Publicado en EI 15 - Primavera 2000

La trampa de la transición pactada del PRI, el PAN y el PRD al servicio de los grandes capitalistas y el imperialismo

08 May 2000   |   comentários

Publicado en Estrategia Internacional Nro.15 - 2000

En 1994 se abrió en el país una situación pre-revolucionaria con la entrada en escena del campesinado y los indígenas en Chiapas. Luego del triunfo de Zedillo a fines del 94, que se dio en llamar el “sexenio de la transición”, esta situación fue cerrada por los “Diálogos de Paz” y los “Acuerdo de San Andrés” firmados entre el PRI y el EZLN en 1995 -posteriormente desconocidos por el PRI- lo que impidió la extensión de la lucha por la tierra al movimiento obrero, y la unificación de las demandas de las masas, en un solo movimiento revolucionario contra el odiado Priato.

Pero es ante este profundo desgaste de las instituciones del régimen nacido en 1929 (ver artículo en este mismo dossier) que el Priato - aconsejado por el imperialismo-, inicia una “autorreforma” que le permitió “maquillar” estas desgastadas instituciones mediante la conformación de un Congreso (“amplio” y “plural”), con una mayor participación de la oposición burguesa donde, el “nuevo régimen” aparenta transitar a una “real” división de poderes y, donde el peso de la presidencia, aparece formalmente acotado. Este es el sentido que tuvo la imponente maquinaria electoral puesta a funcionar en las elecciones internas del PRI que le dio el triunfo a Labastida, actual candidato del PRI.

Esta trampa de la “transición pacífica a la democracia” acordada entre el PRI-PAN-PRD ha resultado en cambios cosméticos, sin que éste pierda lo esencial de su carácter bonapartista. Es ésta la génesis del nuevo régimen de la “transición pactada”, cuyo carácter antidemocrático y anti-obrero trataremos de demostrar.

El régimen ha basado su fortaleza en la relativamente buena situación macroeconómica, con una tasa anual de crecimiento del 3.4% del PBI, la duplicación de sus exportaciones desde el 94 y el 20% de crecimiento del PBI en el mismo período, producto de la integración significativa a la economía norteamericana y su largo ciclo de crecimiento. Este proceso, lejos de disminuir las penurias de las masas, ha resultado en una subordinación cada vez mayor de México a los dictados del imperialismo yanqui como lo ha demostrado la presión ejercida sobre la producción petrolera por el control de los precios del crudo mexicano. Esta situación, mientras produjo el crecimiento de las ganancias burguesas después de la recuperación de la crisis del “Tequila”, significó más miseria para el movimiento de masas obreras y campesinas, pero también le dio cierta base de sustentación al régimen en sectores de las clases medias.

Esto es lo que está tras el acuerdo en las alturas pactado entre el PRI-PAN-PRD, que legitima la aplicación de los planes de recolonización imperialista, y que ya está mostrando sus limitaciones y contradicciones.

Esta política que pretende servir como válvula de escape de las contradicciones sociales y políticas del régimen, sufría una fuerte oposición dentro del PRI por parte de los sectores más aferrados al modelo de control caciquil y despótico que el sistema político mexicano utilizó durante 70 años contra las masas.

Esta falsa democratización del nuevo régimen de la “transición” queda evidenciada con las matanzas de Aguas Blancas, Guerrero, Acteal, Chiapas y el Charco; con los desplazamientos y despojos en las comunidades indígenas por los grupos paramilitares; con la represión en el Mexe, y en Hidalgo; con la política del “gatillo fácil” de la policía que asesinó a los jóvenes de la Colonia Buenos Aires en el DF; con la represión del gobierno “democrático” del PRD contra los vendedores ambulantes y los ocupantes de predios, etc.

Pero fue la violenta ocupación de la UNAM por la Policía Federal Preventiva, avalada por el PRD y la ruptura de los acuerdos del régimen (Gobernación-rectoría) contraídos con el CGH -para romper la huelga estudiantil-, la que demostró, ante importantes sectores de masas, que el régimen del PRI-PAN-PRD no pretende cambiar el carácter despótico y totalitario de esta “transición” blindada que se apoya en los tribunales, la policía y el ejército, que metió a la cárcel a cientos de estudiantes jóvenes y menores de edad, a cientos de profesores, padres de familia, activistas sindicales, sociales y de organizaciones políticas para frenar su lucha por la educación pública.

