Editorial
Hay que retomar la movilización en las calles
18 Feb 2012
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Una vez más, el antidemocrático régimen mexicano realizará elecciones presidenciales para escoger al representante de los patrones y las trasnacionales encargado de aplicar los planes contra los trabajadores y el pueblo durante el próximo sexenio.
Ningún candidato o partido representa las aspiraciones y necesidades de la población trabajadora y ningún programa se plantea resolver los grandes problemas nacionales del país. Tampoco pueden, las organizaciones de trabajadores o de izquierda, participar con candidatos propios para dar a conocer sus demandas. El desprestigiado IFE, integrado por los partidos patronales, se confabuló para impedirlo.
Bajo esta política antidemocrática, negocian las candidaturas al mejor postor y hasta se “enfrentan” entre ellos para después negociar puestos para la presidencia de la república, gubernaturas, congresos nacional y locales, alcaldías, delegaciones políticas, huesos de dirección en los partidos, etc. Construyen alianzas teñidas de oportunismo, y se pelean por las millonarias prebendas cuando el negocio no conviene a los dueños de los partidos, como mostró la ruptura del acuerdo entre el PRI y el PANAL de la corrupta Elba Esther Gordillo, cuya formación caciquil y manejo del voto corporativo los aprendió en el PRI. O como se vio con los acuerdos en el PAN, donde el delfín felipista Ernesto Cordero aseguró, a cambio de aceptar el triunfo de Josefina Vázquez Mota, puestos en el Congreso. O en el PRD, que presentó al policía ebrardista Miguel Mancera como candidato de unidad al gobierno del DF, a cambio de repartir posiciones a los lopezobradoristas que le disputaban la candidatura. Son acuerdos que se negocian por encima incluso de los mismos simpatizantes de estos partidos, que muestran así el carácter clientelar y de “negocio” que asume la política para estos partidos representantes de los intereses patronales.
Elecciones a la medida de la clase dominante
Esta es la democracia que los spots del gobierno, las instituciones y los partidos políticos nos quieren vender como un avance del régimen de la alternancia. ¿Pero algo favorable a los trabajadores cambió con la caída del PRI? ¿Peña Nieto y los ex gobernadores cobijados por el CEN del tricolor son el “nuevo PRI”? ¿La sintonía programática de PRI y el PAN sobre la privatización de Pemex es “para que vivamos mejor”? ¿Los negocios entre las distintas alas perredistas, son para avanzar en la democracia?
La transición política pactada entre los partidos que permitió el triunfo panista en el año 2000 no produjo ningún cambio a favor de las masas trabajadoras que aspiraban a democracia, salario, empleo y justicia. Solamente sirvió para mejorarle la “cara” a las instituciones y los partidos del régimen, para desviar el descontento popular hacia la ilusión en el cambio de gobierno, y para tener la fuerza para profundizar la miseria y la entrega del país.
Por eso, estas elecciones se realizarán en medio del más brutal ataque contra los salarios y el nivel de vida de los trabajadores, la juventud, los indígenas y campesinos pobres, porque la crisis capitalista está siendo descargada sobre sus espaldas. Ningún programa asistencial logra disfrazar la situación de la población; ahí está el ejemplo de lo que es el PROCAMPO: hambruna y miseria para los pueblos originarios, mientras los capitalistas mexicanos son de los más ricos de América Latina. El cinismo de la clase dominante y sus políticos no tiene límites: en 12 años de “transición democrática” ha crecido la miseria, la explotación y la represión.
Estas elecciones expresan, fundamentalmente, la lucha por el poder entre fracciones distintas de la clase dominante y la forma en que negociarán la entrega del país al imperialismo, pero no expresan las necesidades de la clase trabajadora. El llamado a las urnas tiene como objetivo desviar el descontento acumulado por la ofensiva antipopular.
