Libia
Kadafi intenta aplastar el levantamiento popular
18 Mar 2011
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Jueves 17 de marzo de 2011
Al cierre de esta edición crecía la incertidumbre sobre el futuro del levantamiento popular libio a medida que Kadafi anunciaba su avance sobre el territorio bajo control de la oposición. A través de la televisión oficial, el régimen lanzó un ultimátum a los habitantes de Bengasi, capital de la rebelión, para que se alejen de las zonas donde se encuentran los depósitos de armas y municiones y las milicias de la oposición (Haaretz, 16-3). Incluso algunos medios, como el diario El País, daban la noticia de que había comenzado el bombardeo sobre el aeropuerto de Bengasi, capital de la rebelión.
Esta ofensiva estuvo antecedida por la recuperación por parte de las fuerzas leales al régimen de la ciudad de Ajdabiya, considerada la última barrera de contención en el camino a Bengasi, ubicada a solo 160 km al este. El régimen también confirmó que había recuperado el control de las ciudades occidentales de Zuwarah y Misrata, la tercera ciudad en importancia del país.
A diferencia de Túnez y Egipto, donde el ejército no reprimió y le quitó el apoyo a los dictadores que terminaron cayendo producto de movilizaciones y huelgas mayormente pacíficas, en Libia lo que comenzó como una protesta en la ciudad de Bengasi, se transformó rápidamente en un levantamiento armado que dividió al ejército y las fuerzas de seguridad e hizo desertar a ministros y figuras del régimen que se pasaron a la oposición. El proceso derivó en una guerra civil desigual entre las improvisadas fuerzas rebeldes y el régimen de Kadafi, que pasó a la ofensiva basado en la lealtad de algunos jefes tribales, un sector del ejército, el aparato de seguridad del estado, las milicias especiales y fuerzas mercenarias, integradas principalmente por soldados provenientes de los países más pobres de África como Mali y Chad.
De concretarse, la ofensiva de Kadafi para retomar Bengasi va a implicar una masacre mucho mayor de las que hemos visto hasta el momento. Si lograra hacerlo, no solo sería un golpe muy duro para el levantamiento libio, sino que además, sentaría las bases para detener por métodos contrarrevolucionarios el proceso de movilizaciones y levantamientos populares que se ha extendido por el Norte de África como un reguero de pólvora y amenaza a las “petromonarquías” del Golfo Pérsico y la Península Arábiga, lo que beneficia indudablemente a Estados Unidos y las potencias occidentales.
Divisiones imperialistas
Desde hace semanas las potencias imperialistas vienen discutiendo cómo evitar que la crisis libia y una eventual caída de Kadafi terminen poniendo en cuestión los importantes intereses económicos y políticos que tienen en el país, que van desde inversiones y abastecimiento de petróleo, hasta la colaboración para detener la ola de inmigrantes africanos que intentan llegar por el Mediterráneo a la Unión Europea.
La gran preocupación del imperialismo no son los crímenes de Kadafi sino encontrar un agente capaz de derrotar el proceso revolucionario, en un país que, a diferencia de Egipto, no tiene instituciones confiables como el ejército, que garanticen una “transición” favorable a sus intereses. Con este objetivo, la secretaria de estado norteamericana, Hillary Clinton se ha reunido con Mahmud Jibril, el funcionario de la Oficina de Desarrollo Económico de Kadafi y actual encargado de relaciones exteriores del Consejo Nacional de Transición libio, que le volvió a reiterar el pedido de la oposición libia de que el imperialismo intervenga para frenar la ofensiva de Kadafi.
Aunque el gobierno norteamericano y los gobiernos europeos vienen amenazando con distintas variantes de intervención bajo una cobertura “humanitaria”, como el establecimiento de una zona de exclusión aérea, hasta el momento han tenido más peso las contradicciones y el costo que implicaría una intervención en un país musulmán, y la falta de certezas de que el panorama pos Kadafi sea favorable para las grandes potencias.
El gobierno norteamericano ha expresado abiertamente su preocupación de que la caída de Kadafi pueda ser aprovechada por alguna variante islamista radical que termine en un gobierno hostil, mientras que el jefe de la inteligencia estadounidense, James Clapper, admitió en su informe ante una comisión del Senado, que desde su óptica, el régimen de Kadafi iba a sobrevivir.
Estados Unidos, comprometido en Irak y Afganistán, no está dispuesto a encarar una acción unilateral sin cobertura de las Naciones Unidas –muy difícil por la oposición de Rusia y China- ni el compromiso de la Liga Árabe y la Unión Africana, que ya ha rechazado esa posibilidad.
Ni la reunión del Grupo de los 8 (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Japón, Italia, Canadá y Rusia) en París, ni antes la cumbre de la Unión Europea lograron el consenso para intervenir, dejando expuestas las líneas de falla entre las principales potencias.
En la Unión Europea, el gobierno de Sarkozy, quizás con el doble objetivo de despegarse de su apoyo tradicional a los dictadores del Magreb y de mantener su influencia en el Norte de África y Libia en caso de que Kadafi termine perdiendo el poder, fue el primero en reconocer, de manera inconsulta, al Consejo Nacional como gobierno legítimo, y viene siendo el principal impulsor, junto con Gran Bretaña, de la zona de exclusión aérea garantizada por las instituciones de la “comunidad internacional”. Según el diario Der Spiegel, esta acción unilateral de Sarkozy, duramente rechazada por Ángela Merkel, fue “indignante” para el gobierno alemán, y explica esta diferencia planteando que “Hasta hace poco, Francia y Alemania tenían áreas de responsabilidad separadas: mientras que París se encargaba del Mediterráneo, Berlín se orientaba hacia Europa del Este” pero esta división del trabajo parece ya no ser suficiente y Alemania está decidida a intervenir también en el Mediterráneo (Der Spiegel, 14-3).
Difícilmente el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que se reunirá en estos días para discutir qué política tener ante la situación en Libia, logre superar estas diferencias, aunque no se puede descartar que luego de que Kadafi haga parte del trabajo sucio, liquidando las fuerzas del levantamiento, Estados Unidos y otras potencias terminen actuando para definir a su favor el futuro régimen de Libia.
¡Abajo Kadafi! ¡Ninguna injerencia imperialista!
Contra quienes llaman a la intervención imperialista dándole crédito a la “carta humanitaria”, la oleada revolucionaria que sacude el mundo árabe está dejando al desnudo los verdaderos intereses de las principales potencias, mostrando cómo eran hasta hace solo semanas, los principales socios de los regímenes autocráticos contra los que se están levantado las masas y siguen defendiendo regímenes reaccionarios, como hace Estados Unidos con las monarquías de Bahrein o de Arabia Saudita, para preservar a sus agentes más importantes que le garantizan sus intereses en la región.
Varios medios vienen señalando que las ilusiones sembradas por el Consejo Nacional de Transición libio en que el imperialismo intervendría a favor del levantamiento se están transformado en odio ante semejante hipocresía, mientras se preparan para resistir la ofensiva de Kadafi. Los verdaderos aliados del levantamiento popular libio son los trabajadores, los jóvenes pobres y desocupados, las mujeres y los sectores populares que se levantan contra sus opresores y sus gobiernos al servicio del imperialismo y las clases dominantes.
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