La epidemia y el estado capitalista semicolonial

02 Jun 2009   |   comentários

Los alcances de la epidemia que azota al país fueron potenciados, en gran parte, por la tardanza del gobierno en enfrentar los primeros brotes que surgieron en el estado de Veracruz; por la descoordinación entre las autoridades sanitarias del país (ver el reclamo de la OMS a México) y, fundamentalmente, por la falta de un sistema de salud basado en programas de investigación epidemiológica, en una política estatal de laboratorios productores de vacunas, y programas de atención especial para los sectores afectados por la una epidemia. A ello se suma el manejo parcial y tendencioso de la información gubernamental que, hasta la fecha, confunde a todos con los “ajuste técnicos” proporcionados por la Secretaria de Salud, que redujeron notablemente las cifras iniciales sobre defunciones por el contagio; posiblemente ocultaron datos en torno a los reales alcances de la epidemia sobre el pueblo. Es una epidemia que muestra las miserias del estado semicolonial subordinado a las grandes transnacionales, como la Smithfielf-Granjas Carrol (la criadora de puercos que tiene contaminado el medio ambiente en la región Perote-Puebla), empresa que incluso ha sido sancionada en los EE.UU. por este motivo. Una transnacional que tiene compradas a las autoridades estatales de esa región y a las federales, a cambio de apoyo económico para las campañas electorales de la “clase política”. La “clase política” que ordena la represión a los activistas ambientalistas que se oponen a la contaminación de las aguas y las tierras por los desechos porcinos.

Son siempre las capas más pobres de la población las que resienten estos flagelos, ya sean desastres sanitarios o naturales, contaminación de medio ambiente, etc. Así ha pasado con males como el dengue y la tuberculosis (de esta última, la OMS calculó que en el mundo murieron 1,6 millones de personas en 2005 por este mal). Y es que, el estado capitalista mexicano muestra su vulnerabilidad, resultante de su dependencia y subordinación. Esto se expresa tanto en la política intervencionista del imperialismo norteamericano que “integra” a México cada vez más a los planes de Washington, como en la situación de su sistema de salud y seguridad social, caracterizado por el gradual desmantelamiento y por la avanzada privatización a favor de los consorcios hospitalarios.

La actual política de subordinación a los intereses de las transnacionales químico farmacéuticas, repercute fuertemente en la salud de los que menos tienen, o no tienen nada. Y es que el estado mexicano se niega la posibilidad de contar laboratorios propios para investigar las cepas o muestras epidémicas, y para fabricar los reactivos y tipos de vacuna necesarios para enfrentar estas contingencias. Mientras potencias imperialistas como Francia cuentan con reservas antivirales para distribuirlas inmediatamente al 52% de su población; Inglaterra al 50 %; Japón al 45; y los EE.UU al 25 por ciento, México solamente puede hacerlo al 1%! Y como si esta fuera poco, el gobierno de Calderón redujo el ya de por sí irrisorio presupuesto público en materia de investigación tecnológica, pese a que los mismos estudios oficiales habían mostrado, en el 2005, la inminencia de brotes de influenza y la probabilidad de que el virus mutara; aun a pesar de esto, el gobierno, en su política de liquidación de la salud publica, frenó todo proyecto que apuntase a trabajar sobre la vacuna antiviral. Se limitó a contar con la asesoría de los laboratorios transnacionales, renunciando a impulsar una infraestructura que nos hiciera autosuficientes en materia epidemiológica. Se plegó así a los criterios globalizadores del Banco Mundial, quien recomendó hacer “cambios” en el modelo de salud mexicano con el objeto de desmantelarlo.

Es por eso que el gobierno priorizó programas como el ineficaz y excluyente Seguro Popular que, se limita a ofrecer un catálogo de servicios básicos (un virtual dispensario grandote), y no contempla la atención a las epidemias, el cáncer, el sida y la leucemia. Y al cual le asignó un 58.46 % del presupuesto público, mientras que al Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de enfermedad se destinó solamente un 1.35% y al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, el 0.77 %.

Esto, en un país donde la desnutrición actúa como caldo de cultivo de las epidemias, donde el 10% de los niños recién nacidos presentan este padecimiento, y cerca del 30% de la población de niños y adolescentes presenta alguna forma de la desnutrición. Problema que se expresa más crudamente en las comunidades indígenas y rurales del país. Ahora anuncia Salubridad que, para el año 2011 (cuando el destino nos alcance), fabricarán la vacuna contra el virus.

Esto muestra que la salud de la población no es prioritaria para la clase dominante y que solamente es un gran negocio en el capitalismo. Los desastres naturales y las epidemias, desnudan el carácter de clase del estado capitalista, y la barbarie a la que puede llegar la sociedad si no intervienen los trabajadores, junto a los campesinos, la juventud y los sectores populares y medios empobrecidos, y toman en sus manos la solución.









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