Concesiones al “mercado” y ajustes en el régimen

Notas para un balance del VI Congreso del Partido Comunista Cubano

07 May 2011   |   comentários

  • Cuba. Congreso del PCC

El VI Congreso concluyó con un éxito político relativo para Raúl Castro y su equipo, al legitimar los Lineamientos de política económica y lograr una composición más favorable en la cúpula del partido para los militares y tecnócratas.

El plan económico

En su informe, Raúl declaró que: “El incremento del sector no estatal de la economía, lejos de significar una supuesta privatización de la propiedad social… está llamado a convertirse en un facilitador para la construcción del socialismo en Cuba, ya que permitirá al Estado concentrarse en los medios fundamentales de producción… y desprenderse de la administración de actividades no estratégicas”. O sea, se abrirán mayores espacios para la iniciativa privada y la inversión extranjera.

Como dice la Resolución sobre los Lineamientos, “en la actualización del modelo económico primará la planificación, la cual tendrá en cuenta las tendencias del mercado. Estos principios deben ser armonizados con mayor autonomía de las empresas estatales y el desarrollo de otras formas de gestión.” Es decir, abrir las puertas a una “economía mixta”, bajo la forma inicial de un supuesto “socialismo de mercado”, como forma de transición… al capitalismo.

Así, el Congreso ratificó la campaña contra el “igualitarismo”, por el incremento de la productividad laboral, así como el plan de casi un millón y medio de despidos en el Estado, que se aplicaría en los próximos cinco años “sin prisa pero sin pausa”, ampliando y flexibilizando el empleo en el sector no estatal.

La Resolución citada afirma que “en la política económica está presente el concepto de que el socialismo significa igualdad de derechos y de oportunidades para todos los ciudadanos, no igualitarismo, y se ratifica el principio de que en la sociedad socialista cubana nadie quedará desamparado.” La “igualdad de oportunidades” es un concepto burgués, no socialista, que responde a los intereses de la burocracia privilegiada y los “nuevos ricos” que se forman a su vera. Que nadie quede “desamparado” tampoco es socialismo, sino apenas asistencialismo estatal, tal como hay en cualquier sociedad burguesa hacia los pobres e indigentes.

Raúl Castro reconoció que “la eliminación de la libreta de abastecimientos fue el asunto que provocó más intervenciones en el debate y es lógico… [pues] a pesar de su nocivo carácter igualitarista, brindó durante décadas a todos los ciudadanos el acceso a alimentos básicos a precios irrisorios, altamente subsidiados.”

Para los dirigentes, la insuficiente cartilla de racionamiento, que al menos garantizaba a cada cubano una cuota de alimentos básicos, es el summun de los males, por su “su nocivo carácter igualitarista”, su “desestímulo al trabajo” y “generar ilegalidades diversas”; por ello, debe dejar de ser un derecho universal y ser gradualmente reemplazada por la compra de alimentos en el mercado a precios “realistas”.

El plan político y los cambios en el aparato

En el Congreso se hizo evidente el propósito de reafirmar el régimen bonapartista de “partido único” aunque ajustando sus mecanismos políticos a las necesidades del bloque dirigente. El nuevo buró político de sólo 15 miembros mantuvo el predominio de los “históricos” y dentro de ellos, junto a Raúl y su segundo, Machado (formado en el servicio secreto) hay seis altos jefes militares. Los tres “nuevos” son la dirigente del PC de La Habana (Mercedes López) y los principales responsables del plan económico (Marino Murillo y Adel Izquierdo).

Del Comité Central de un centenar de miembros salieron 59, incorporándose mujeres y afrocubanos, pero en su seno hay una veintena de generales. El congreso no pudo resolver la formación de una nueva camada que releve a la “generación histórica”. Sin embargo, es posible que, más que “falta de preparación”, se esté reflejando desconfianza hacia los candidatos de la llamada “segunda generación” y discrepancias con algunos sectores de la burocracia que esperaban ascender en la escala partidaria.