Esta política reaccionaria, se desenmascara por el cínico apoyo del aparato de estado a la campaña del candidato presidencial del PRI, con la compra de votos y la cooptación de diputados de la oposición burguesa en el Congreso.

Como afirma el politólogo mexicano Luis Javier Garrido: “El régimen mexicano guarda a fin de siglo los mismos rasgos que lo caracterizaron en las últimas décadas: El titular del Ejecutivo continúa siendo impune y no tiene freno ni contrapeso en los otros dos Poderes, en tanto que siguen sin estar garantizados los derechos políticos, sociales y económicos de los individuos y las comunidades (...) El régimen mexicano, como se sabe, buscó reciclarse en los años de la tecnocracia: a) abriéndole espacios de gobierno primero al PAN y luego al PRD y b,) incorporando a estos dos partidos de oposición a la toma de decisiones por la vía de las negociaciones privadas efectuadas a espaldas de la sociedad...” (La Jornada 24-3-2000).

Si bien, formalmente el presidencialismo pleno está algo limitado por la conformación actual de la Cámara de Diputados, su poder sigue siendo inmenso, como lo demostró Zedillo firmando el TLCEU (Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea) en Lisboa, pasando por encima del Congreso, imponiendo un acuerdo que significa un salto en la entrega del país a las transnacionales europeas y por el cual, las leyes mexicanas quedan supeditadas a la reglamentación jurídica de las empresas multinacionales y de los países imperialistas europeos. Con esto, México se convierte cada vez más en una zona de disputa interimperialista, aunque con claro predominio de Estados Unidos.

Es el presidencialismo el que le permite a Zedillo usar al ejército para vigilar y controlar los estados, cercando regiones del interior donde más se expresa el descontento campesino, encarcelando y torturando a los luchadores sociales (como a la universitaria Erika Zamora por citar sólo un ejemplo).

Estas contradicciones, no sólo hacen poco creíble la transición pactada, sino que deslegitima - desde ahora- cualquier triunfo electoral del PRI ante las masas.

Y es que, la transición pactada, es una “auto-reforma” funcional a la aplicación de los planes de recolonización imperialista del FMI y el Banco Mundial.

Pues es precisamente bajo la “auto-reforma”, que se ha profundizado la miseria del país: la crisis del agro por la aplicación del TLC (Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos) que provoca una migración campesina hacia las maquiladoras en el norte del país, los recientes recortes presupuestales, el entreguista acuerdo con Europa, el incremento de la militarización del país y la represión de indígenas y campesinos. Estos planes han convertido a México en el “paraíso” para las industrias maquiladoras. Al amparo de esta “transición pactada”, aumentó enormemente la deuda externa del país con el rescate bancario (725 mil millones de pesos) y el rescate carretero (91 millones de pesos), que fueron incorporados como deuda pública al Instituto de Protección al Ahorro Bancario (IPAB).

La polarización social que genera esta política contra las masas y los roces que produce en los grupos de poder, han impedido que la transición se asiente en forma ordenada. Es una transición que es cada vez más cuestionada y deslegitimada por sectores del movimiento de masas.

EL PRD, LA IZQUIERDA “ANTI-NEOLIBERAL” Y LA BUROCRACIA “OPOSITORA”

El PRD, que desde el 97 gobierna el D.F. (Distrito Federal), ha frenado una y otra vez el desarrollo del movimiento democrático de las masas contra el odiado régimen, así fue en los momentos claves de 1988 y 1994.

Nuevamente, su rol como bombero del régimen quedó demostrado en la huelga estudiantil de la UNAM, en la cual actuó desde adentro del movimiento, mediante su corriente moderada y, desde afuera, utilizando incluso la represión de la policía del DF que dirige. Así, actuó conscientemente para debilitar y aislar la huelga. Intentó desviar la lucha contra la privatización de la educación pública e intentó frenar el desarrollo de una vanguardia juvenil que, por su dinámica política y su enfrentamiento al régimen, fue durante el 99 la piedra en el zapato de la “transición pactada”. Es decir, el PRD ha sido clave para desviar el descontento popular en el país, creando ilusiones en un régimen que avanza de poco a poco hacia su “democratización”. El PRD está aplicando esta misma en los sindicatos que ha cooptado bajo acuerdos electorales.

