A PROPÓSITO DEL CHAVISMO
Nacionalismo burgués y socialismo
22 Mar 2013
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Fecha: Jueves 21 de marzo de 2013
Por: Facundo Aguirre , Ruth Werner
La izquierda populista regional reivindica el proyecto bolivariano por unir nacionalismo y socialismo. Para el periodista Modesto Emilio Guerrero “Chávez es de izquierda, se formó en esa fuente intelectual, aunque también en el nacionalismo militar de Juan Velasco y Torrijos. (…) Eso explica que a Chávez no le haya costado casi nada dar el paso desde el nacionalismo al socialismo”. Partiendo de una definición ideológica de Chávez, Guerrero renuncia a dar una definición de clase del nacionalismo chavista. El periodista agrega: “El nacionalismo de Chávez es plebeyo, pertenece a otra estructura social propia de la depredación de la globalización”1.
El chavismo no es un salto del nacionalismo al socialismo, sino un movimiento nacionalista burgués. Que hable de socialismo no es novedad. Muchos nacionalistas en los ‘40 se valieron de discursos socializantes para ganar apoyo en las masas, y bloquear así el desarrollo de una izquierda anclada en la independencia de clase. Poco importa si la base social del chavismo es “plebeya”. La base del peronismo era la clase obrera. Pero ni los trabajadores dirigían a Perón ni los movimientos plebeyos a Chávez. En ambos casos los trabajadores y el pueblo pobre son usados como base para una política burguesa. Por eso el nacionalismo burgués histórico estatizó las organizaciones obreras y populares, generando una burocracia y liquidando la democracia en las organizaciones de masas.
Trotsky definía como bonapartismo sui generis de izquierda a fenómenos como el cardenismo mexicano a fines de los ’30, caracterizando al nacionalismo burgués que se sitúa como árbitro entre las masas obreras y populares, la débil burguesía nacional y el imperialismo en los países atrasados de América Latina. Ese bonapartismo se apoyaba en el proletariado, a quien le hacía concesiones, para lograr cierta libertad frente al capital extranjero y relativa autonomía del imperialismo. El peronismo encarnó fielmente este bonapartismo, ofreciendo cierta resistencia a la penetración en el país del imperialismo yanqui, aprovechando la rivalidad entre éste e Inglaterra por la influencia en la región a la salida de la II Guerra Mundial.
El chavismo tiene rasgos de este tipo de bonapartismo, siendo manifestación de la crisis social producida por el neoliberalismo y de la pérdida de hegemonía del imperialismo yanqui en su fase de decadencia sin que hayan surgido aún potencias capaces de reemplazarlo. El tipo de bonapartismo chavista es estructuralmente más débil, ya que se apoya esencialmente en las FF.AA. y en los movimientos sociales del pueblo pobre, a quien destina lo fundamental de sus concesiones. El movimiento obrero, en tanto el chavismo no logró centrales sindicales adictas, al estilo del peronismo, no juega un papel central, aunque esto no quita que importantes sectores de la clase trabajadora sean seguidores de Chávez.
Nacionalismo y antiimperialismo
Los movimientos nacionalistas burgueses fueron incapaces históricamente de enfrentar seriamente al imperialismo, de afectar decididamente los intereses de las elites reaccionarias ni de llevar adelante las tareas democráticas de una revolución burguesa.
Perón, por ejemplo, intentó resistir los avances del imperialismo yanqui en el petróleo, pero se lo terminó entregando a la Standar Oil; la nacionalización de los ferrocarriles británicos fue con pago de indemnización; y en 1955 ante el golpe proyanqui, se rindió sin presentar batalla mientras la clase obrera intentaba aislada la resistencia. En el caso del chavismo, quien derrotó al golpe escuálido de abril de 2002, fue la fenomenal reacción popular. Fue este levantamiento el que obligó a los dirigentes bolivarianos y a sectores del alto mando militar a la lucha para restituir a Chávez.