Los trabajadores y la “oposición” al gobierno
En medio de un país convulsionado por la violencia de los cárteles de droga, por la militarización, por los asesinatos y desapariciones de opositores al gobierno, por la hambruna de regiones enteras cómo la que padecen en la Tarahumara, las elecciones no garantizan por sí mismas atenuar tanto descontento. Las movilizaciones realizadas durante lo que va del año –como la que protagonizó el magisterio democrático el 3 de febrero– y las que se anuncian –como la de los trabajadores del IMSS– para el 24 de febrero muestran que es posible que los trabajadores retomemos el camino de la lucha en las calles. Así también la persistencia del movimiento contra la militarización, que este 17 de febrero realizará nuevas acciones. La tarea es desarrollar este camino de lucha y movilización.
En este contexto, mientras el posible triunfo del PRI aparece correctamente para los sectores que se movilizan como “más de lo mismo”, cobra fuerza la ilusión en la candidatura de Andrés Manuel López Obrador como una vía alternativa al PRI-PAN, quien ya cuenta con el apoyo del SME y la OPT (ver artículo), ha logrado aglutinar a personalidades de su partido como Cuauhtémoc Cárdenas y busca el apoyo de otros sindicatos.
Muchos de quienes hoy integran las filas de la alianza lopezobradorista y que la dirigen, son responsables de haber administrado –desde los gobiernos estatales o municipales– los intereses de los poderosos. Y al servicio de ello han perseguido, encarcelado y asesinado a activistas sociales: como en Chiapas, Michoacán, Oaxaca, Zacatecas, o en Guerrero, con la represión a los normalistas de Ayotzinapa. En Comala, Oaxaca, el PRD no garantiza los derechos de los indígenas Triquis para no enfrentar los cacicazgos de la región y a los paramilitares. Muchos “izquierdistas” que llaman a apoyar a AMLO, se callan la boca respecto a esto, así como no dicen nada de los acuerdos que el tabasqueño busca con sectores de la burguesía norteña. Evitan decir que, aunque AMLO tiene un discurso distinto al PRI-PAN, se presenta como democrático y nacionalista, e incorpora a su programa demandas sentidas de los trabajadores (como es por ejemplo la reapertura de Luz y Fuerza) no pretende romper ni atacar a los intereses de los patrones ni de las trasnacionales imperialistas, ni cuestionar a fondo el carácter antidemocrático de este régimen político. No lo hizo en el 2006 frente al fraude, y tampoco pretende hacerlo ahora.
Por eso, los sindicatos y las organizaciones que se reclaman de los trabajadores (como el SME y el PRT) que militan para el triunfo de AMLO, al generar la ilusión en que la liberación de la clase trabajadora y sus aliados será posible de la mano de un caudillo burgués “democrático” y “nacionalista”, apuestan a la estabilidad del sistema que dicen combatir. Evidentemente, la lógica oportunista de que todo se vale para sacar al PAN del poder, muestra la debacle de esta “izquierda” partidaria y de los sindicatos que autodenominan independientes.
Desde la LTS entendemos el sentimiento de muchos trabajadores y jóvenes que votarán a López Obrador viendo en el mismo una alternativa. Pero les decimos que el programa y la política de AMLO, en caso de que triunfase, se mantendrán en los marcos del sistema capitalista, y que sin atacar a fondo al mismo, es imposible resolver íntegramente nuestras demandas. Aun más, cualquier concesión o conquista parcial que pueda obtenerse, retrocederá rápidamente al preservarse los intereses y el poder de los capitalistas y del imperialismo, y los trabajadores estaremos atados a una política ajena a nuestros intereses. Más aún en un momento en que la crisis económica internacional está dejando “sin salidas” a los capitalistas y se ven presionados a atacar con mayor brutalidad las condiciones de vida los trabajadores.
La única forma de lograr nuestras demandas es luchar y organizarnos con independencia de clase, sin confiar en los candidatos oficialistas u opositores. Esa perspectiva estratégica tiene que expresarse en el terreno de las elecciones: ante la imposibilidad de que los trabajadores tengan sus candidatos propios, que defiendan nuestro programa y el de la población oprimida –como sería por ejemplo la demanda de “que la crisis la paguen los capitalistas”, y “abajo la militarización”– debemos llamar a no votar por ninguna de las candidaturas en juego, apelando al voto en blanco, el voto nulo o la abstención.
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