Las direcciones sindicales “opositoras” son las encargadas de hacer pasar la “transición pactada” en el movimiento obrero, ante el desprestigio de la burocracia de la CTM (Central de Trabajadores Mexicanos) priísta y el Congreso del Trabajo. Estas burocracias “opositoras” tratan de reacomodarse para ser los nuevos interlocutores ante el gobierno, al que sólo le piden que lime los filos “neo-liberales” del ataque a las masas. Tanto el Frente Auténtico del Trabajo (FAT) como el Frente Nacional contra la privatización de la industria eléctrica encabezado por el SME (Sindicato Mexicano de Electricidad) y lo que queda de la CIPM (Coordinadora Intersindical 1ro de Mayo), vienen negociando la mutilación de los contratos colectivos de trabajo, la flexibilización laboral y salarial y la esclavista productividad. Esto mismo es lo que vienen haciendo direcciones como la del IMSS, la de Télmex, la del SUTIN (Sindicato Unico de Trabajadores de la Industria) y la del STUNAM (no docentes), todas de la traidora UNT (Unión de Nacional de Trabajadores). Son direcciones enemigas tanto del frente único obrero como del frente único obrero-estudiantil que se expresó desde la gran marcha de julio del año pasado con la confluencia de las luchas contra la privatización de la CLyF ( Compañía de Luz y Fuerza) y de la UNAM. Todas estas direcciones han aislado conscientemente la huelga estudiantil universitaria para evitar que los reclamos y la movilización independiente hagan entrar en crisis al régimen que ellas avalan. Son las garantes de la aplicación de los planes imperialistas que la vieja burocracia sindical ya no puede imponer sin provocar una mayor crisis en el régimen que las cobijó durante décadas.

Lamentablemente, a esta política se subordina la izquierda reformista mexicana que, bajo la argumentación de la lucha contra el “neoliberalismo”, en vez de llamar a los trabajadores a levantar una política independiente para tirar abajo el TLC, no pagar la deuda externa, rechazar los convenios de productividad y acabar con el desempleo, acuerda con la burocracia “opositora”, cuestionando sólo los aspectos “salvajes” del capitalismo, reduciendo la lucha de clases al llamado a votar por el PRD para presionar al Congreso a que discuta leyes “más humanas”. Bajo esta estrategia colaboracionista se conformó recientemente el Frente de Sindicalistas en apoyo a Cárdenas, integrado por las organizaciones arriba mencionadas.

Entre la izquierda reformista (“anti-neoliberal”) cooptada por el PRD, destacan los maoístas y los grupos populistas. Aunque se dicen “anti-electoralistas” y “anti-burgueses” presionan al gobierno para acordar poder de gestoría ante sus bases (como los agrupados en el Movimiento de Unidad y Lucha Popular- MULP). En su intento por frenar cualquier proceso independiente que enturbie la transición pactada de la que se han hecho parte, en el conflicto de la UNAM, tratan de subordinar al CGH a las organizaciones obreras y sociales ligadas a Cárdenas y al PRD.

LA HUELGA ESTUDIANTIL UNIVERSITARIA:UNA EXPRESIÓN DEL DESCONTENTO DE LAS MASAS

En medio de una situación caracterizada por el desvío del descontento obrero y popular hacia una coyuntura electoral y de pactos reaccionarios entre las direcciones del movimiento obrero y popular, la huelga estudiantil universitaria, evidenció el carácter antidemocrático del régimen de la transición y su rol de garante de los planes imperialistas (ver artículo “Ultras y moderados en la huelga de la UNAM”).

En una situación en la que tanto las demandas obreras, campesinas, de los jornaleros, de los pequeños y medianos agricultores, vienen siendo contenidas por el discurso “opositor” de Cárdenas, el movimiento estudiantil aparece como un fenómeno político que puede conjugar las expresiones de repudio al régimen de distintos sectores de la población, excediendo los marcos de la lucha de la UNAM.

Al enfrentar la privatización de la universidad exigida por el FMI y el Banco Mundial, la huelga apuntó contra un aspecto central de los planes de recolonización imperialista desenmascarando el carácter profundamente reaccionario y limitado de la “reforma democrática del régimen” y toda la estructura reaccionaria que ayer encabezaba el rector Barnés y hoy el represor De la Fuente.

La delimitación del CGH con las direcciones burguesas en la dinámica misma de la huelga, significa un importante avance en el surgimiento de un nuevo movimiento estudiantil, pues rompió el control hegemónico de las corrientes del PRD en la UNAM (como el Consejo Estudiantil Universitario-CEU) que, desde la importante huelga de 1986, venía impidiendo un movimiento independiente en la universidad. Significó –por lo tanto- la crisis de la principal mediación burguesa del régimen dentro del movimiento estudiantil. Por eso la patronal, el Congreso, el alto clero, los monopolios de la comunicación (a los que se sumó la “izquierda moderada”), satanizaron a los paristas del CGH como “ultras”.