Similar al caso de Perón, Chávez trazó una política exterior de relativa autonomía del imperialismo yanqui: se opuso a la guerra de Irak, a la intervención de la MINUSTAH en Haití y mantuvo relaciones diplomáticas y comerciales con Irán (el “eje del mal” según George Bush). Sin embargo, esta relativa autonomía no niega que el antiimperialismo de Chávez se haya centrado fundamentalmente en altisonantes críticas hacia EE.UU., particularmente bajo el gobierno del republicano Bush. El demócrata Obama no recibió la misma retórica. Ante las elecciones norteamericanas Chávez declaró que “Si fuera estadounidense, votaría por Obama”. Y fundamentalmente, antes, en abril de 2011 había colaborado vergonzosamente con el derechista gobierno proyanqui de Colombia extraditando activistas ligados a las FARC.
El único camino realista para lograr la independencia nacional implica, en primer lugar, afectar necesariamente al capital financiero nacionalizando la banca y el comercio exterior, a las oligarquías terratenientes, expropiando el latifundio y nacionalizando la tierra. Es decir, tomar medidas de “autodefensa nacional” que afecten los intereses capitalistas. Pero el nacionalismo burgués histórico nunca tomó esta perspectiva hasta el final como propia.
Perón estableció la redistribución de la renta agraria –sin afectar la propiedad terrateniente- y, mediante el IAPI2, financió a la parasitaria burguesía industrial argentina. El balance fue una industrialización relativa del país (como continuidad del proceso de sustitución de importaciones que comenzó en los ’30), que, sin embargo, fue incapaz de romper la matriz dependiente y frenar la penetración del capital extranjero. Chávez recuperó el control de la renta petrolera y nacionalizó ciertas industrias pagando jugosas indemnizaciones que descapitalizaron al Estado. Con estos fondos implementó un programa social que redujo el analfabetismo y dio atención masiva en salud al pueblo pobre.
En el terreno estructural, al calor del chavismo, se fue creando una boli-burguesía, ligada fundamentalmente a los grandes contratos con el Estado, que habilitó, además, el enriquecimiento de la propia burocracia de funcionarios oficiales. Chávez no instauró el monopolio del comercio exterior ni frenó la penetración del capital extranjero. Tampoco dejó de pagar la deuda externa que suma U$$ 105 mil millones, equivalente al 30% del PBI del país, al cierre del 20123. El economista, afín al chavismo, Alfredo Zaiat, reconoce que Venezuela “tiene una profunda vulnerabilidad de su soberanía alimentaria porque importa gran parte de los alimentos (…) un proceso de industrialización incipiente, (…) muy dependiente del tema de las importaciones y sólo tiene como un ingreso muy importante la renta petrolera, el 96% de las exportaciones”4. La reforma parcial de 2006 a Ley de los Hidrocarburos de 2001 posibilitó la creación de empresas mixtas donde el Estado se asoció a grandes multinacionales como Chevron o Exxon que explotan el 40% de la producción petrolera. Respecto a la banca, salvo excepciones ésta sigue bajo control privado. Sólo en 2012 sus ganancias se incrementaron un 100% respecto a 2011.
Nacionalismo y clase obrera
En su definición sobre bonapartismo sui generis León Trotsky señala que estos gobiernos no podían “lanzar una lucha seria contra toda dominación imperialista y por una auténtica independencia nacional por temor a desencadenar un movimiento de masas de los trabajadores del país, que a su vez amenazaría su propia existencia social”. Por eso “la burguesía nacional está obligada a coquetear con los obreros, con los campesinos”. La gran popularidad del chavismo hay que entenderla en el marco de que bajo los gobiernos anteriores los pobres estaban excluidos del reparto de la fabulosa renta petrolera. El chavismo mejoró notablemente algunos indicadores de la situación social: entre 2001 y 2003 el coeficiente que mide la desigualdad de ingresos, disminuyó de 0,5 a 0,397, siendo el más bajo de la región. La caída de la pobreza fue considerable (casi un 50% desde el paro petrolero), sin embargo, aún continúa en un 30%5. A diferencia del peronismo, donde los trabajadores llegaron a recibir el 50% de la renta nacional, bajo el chavismo, según cálculos realizados en base a datos del BCV las ganancias del capital se llevan el 61,08% del ingreso nacional. En su relación con la clase obrera, el peronismo fue más profundo que el chavismo ya que le otorgo numerosas conquistas políticas y sociales. El precio que debió pagar el proletariado argentino fue la pérdida de su independencia política y organizativa. Perón cooptó a la mayoría del movimiento sindical preexistente de origen sindicalista y socialista generando una burocracia adicta que liquidó la democracia sindical.
