Nuevas Jornadas Revolucionarias en Bolivia:

Lecciones y perspectivas

16 Jul 2005   |   comentários

Durante un mes, Bolivia se conmovió por un gigantesco proceso de movilización de masas, que tiro al presidente Mesa y frustró el intento de la derecha de hacer a Vaca Díez presidente, todo en medio de una aguda crisis política y duras peleas en las alturas del régimen burgués. Se trató de una nueva erupción de la lucha de clases comparable al levantamiento insurreccional de Octubre del 2003 con el que se abrió un proceso revolucionario que, como se demostró, aún no se ha detenido.

El nuevo gobierno de Eduardo Rodríguez intenta un «desvío electoral» apoyándose en la desmovilización y la tregua que Evo Morales y otros dirigentes han impuesto. Pero muchos trabajadores, campesinos y jóvenes sienten que no hay que «bajar la guardia» y algunos se preguntan «¿qué faltó para vencer?».

UN GRAN LEVANTAMIENTO DE MASAS

El Alto fue nuevamente el epicentro, con el paro «cívico-laboral» de casi un mes convocado por la FEJUVE (Federación de Juntas Vecinales) y la COR (Central Obrera Regional), apoyado en la organización de la base. Las juntas vecinales aseguraron una firme disciplina y un extraordinario nivel de movilización, como se vio en el Cabildo Abierto del 6 de junio, donde confluyeron con miles de cooperativistas y mineros, maestros, vecinos de las barriadas populares de La Paz, campesinos y cocaleros. Además, las movilizaciones se extendieron a nivel nacional sitiando a las ciudades más importantes como Santa Cruz, San Julián, Yapacani y Camiri.

Las consignas fueron radicalizándose, a partir de la demanda de nacionalización del gas, junto a la exigencia de Asamblea Constituyente, algunos sectores levantaron, echar a Mesa y cerrar el Congreso, expresando el repudio popular al régimen y sus partidos.

La cautela del gobierno en reprimir, temeroso de detonar una insurrección, no impidió que desde el lunes 6 de junio se multiplicaran los choques con la policía que custodiaba la Plaza Murillo y el centro paceño. Mientras en El Alto se generalizaban las zanjas y las barricadas, las manifestaciones «bajaban» portando palos y piedras, los mineros y cooperativistas, cachorros de dinamita cuyo estallido se multiplicó por miles en las marchas y enfrentamientos.

Un elemento fundamental para comprender el proceso, es el surgimiento, de hecho, de un embrionario poder dual, territorial, disperso, no organizado ni centralizado, que organizaciones de base, como las juntas vecinales, reflejaban. Evidente en El Alto, donde ni las ambulancias podían circular sin autorización. La fuerza de las masas paralizando los poderes públicos, dejando al gobierno sin fuerza para imponer decisión alguna, planteaba el problema del poder. La popularización de la consigna de Asamblea Popular, que algunos dirigentes nacionales retomarían a partir del Cabildo Abierto del 6 respondía a esta dinámica. En sectores de vanguardia comenzaban a abrirse paso consignas por un «gobierno obrero y campesino».

LA CAÍDA DE MESA Y LA CRISIS REVOLUCIONARIA

En este marco, fue inevitable la caída del gobierno, jaqueado por las masas movilizadas y la inconformidad de la derecha burguesa. La renuncia presidencial no logró desmovilizar ni poner fin a las peleas intestinas en el régimen. El Parlamento que debía tratar la sucesión se fracturó. La crisis política llegó al extremo con el virtual «vacío de gobierno» y el Congreso paralizado, mientras la presión de la derecha autonomista cruceña generaba elementos de descomposición estatal. Se generó un impasse burgués que las masas podían aprovechar para dar un golpe decisivo a las instituciones y abrir una etapa de lucha abierta por el poder. Se abría paso la posibilidad de demoler el viejo régimen y sus instituciones. El momento reunía todas las características de una crisis revolucionaria, pero esto no podía prolongarse más que unos días. O las masas avanzaban hacia el poder, o la burguesía comenzaría a imponer su propia salida política.

LA CONSPIRACIÓN EN SUCRE Y LA RESPONSABILIDAD DE EVO MORALES

El traslado de las sesiones parlamentarias a Sucre, para conspirar y llevar a la presidencia a Hormando Vaca Díez y lograr un reagrupamiento político de la derecha burguesa era para imponer su política y enfrentar al movimiento de masas. Las FF.AA. activaban un despliegue militar con 14.000 hombres en La Paz y Santa Cruz, preparando la «recuperación del orden». Este intento bonapartista fue leído por las masas como una declaración de guerra, y redoblaron la movilización. El jueves 9 de junio, antes de reunirse el Congreso, miles sitiaban el centro de la ciudad. Los enfrentamientos, mostraron que imponer a Vaca Díez significaba enfrentar al movimiento de masas arriesgándose a la división de las FF.AA o al estallido de una guerra civil. La derecha resignó su plan y aceptó el traspaso de la presidencia a Eduardo Rodríguez, presidente de la Suprema Corte. Otra vez, un débil compromiso político permitió postergar las tendencias al enfrentamiento más abierto entre la revolución y la contrarrevolución.