Desde este punto de vista, y más allá de su retroceso, es un fenómeno político que preocupa seriamente al régimen, pues la repercusión de la lucha de la vanguardia estudiantil, ha servido de acicate a acciones -aún incipientes y moleculares- del movimiento obrero y popular en varios estados en protesta contra la miseria y los planes imperialistas. Es una vanguardia que, al representar el punto más alto de la resistencia a los llamados planes “neoliberales”, ha actuado como caja de resonancia de las contradicciones sociales.

Así, vemos como esta vanguardia incidió en el estallido de la huelga nacional de los ingenios azucareros hace dos meses, las movilizaciones a nivel nacional de los trabajadores de la educación contra la descentralización educativa, la lucha del Mexe y la movilización de los 12 mil trabajadores y alumnos de las normales rurales en varios estados en apoyo a los alumnos de esa normal, las de los trabajadores de la salud (como los del ISSSTE) y el movimiento de los médicos, que están realizando paros escalonados en protesta contra la privatización de este sector y sus efectos contra las conquistas obreras y la inquietud que están expresando los trabajadores del SUTIN y el SME. O, como en el campo, donde la caída de los precios de los productos del agro en beneficio de las transnacionales, está llevando a la quiebra a los pequeños y medianos productores y profundizando la miseria de los campesinos pobres y de los obreros agrícolas (éstos últimos han realizado ocupaciones de empresas -reteniendo a los patrones- para cobrar sus salarios atrasados). Vistos de conjunto, estos movimientos cuestionan objetivamente al TLC y los pactos con el FMI y el Banco Mundial que el régimen impone a rajatabla.

Pero es la clase media la que más está expresando su descontento ante el ataque a sus condiciones de vida (gran endeudamiento, créditos caros, privatización de la educación, recortes de planta laboral, pauperización y tecnificación del trabajo intelectual; crisis de los medianos y pequeños productores, la privatización de la salud y los servicios, el incremento al crédito para la vivienda). Y es que ésta había sido una fuerte base social del régimen durante años, sobre la que se apoyaba para imponer sus planes. En los últimos días, el Barzón, los medianos y pequeños agricultores, los tarjeta-habientes se apostaron fuera del Senado tirando huevos y hortalizas podridas en sus paredes, quemando sus cosechas de trigo y café en el Zócalo, en protesta por la descapitalización que les provocó el TLC en el campo.

Este descontento de sectores de la clase media que se expresa cualitativamente como repudio a la represión a los estudiantes, con la aparición de un nuevo movimiento democrático como los 100 mil manifestantes que salieron a la calle el 9 de febrero, refleja la gran polarización social que existe en el país. Este fenómeno sólo es comparable con las movilizaciones de masas contra el fraude del 88 o las que reclamaban el fin de los ataques militares a Chiapas en enero del 94. Este movimiento democrático basado en las ciudades, hoy desviado por la coyuntura electoral, puede ser un importante aliado de los trabajadores en luchas futuras, y sigue cumpliendo aún hoy un rol progresivo contra el intento de militarización de la UNAM.

Es decir, que el movimiento estudiantil universitario ha servido como catalizador del descontento contra los que están entregando el país al imperialismo. La lucha en la UNAM, se tornó así en un fenómeno político que adquirió un carácter nacional por las contradicciones que abrió en el régimen.

UNA COYUNTURA ELECTORAL INESTABLE

El gran desafío que enfrentan las masas son los acuerdos estratégicos que mantienen los distintos sectores burgueses por cumplir los compromisos con el imperialismo, aunque difieran, por cuestiones tácticas, en los ritmos de su aplicación (como son el TLC, pago de la deuda externa, las privatizaciones, la reforma laboral, el rol del ejército en la política nacional, etc.).

Pues si bien es cierto que hay una crisis de confianza del gobierno, una deslegitimación de la transición pactada y una importante pelea por la continuidad del PRI en el poder, existe una gran “unidad nacional” de la burguesía alrededor de estos problemas de estado.

Sobre este acuerdo en las alturas, el régimen está avanzando en su salida, logrando que las elecciones ocupen el centro de la escena nacional.

