cuáles son las causas fundamentales que afectan el mercado mundial de granos?

Uno de los motores es el impulso dado por EE.UU. a la producción de biocombustibles, especialmente etanol para paliar los crecientes precios del petróleo. Esto desató una fiebre imparable destinando buena parte de la cosecha mundial a la producción de etanol, lo que ha llevado a la escasez del cereal para el consumo humano. Otra consecuencia de esto ha sido que la superficie destinada a la producción de biocombustible haya desplazado al cultivo para la alimentación: de ahí el alza de los precios. En el año 2000 cerca de 15 millones de toneladas de maíz norteamericanos se transformaron en etanol; en 2007 la cantidad estuvo cerca de 85 millones de toneladas. Esto significa que la parte de cultivo de maíz dedicado a etanol en EE.UU. subió del 6% al 25% a fines del año pasado. No olvidemos que a pesar de ser la potencia económica mundial más importante, EE.UU. tiene el monopolio de la mitad de las exportaciones de cereal del planeta y que, junto con países como Canadá, Francia, Australia y en el mundo semicolonial, Argentina, Brasil, Ucrania y Tailandia, reúnen el 90% de la oferta mundial de cereales. Los daños a la alimentación de la población mundial creados por la política del gobierno norteamericano al impulsar y subsidiar el desarrollo de los biocombustibles, se vuelven más difíciles de ocultar frente al estallido de la crisis alimentaria mundial. Aunque el comunicado de la reunión del 12-13 de abril del BM no hace ninguna mención a los biocombustibles, «...el portavoz especial de Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler, ha afirmado que la producción masiva de biocombustibles es un ’delito contra la humanidad’. Por ello, Ziegler ha exigido al FMI que cambie su política de subvenciones agrícolas al mismo tiempo que ha acusado a la Unión Europea de estar ’arruinando’ la agricultura en África al financiar la exportación de los excedentes europeos a este continente» (El País, 14/4/2008).

Además, el desarrollo de la crisis financiera mundial ha llevado a la búsqueda de mercados alternativos para la valorización de los capitales, como ejemplo, los de materias primas, en los que grandes inversionistas empujan la suba de los precios. Los mismos que impulsaron la burbuja tecnológica a fines de los ‘90, y recientemente la burbuja bursátil e inmobiliaria, desplazan ahora su actividad especulativa hacia el mercado de cereales. A ello se suma la caída del dólar que lleva al capital financiero a buscar otros activos, entre ellos las materias primas, para protegerse de la devaluación del billete verde. Por otro lado, desde el punto de vista de «la oferta» o la producción de granos, debemos señalar que los precios deprimidos creados por las políticas de subsidios (incluso para no producir) de los países imperialistas durante las décadas pasadas han tenido un efecto devastador en los países semicoloniales (entre 1974 y 2005 los precios de los alimentos en los mercados mundiales cayeron 75% en términos reales). Hubo una caída de largo plazo de la inversión en agricultura y las actividades que la apoyan como la irrigación. En el marco de la ofensiva neoliberal en el mundo, el porcentaje del gasto estatal destinado al agro ha caído más de la mitad desde 1980. Muchos países pobres que exportaban comida ahora deben importarla. En el mismo sentido, no todos aprovechan por igual la actual bonanza de los precios de productos agrícolas. Mientras los grandes granjeros norteamericanos están de fiesta aun en medio de la recesión de la economía, con ingresos un 4,1% mayores que en 2007, el aumento del precio de los fertilizantes, de las semillas y del combustible ha impedido que los campesinos de los países pobres del África subsahariana o del sudeste de Asia se beneficien con la actual prosperidad. En Pakistán, por ejemplo, el gobierno prevee una menor cosecha de trigo esta primavera y verano, a pesar de los precios records. Esto es porque los campesinos disminuyeron el uso de fertilizantes después de que los precios subieran un 50% el año pasado. El menor uso de fertilizantes disminuyó el rendimiento de los granos, erosionando el ingreso campesino.

Expropiar a los grandes pulpos agroalimentarios

Quienes integramos la FT-CI, participamos en los países donde actuamos de la lucha de los trabajadores y sectores empobrecidos contra la carestía de la vida y por aumento de los salarios, señalando a la vez que la única salida de fondo al problema del hambre, es expropiar a los grandes pulpos agroalimentarios que dominan y se reparten el mercado mundial de alimentos. Ponerlos bajo el control de los trabajadores y campesinos como única forma de satisfacer las necesidades de las masas, terminanado primero con el hambre y la malnutrición. No es cierto que no alcanzan los recursos para alimentar decentemente al planeta. Falso que la escasez de granos es por el crecimiento de la población mundial. Al contrario, desde 1961 a la fecha, la población mundial ha aumentado 112%, mientras la producción mundial de granos ascendió 164% y casi 700% la carne. De acuerdo a World Hunger Education Service, una ONG norteamericana, la agricultura global produce 17% más calorías por persona hoy que hace 30 años, a pesar del incremento de la población mundial.

No estamos ante una crisis de subproducción de granos, y si frente a una manifestación brutal de cómo los capitalistas sólo se ocupan por mantener o aumentar sus beneficios, aunque implique padecimientos inauditos y hambre para la mayoría de la población. Para terminar esta situación hay que liquidar la explotación y opresión de los capitalistas y su estado. Es el único camino para garantizar una alimentación sana y accesible. Sólo una sociedad socialista, una sociedad no basada en la búsqueda de ganancia sino en la planificación democrática de la economía de los recursos y medios de producción, puede hacer buen uso de los biocombustibles y desarrollar todas las otras fuentes de energía renovable -como la solar, eólica o de la marea- para el beneficio de las masas laboriosas.









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