En el caso de Venezuela, el dato del salario es relevante: el salario mínimo real tiene menos poder adquisitivo que el de la Argentina kirchnerista, Chile o Colombia. Recientemente la devaluación en un 46,5% fue un golpe directo al ingreso obrero, que se suma al agobio de la más alta inflación del continente6.
El chavismo también intentó encuadrar al movimiento sindical pero a diferencia del peronismo no logra estatizarlo en su conjunto, salvo una porción, y justamente debido a la falta de control de los sindicatos ha tenido variados conflictos con sectores del movimiento obrero.
Perspectivas
El escenario tras la muerte de Chávez abre un futuro incierto donde comienzan a avizorarse elementos de crisis del movimiento bolivariano. Guerrero describe una tensión entre el “partido militar” que representa Diosdado Cabello y el ala socialdemócrata acuerdista de José Vicente Rangel, planteando que todo el chavismo oscila pendularmente entre unos y otros. La contradicción subyacente será la que enfrente a la burocracia chavista con las masas que buscan mantener y ampliar las conquistas obtenidas en este periodo. Para Guerrero el chavismo no será ajeno a la historia: “De los 18 movimientos nacionalistas aparecidos entre la Revolución Mexicana y el chavismo, ninguno sobrevivió igual a lo que fue mientras estuvo bajo improntas de sus líderes y organismos”. El chavismo se halla en la disyuntiva de potenciarse “en la base social o decae y muta en su contrario”.
La experiencia histórica del nacionalismo burgués muestra que en los momentos de crisis el nacionalismo tiende a ser dejado de lado por la burguesía y el imperialismo a favor de una línea de ataque directa a la clase obrera. Ese fue el leit motiv del golpe gorila de 1955 y de la resistencia peronista, que fue asumida por la clase obrera contra la voluntad claudicante de sus dirigentes. Para enfrentar un escenario de ofensiva de la reacción y el imperialismo el chavismo es estructuralmente más débil e impotente para hacerle frente. Su base de sustento por excelencia es una burocracia militar dispuesta a pasarse de bando. Los movimientos sociales, también burocratizados, no poseen el suficiente poder social para paralizar el país y frenar a la reacción.
Los movimientos nacionales burgueses son un bloqueo a la alianza de las clases explotadas y a la lucha por el socialismo. La independencia política de la clase obrera y el pueblo pobre de Venezuela es la principal condición para defender lo conquistado y avanzar hacia el poder obrero mediante la revolución socialista. Es en esta pelea que están empeñados nuestros compañeros de la Liga de Trabajadores Socialistas de Venezuela.
6 Cálculos recientes en base a datos del BCV y del Instituto Nacional de Estadísticas, arrojan que 5.4 millones de venezolanos de un total de 12.3 millones de ocupados tienen un ingreso abajo del salario mínimo, estos cálculos sin contar 1.3 millones no declarados.
1 Reportaje a Modesto Emilio Guerrero a partir de la presentación de su libro “¿Quién inventó a Chávez?
2 Instituto Argentino de Promoción del Intercambio.
3 Banco Central de Venezuela.
4 Entrevista a A. Zaiat. Agencia Paco Urondo, 7/3/13.
5 Datos de CEPAL.
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