En este marco, existe un avance real de Vicente Fox en la campaña electoral con un discurso de “verdadero opositor” al PRI. A este recambio están apostando el alto clero desde sus homilías; los grandes empresarios propagandizando que una “alternancia” en el poder no desestabilizaría la situación económica y los partidos patronales que confían como garante del proceso en un IFE “ciudadanizado” y “democrático”.

Pese a que el PRD está debilitado a nivel local por los descalabros de su gobierno en el DF y por sus pugnas internas, como lo demuestra la división actual frente a la presencia de la PFP en la UNAM en los últimos días, a nivel nacional, puede posicionarse mejor frente al desgaste del “odiado PRI”, capitalizando por “izquierda” el descontento contra el régimen de la transición pactada, lo que muy probablemente se exprese en su triunfo en el DF.

Por eso Cárdenas y el PRD, demagógicamente, aparecen hoy como los “campeones” del combate contra el TLC (al que “sólo habría que renegociarlo bajo otro gobierno”), contra el fraude del IPAB del PRI-PAN, contra a la “entrega total” del país vía la firma del TLC con Europa, contra la venta de PEMEX, de la industria eléctrica y cuestionan los condicionamientos del “blindaje financiero”.

Una corriente de opinión que expresa la necesidad del voto útil, es reflejada por Alberto Asís Nassif quién escribe: “Una vez que el PRI es derrotado, se abren las posibilidades para que otras opciones opositoras entren de lleno al juego de la competencia por el poder, pero, antes hay que dar el primer paso, hay que derrotar al partido oficial”. (La Jornada, 28-lll-2000).

Es decir, ya sea bajo el voto a Cárdenas, a Fox (o al PRI), el descontento obrero popular, la situación y los elementos pre-revolucionarios que se venían configurando, pueden ser desviados, cerrando por ahora la posibilidad de su maduración en la salida a las calles de las masas exigiendo la caída del régimen de la “transición pactada”.

Esta disputa electoral, da pasos, sin embargo a una auténtica “unidad nacional”, cuando se trata de la política de subordinación al imperialismo, el mantenimiento del charrismo en el movimiento obrero, y en una política cada vez más represiva de todos aquellos que cuestionan por izquierda la transición pactada.

PERSPECTIVAS

El avance de una coyuntura reaccionaria, a partir del retroceso de la lucha estudiantil y de la entrada de las masas en el escenario electoral, sin embargo, no resuelve las contradicciones y los problemas de la transición.

En primer lugar, la unidad interna del PRI -base del avance de la “autorreforma” del régimen-, tiene patas cortas, pues las pugnas derivadas de la repartición de diputaciones seguramente desarrollará nuevas rupturas y desprendimientos (como vienen dándose en algunos estados del país).

El grado de descontento social tiende a generalizarse debido a la caída de los salarios, el aumento de los precios y de las tarifas de los servicios y el creciente desempleo, están provocando movilizaciones de distintos sectores de la población que, hasta ahora han sido contenidos por sus direcciones, pero que probablemente amenacen la estabilidad en el nuevo sexenio.

En el campo es donde más se expresa la desconfianza en la salida electoral, en los partidos patronales e incluso en algunos sectores, en las direcciones dialoguistas como Marcos y los comandantes del EZLN. Es un fenómeno que tiene hondas raíces sociales, en la miseria y la represión a la que está sometido el campesinado. Proceso que ha generado elementos de radicalización que alientan el surgimiento de nuevos grupos guerrilleros (o desprendimientos por “izquierda” como el ERPI o el EVRP que rompieron con el Ejército Revolucionario del Pueblo).

Además, fenómenos como la sublevación popular del Mexe, o los reclamos de trabajadores con tomas de empresas –como los jornaleros de Valle de San Quintín (Baja California)- están presentes como una posibilidad que la coyuntura electoral no puede eliminar.

Habrá que ver qué pasará cuando después de julio se profundicen las medidas y los ajustes contra las masas. O cuando la deuda del Fobaproa -que llegó a representar más del 19 por ciento del PIB- empiece a causar grandes estragos, ya que tendrán que pagarse cada semana 1.000 millones de pesos para cancelar los pagarés del Fobaproa, sin contar con la repercusión que tendría sobre la economía - y sobre el pago de la deuda externa-, un alza en las tasas de interés en Estados Unidos.

El PRI parece estar dispuesto a recurrir a todos los mecanismos necesarios para continuar en el poder. De ser así, su triunfo (legal o fraudulento) tendría escaso margen de credibilidad y de maniobra que polarizaría más la situación. Esto lo debilitaría más rápidamente, dando lugar a una probable crisis interna, abriendo la posibilidad de que se desarrollen importantes acciones de masas.