Si la solución de Sucre pudo prosperar, fue en gran medida responsabilidad de Evo Morales y el MAS. Pese al rechazo de amplios sectores de masas al régimen, este partido avaló al Congreso y la continuidad misma de Vaca Díez y Cossío, aceptó postergar su propia demanda de Constituyente y llamó a desmovilizar, dando una tregua política para permitir establecerse al nuevo gobierno. El MAS se puso firmemente al servicio de salvar a las instituciones, reafirmándose como «pata izquierda» del régimen. Consumó así una gran traición política al movimiento de masas al contener las tendencias revolucionarias de las masas en los marcos de su estrategia de «reformas democráticas» y conciliación con la burguesía.

UN DESVÍO ELECTORAL QUE NO TERMINA DE CONSOLIDARSE

«Preservar el sistema democrático y conducir un proceso electoral» es la tarea del nuevo presidente. Que encabeza un gobierno reaccionario y proimperialista, pero muy débil, dependiente del Congreso y destinado a administrar la crisis política y llevar todo a elecciones adelantadas. Tarea no sencilla pues hay abiertos varios frentes: el primero, el del movimiento de masas, que pese a la tregua, no tiene expectativas en el nuevo gobierno. Otro frente son las disputas en la clase dominante que traban la salida política y la adopción de decisiones en el Parlamento. Pero a falta de apoyo social tiene a los «factores de poder»: «cívicos» cruceños, empresariado, Iglesia y embajadas «amigas» de EE.UU., Brasil y Argentina.

Es posible que se logre montar un desvío electoral e ir a un recambio burgués más sólido y que a cierto plazo amortigüe las tendencias a una nueva irrupción revolucionaria. Pero la profundidad de las contradicciones nacionales y la experiencia acumulada por las masas hacen poco probable una estabilización duradera. Por otra parte, postergar la Asamblea Constituyente y el referéndum autonomista al menos para el año próximo no termina de conformar a todos los sectores; mientras que en elecciones adelantadas la burguesía tendrá que correr contra reloj para montar una alternativa burguesa que cierre el paso al MAS.

¿QUÉ FALTÓ?

En primer lugar, faltó una alianza obrera, campesina, originaria y popular conducida por la clase obrera con una política de independencia de clase. Aunque las poderosas tendencias a la unidad en las calles iban en este sentido, las organizaciones existentes no hicieron nada por consolidarla. Por otra parte, la burocracia sindical no hizo nada para incorporar a la lucha a decenas de miles de trabajadores de fábricas, talleres y empresas «capitalizadas» cuya fuerza hubiera terminado de volcar completamente la situación a favor de las masas. Las distintas direcciones, como los del MAS, comprometidos en la «defensa de la democracia» o Jaime Solares, que apuestan todo a la búsqueda de algún militar «patriota», dejaron a las masas sublevadas sin una alternativa política propia y terminaron todos capitulando a la nueva «sucesión constitucional».

En segundo lugar se necesita una Asamblea Popular, como expresión del poder obrero y popular, opuesto al poder estatal en crisis y capaz de dar sustento político y material a la lucha por un gobierno de las organizaciones obreras, campesinas, originarias y del pueblo pobre que encabezaban la movilización. Junto al desarrollo de la Asamblea Popular era y es necesario imponer la más amplia democracia obrera al interior de los sindicatos y organizaciones existentes, y crear, desarrollar y centralizar aquellos organismos para la lucha como los comités de autodefensa, abastecimiento, etc.; impulsar en suma todas las formas que ayuden a que los trabajadores y campesinos tomen en sus propias manos todos los problemas.

Finalmente y sobre todo, falta una dirección revolucionaria al frente de la COB y demás organizaciones de masas. Los actuales dirigentes, pese a sus discursos «rojos», como Solares, Mamani, Patana, o De la Cruz, son enemigos de que las masas obreras y campesinas se encaminen hacia su propio gobierno, pero sólo la toma del poder por los trabajadores, apoyados en la más amplia alianza obrera, campesina, originaria y del pueblo pobre puede abrir una perspectiva superadora del atraso, la miseria, la opresión y la entrega.

En las movilizaciones destacaron miles de dirigentes de base y luchadores combativos, con creciente influencia en las juntas vecinales y algunos sindicatos, que no confían en los dirigentes nacionales y están dispuestos a ir hasta el final en la lucha. En ellos se incuban los primeros elementos de una nueva dirección.

Por esta perspectiva es que la Liga Obrera Revolucionaria por la Cuarta Internacional de Bolivia (organización hermana de la LTS), peleo durante estas jornadas y seguirá peleando en el futuro, cuando nuevamente las masas bolivianas estallen con su enorme combatividad y heroísmo.









  • No hay comentarios para este artículo