Queda planteado el problema de cómo preservar un poder de arbitraje entre las distintas alas de la burocracia y de ésta en su conjunto con las masas, cuando la base social del régimen está muy erosionada; y, en última instancia, entre lo que queda en pie de las relaciones de propiedad no capitalistas surgidas de la revolución y la adaptación creciente al mercado capitalista internacional, en tiempos donde el problema político se concentra en la inevitable “sucesión”.

Algunos azotes para la burocracia partidaria

Raúl arremetió contra la ineficiencia y el burocratismo, planteando poner límites a la duración en los cargos, medida a la que adhirió Fidel y que iría contra un sector de los actuales dirigentes. Se creó una “Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo” del plan económico, como entidad fiscalizadora de su aplicación por los distintos ministerios y dependencias. También se les asignaría un rol de “crítica” a los medios oficiales de prensa, TV y radio para acicatear la implementación de las medidas y poner coto a los abusos e ineficiencia de la baja burocracia de empresas y unidades administrativas.

Como escribió Guillermo Almeyra en su nota del 17/04, se trata de “medidas de aparato para hacer más eficiente el aparato”, ejerciendo presión sobre sus sectores más reacios a adaptarse al plan, ante los que Raúl reclamó cumplir con el “denominador común en nuestra conducta: el orden, la disciplina y la exigencia”.

Una mano tendida a la Iglesia

Un llamativo espacio ocupó el tema de las relaciones con la Iglesia en el informe de Raúl, que llamó a abrir las filas del PC a “creyentes”, encomiando a la Iglesia católica y su “labor humanitaria”. Ricardo Alarcón interpretó esto como “una suerte de llamado a la unidad nacional”, afirmando que el proceso de diálogo “que se ha desarrollado con la Iglesia Católica cumplía un objetivo histórico de la Revolución cubana: la unidad nacional”.

Con ello, se ratifica a la jerarquía católica como interlocutor y mediador con el imperialismo, como “oposición tolerada” con la que a pesar de las diferencias, parece haber tres grandes áreas de convergencia: el apoyo de los curas a los Lineamientos (presionando por avanzar más); el interés de los curas en la “reconciliación” con la emigración; y la canalización del descontento social, en lo que la Iglesia, con su aparato y su influencia, puede jugar un papel importante, que se cobrará presionando por “apertura” y “democracia”.

¿Significa que Raúl puede conceder una cierta “apertura”? Es posible que al mismo tiempo que fortalece al bonapartismo burocrático poniendo más énfasis en el rol de los militares, se siga jugando con ciertos resquicios de tolerancia a las voces críticas, como forma de aguijonear a los sectores reticentes de la burocracia.

Entre tanto, los “excluidos” de cualquier posible “ablandamiento” formal del régimen son los trabajadores, ni un sólo gesto que pudiera interpretarse como concesiones para la actividad sindical y política de los trabajadores por fuera del rígido encuadramiento en las “organizaciones de masas” del régimen –sindicatos, PCC, UJC, FMC, CDRs–, ni una apertura a derechos políticos y libertades democráticas para las masas.

¿Hacia un “socialismo de mercado”?

En suma, el cónclave del PC aprobó un plan de cinco años que implicará una mayor descentralización de las empresas estatales y la ampliación del sector privado. La burocracia está avanzando en una “vía cubana” gradual –o por etapas– hacia la restauración capitalista, al mismo tiempo que preserva el monopolio político a través del Partido “Comunista” como forma de garantizar sus intereses, negociar frente a la presión imperialista y, en última instancia, reciclarse como una nueva clase poseedora.

Contra los planes restauracionistas de la burocracia y de la contrarrevolución imperialista –con su combinación de bloqueo y exigencias de “apertura económica y política” –, la única alternativa es levantar un programa de revolución política para Cuba, que incluya la conquista de plenas libertades de organización sindical y legalidad para los partidos políticos que defiendan a la revolución, la revisión de todas las medidas económicas en función de los intereses de los trabajadores y el pueblo, la adopción de un plan democráticamente centralizado, la abolición de las prebendas y privilegios de la burocracia y su expulsión del poder político para ser reemplazada por una verdadera democracia obrera revolucionaria, basada en las organizaciones democráticas de lucha que las masas se den. Sólo así, y de la mano de la lucha de clases internacional contra el imperialismo, se asegurará el futuro de la revolución cubana.









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