Otro probable escenario, es que, ante el odio al PRI y, la poca fuerza mostrada por el PRD y Cuauhtémoc, Vicente Fox gane la presidencia -apoyado centralmente por la clase media alta, pero también por un sector importante de trabajadores, y avalado por el imperialismo como recambio burgués que garantice las inversiones extranjeras. Por un período podría lograr frenar el descontento con su discurso anti PRI y su populismo de derecha (parecido a Fujimori en sus inicios).

Sin embargo, no serán sólo los resultados electorales los que determinen el conjunto de la situación. La relación de fuerzas entre las clases no está aún definida. Será al calor de la lucha y de la experiencia de las masas en el próximo período que irán emergiendo nuevos fenómenos que volverán a poner en cuestión la legitimidad del régimen de la “transición pactada”.

POR UNA POLÍTICA REVOLUCIONARIA FRENTE A LA COYUNTURA ELECTORAL

La lucha del movimiento estudiantil mexicano y del CGH demostró, a lo largo de más de un año y aún hoy, las incapacidad que tiene el régimen para “autorreformarse” y contener las profundas contradicciones que implica imponer los planes imperialistas con sus consecuencias de hambre y miseria, para lo que necesitan mantener, aún maquillados, los viejos instrumentos del bonapartismo mexicano, con sus charros, sus caciques y sus porros contra el movimiento de masas.

Desde la Liga de Trabajadores por el Socialismo, opinamos que, independientemente de los resultados de las elecciones del 2 de julio, éstas no atenuarán las contradicciones sociales, económicas y políticas existentes.

Por lo que afirmamos que la clase obrera y sus aliados, deben romper con las direcciones burguesas que se montan en sus luchas. ¡Ninguna confianza en Cárdenas y el PRD!

¡Abajo el régimen de la transición pactada contra las masas!

El PRI es irreformable, el PAN y el PRD defienden la esencia del régimen de los banqueros corruptos, los caciques, los terratenientes y sus guardias blancas, los narcotraficantes y los podridos charros sindicales. Para ello, desde la LTS, luchamos por una Constituyente Revolucionaria sobre las ruinas del priato (ver artículo “El ciclo del bonapartismo mexicano y las tareas de la revolución proletaria”).

La clase trabajadora deberá dotarse en el próximo período de un programa independiente de la burguesía, que dé respuesta a sus necesidades más inmediatas y a aquellas de toda la nación explotada y oprimida.

En la coyuntura inmediata, los partidos patronales de la reaccionaria “transición pactada” tratan de utilizar las elecciones para legitimarse mientras su régimen reprime y mantiene presos a los compañeros del CGH de la UNAM, que enfrentaron los planes del FMI contra la educación pública en América Latina durante un año. Los trabajadores y todos los sectores oprimidos por el régimen deben enfrentar esta trampa reaccionaria.

Por el contrario la política de la mayoría de los grupos de izquierda frente a las elecciones es un complemento de su rol capitulador en la lucha de la UNAM. El grupo UNIOS-FP (Frente del Pueblo), que se reclama trotskista, nuevamente, llama a votar “críticamente” a Cárdenas como lo hizo en el 88 y en el 97. El POS, hace una campaña “socialista”, con un candidato propio, Aguilar Mora (el ex-dirigente del PRT), pero no por ello es más independiente políticamente del PRD a quien se subordinó permanentemente, como lo demostró su vergonzosa actuación en el conflicto de la UNAM.

Frente a las condiciones proscriptivas que impone el régimen para utilizar el proceso electoral para levantar un programa revolucionario, la LTS propone a todas las organizaciones que se reclaman de lucha y combativas, impulsar una amplia campaña democrática contra el régimen represor votando por la libertad y el desprocesamiento de todos los presos de la UNAM, el Mexe y los más de 1.000 presos políticos mexicanos. Este sería un gran paso progresivo hacia el agrupamiento de la vanguardia para enfrentar al régimen.

Así, con esta propuesta, el CGH y las organizaciones sindicales y sociales agrupadas en la CNTE, el Frente Nacional de resistencia contra las privatizaciones, la Coordinadora Intersindical 1° de mayo y el Consejo Nacional de Lucha, podrían alzar su voz en estas elecciones para combatir también en este terreno al régimen de la transición pactada.









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