PTR desde Chile

Los temores derechistas, la Nueva Mayoría y la clase obrera. A horas de la segunda vuelta

15 Dec 2013   |   comentários

Actualidad Política Obrera – APO #4
Juan Valenzuela

14 de diciembre de 2013

Huelgas prolongadas, cortes de rutas, avenidas y accesos a las empresas, marchas y paros de solidaridad, encuentros, tendencias a la reorganización. El movimiento obrero, este 2013, viene dinamizándose. Cada uno de los elementos enumerados comienza a hacerse más cotidiano en la clase obrera, aunque desigualmente y todavía no de modo masivo. ¿Dará un salto la clase trabajadora a transformarse en un actor político que no vaya tras los conglomerados empresariales: la Alianza y la Nueva Mayoría? ¿O se desplegará sus energías sólo para presionar a otros: los parlamentarios de la Nueva Mayoría y Bachelet, para que sean ellos quienes satisfagan sus demandas?

Lo que pretende el Partido Comunista a la cabeza de la CUT es, precisamente, que la clase obrera presione al gobierno bacheletista, sin desarrollar una independiente. Afirmando que es una “posición de clase”, Bárbara Figueroa, llama a votar mañana 15 de diciembre, por la candidata de la Nueva Mayoría. ¿La justificación? El programa de Bachelet sería más cercano a las aspiraciones de la CUT y los trabajadores. Pero si bien hay puntos en aquél, que de realizarse, implicarían mejores condiciones para la lucha obrera (fin a los reemplazos en las huelgas, titularidad de los sindicatos, etc.), es ineludible tener en cuenta que el gobierno de Bachelet será un gobierno de un conglomerado político de los empresarios, por mucho que el PC lo integre. Esto se refleja en la discusión que hay en curso en su interior: ¿debemos simplemente usar la mayoría conquistada en el parlamento para implementar las reformas o debemos actuar guiándonos por la política de los acuerdos que fue una clave de estabilización en la llamada “transición a la democracia”? La DC y el laguismo en el PPD, y diversos sectores de la Nueva Mayoría, son defensores acérrimos de la política de los acuerdos. Otro sector del PPD -el girardismo-, el PRSD, quieren hacer pesar la mayoría. Habrá contradicciones internas. Un sector buscará a toda costa pactar las reformas con la derecha, retardando su propia realización.

La derecha, por su parte, viene impulsando una intensa campaña a través de la prensa y centros intelectuales, con el fin de movilizar a sus votantes el día de elecciones -atemorizándolos ante la posibilidad de un triunfo aplastante de Bachelet- y marcarle la línea a la “Concertación”. Lucía Santa Cruz (Libertad y Desarrollo), planteó que “el programa de Bachelet es el primer escalón en el establecimiento del socialismo en Chile”. El UDI Jovino Novoa, en relación a estas palabras, señaló: “Coincido absolutamente. Hay un proyecto socialista en marcha que pretende cambiar las bases de la institucionalidad, en donde una parte pretende cambiar la democracia representativa en una especie de democracia plebiscitaria -que ellos llaman más directa- y darle un poder casi sin contrapeso al Ejecutivo (…) En el programa de Bachelet se comienza a debilitar el concepto de propiedad privada, y entonces ya no pasa a ser un derecho de las personas que está protegido, sino que es un derecho que está protegido en la medida que la autoridad lo quiera proteger y dice que la propiedad privada y la herencia se limitarán de acuerdo a la ley” (El Mercurio, 8 de diciembre). Además de esta acusación de socialismo, la Alianza viene responsabilizando a la Nueva Mayoría y a Bachelet de la moderación en los pronósticos de crecimiento económico. Saben que no es así. Pero si hacen estos berrinches es para ponerle límites a la Nueva Mayoría.

Teniendo en cuenta estas discusiones en las alturas, es posible afirmar que ni siquiera la realización del programa reformista burgués de Bachelet está garantizada. El régimen político tiene cerrojos que los políticos de la Alianza y la Nueva Mayoría no quieren romper. Por esta razón el PC a la cabeza de la CUT se concibe a sí mismo como la “presión por izquierda” que tendrá Bachelet. Movilizarán incluso, para que sea el propio régimen el que conceda demandas. Y para evitar que sectores de la clase trabajadora escapen a su control. De movilizar la CUT, y generarse luchas de presión de trabajadores, estudiantes, no está excluído que se realice el programa o parte de él. Pero podría producirse una “inflación de expectativas” como le gusta decir a la clase patronal…Es decir, podrían introducirse demandas no previstas en el programa de la Nueva Mayoría, y un mayor despliegue de los métodos de combate de la clase obrera.

Si gente como Novoa acusa a Bachelet de querer implantar el “socialismo”, es para rayar la cancha y unir -no por el amor, sino por el espanto- sus filas.
La clase obrera mantiene su disposición a la lucha

El martes 10 de diciembre, en Concepción, los trabajadores astilleros de ASMAR, que cumplen casi 50 días en huelga, exigiendo una nivelación en los salarios, marcharon junto a los trabajadores recientemente despedidos de UNIMARC, producto del cierre de cuatro locales de esta empresa en la región y la decisión patronal de dejarlos en la calle. En la mañana, organizaron barricadas en diversos puntos de la región. También ha comenzado la huelga de los trabajadores del Hotel Sheraton, contra los abusos patronales, como el hacerlos trabajar después de marcar para salir. La policía ha mostrado toda su complicidad con el empresariado, defendiendo al millonario Howi Brown, cercando a los trabajadores con vallas papales, seguramente, para que tampoco molesten a los ricachones hospedados en el hotel cinco estrellas. El miércoles 11, los trabajadores de Codelco Ventanas, también se movilizaron, protestando porque las empresas contratistas no han pagado bonos comprometidos. Los trabajadores portuarios de Valparaíso, se tomaron el espigón. Se demuestra que el clima electoral no ha suprimido la mayor disposición a la lucha de la clase trabajadora. También corroboramos esto, con las enormes jornadas de paralización del sector público, las más grandes de los últimos tres años.

¿Por qué el gobierno -el mismo gobierno que en su periodo despidió a 11.000 funcionarios públicos- les cedió a los estatales -además del aumento de un 5% (por debajo de la demanda original de un 8,8% o la de 7% posterior)- el paso de honorarios a contrata de un tercio de los trabajadores y modificaciones reglamentarias que harán más difícil despedir a los trabajadores a contrata? Porque los municipales comenzaron a tomar la lucha contra las divisiones entre trabajadores de primera y trabajadores de segunda en sus propias manos, al pedir en su paro, la homologación en sus remuneraciones y beneficios con los trabajadores fiscales. El Estado patronal y quienes lo administran, no respetan ni el propio Estatuto Administrativo según el cual en el sector debe haber un mínimo de un 80% de planta, exactamente lo contrario a lo que ocurre hoy. Al ceder esos puntos, quieren prevenir que se abran luchas de los propios trabajadores cuestionando esos métodos de fragmentación. Quizá un aire así comienza a recorrer al movimiento obrero, integrándose parcialmente a sus demandas. ¿No hay algo de eso en el cuestionamiento a las diferencias entre remuneraciones por el mismo trabajo en los astilleros de ASMAR? Por esta huelga, la dirección de la CUT apareció hablando de “tarifado”.

Para conquistar nuestras demandas: independencia política de los trabajadores

Si la Nueva Mayoría plantea reformas laborales -aun conservando lo fundamental del Código Laboral de Pinochet, como el subcontrato-, es para prevenir que no surjan nuevos combates del movimiento obrero que puedan poner en peligro el dominio empresarial. La derecha teme que el mero planteamiento de reformas, alimente expectativas, y por ello han iniciado su “campaña del temor” al socialismo. Quieren que Bachelet modere su discurso y en parte lo han conseguido, como en el último debate presidencial.

La clase obrera se viene fortaleciendo. La unidad se manifiesta en huelgas pero también en nuevas alianzas como la portuaria-minera en la región de Atacama. Pero falta algo central: una herramienta política, un partido de combate de la clase trabajadora.

Hay que poner en pie esa herramienta. Para luchar contra el subcontrato y el trabajo precario en el sector público, exigiendo el paso a planta de todos los trabajadores, y un tarifado nacional por oficio. El derecho efectivo a huelga y la negociación colectiva por rama. Para recuperar los sindicatos con cuerpos de delegados desde las bases. Y refundar la CUT sobre principios clasistas.









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