Las elecciones presidenciales
Primer análisis y perspectivas
16 Jul 2012
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Si se confirma el resultado del IFE, Peña Nieto habrá ganado con 38.21% de los votos emitidos –lo que supone un apoyo del 24% de la población en condiciones de votar–. AMLO, por su parte, habría recabado 31.59%, dejando en tercer lugar al PAN (25.41%), en tanto que Quadri fue superado por los más de 1 millón 241 mil 154 votos nulos. Aunque al cierre de esta edición AMLO continua interponiendo recursos para nulificar la elección, podemos adelantar un primer balance electoral.
Caída del PAN, regreso del PRI a Los Pinos
Las elecciones mostraron un derrumbe del partido de gobierno: después de 12 años de administrar los planes capitalistas contra el pueblo trabajador, el PAN –y en particular su política económica y de “seguridad”– fue repudiado por amplios sectores populares y de las clases medias.
En la abrumadora derrota de Vazquez Mota se expresa el hartazgo con el autoritarismo panista, que logra capitalizar el PRI de Peña Nieto. Los casi 20 millones de votos combinan la oposición de muchos votantes a Calderón, junto al peso del aparato priista y la extensión de los mecanismos coercitivos y fraudulentos con los que EPN –avalado por Televisa, Soriana y otros grandes empresarios– quiso asegurarse el retorno del PRI. El resultado electoral expresa un posicionamiento opositor al gobierno pero a la vez conservador, ya que se optó por el regreso del PRI y un “cambio seguro” (como proclamaba EPN en su campaña), en detrimento de la “izquierda” de AMLO.
El voto castigo encumbró entonces a una opción neoliberal, corresponsable de la ofensiva antiobrera en los últimos sexenios y que anunció como su programa las llamadas “reformas de la segunda generación”. Regresa al gobierno la “carta fuerte” de la burguesía mexicana, en torno a la cual se organizó la “dictadura perfecta” durante 70 años que acalló el descontento en el ´68, encabezó la ofensiva neoliberal de los `80 y orquestó –junto a Clinton, el PAN y el PRD– el magistral desvío del sentimiento democrático en 1988 y 1994 hacia la transición democrática del 2000. Vuelve un PRI más neoliberal y conservador en su esencia programática, y de proyecto político aggiornado (renovado) en sus formas para posar de “democrático”, pero que –como denuncia correctamente el “#YoSoy132”–, conserva la esencia represiva como se mostró en Atenco.
Al ser un gobierno neoliberal que se deberá en mucho a los compromisos adquiridos con la gran burguesía y los monopolios de la comunicación, profundizará el ataque a las condiciones de vida de los trabajadores y los derechos de la población en general, así como la entrega de la soberanía nacional, ya de por sí vulnerada, y una mayor subordinación al imperialismo.
Para esto, EPN cuenta con un amplio respaldo institucional (con la excepción del PRD y el MORENA), de la clase dominante y el imperialismo, y con el apoyo de los charros del CT y CTM. Aunque sin mayoría absoluta en el Congreso, tiene el acuerdo estratégico del PAN. Si es ungido presidente, está por verse si buscará una relación con los cárteles del narco similar a la que existía antes de que Calderón les declarara la “guerra”, o si pondrá en práctica la estrategia sugerida por su asesor, el militar colombiano Oscar Naranjo, de combatir al narco con “grupos mixtos”.
Un gobierno del PRI lidiará con las ilusiones de sectores populares que lo votaron esperando mejorar sus condiciones. En ese sentido, la ofensiva sobre los trabajadores puede desgastar a una eventual presidencia tricolor, y enfrentar rápidamente las primeras resistencias de la clase obrera y el pueblo. Por otra parte, aún antes de ser proclamado “presidente electo” y debido a las impugnaciones e inconformidades presentadas por AMLO, podríamos ver una crisis política que extendería la imagen de ilegitimidad del mexiquense.
El resultado de López Obrador
Bajo la candidatura de AMLO, el PRD revirtió el desgaste que acarreaba. Aquel tejió alianzas con Ebrard, los Chuchos y Cárdenas y moderó su discurso para atraer el apoyo de empresarios y no generar alarma en Washington. Su candidatura logró el apoyo del STUNAM, Mineros, SME, secciones de la CNTE, entre otros. Además, el despertar juvenil abrió una amplia discusión sobre el papel de los medios de comunicación y el rol de los mismos en las elecciones, un proceso de politización que llevó a muchos jóvenes y trabajadores a acudir a las urnas para votar por AMLO. Sin embargo, esto no le habría alcanzado para ganar la presidencia. Si es verdad que la fortaleza del PRI se debe en gran medida al acarreo de votantes y la manipulación mediática, también es expresión de una situación nacional signada por tendencias reaccionarias y que ha impulsado a sectores populares y de las capas medias a buscar un cambio “ordenado”, en tanto que el PRD ha tratado, moderando su discurso, de no generar inestabilidad. Esta situación es también el resultado de que, durante los años previos, no se logró poner contra las cuerdas al PAN y su socio el PRI: cada lucha suscitada desde el 2006 y que podría haber abierto el camino para derrotar al PAN-PRI, fue desaprovechada por las direcciones opositoras. Desde la movilización contra el fraude, contenida por el propio AMLO para no desestabilizar a las instituciones; hasta la lucha contra la extinción de LyFC, donde las direcciones sindicales evitaron que se diera una movilización y un paro nacional que nos hubiera dejado en mejores condiciones para frenar la entrega de los recursos energéticos. En ese contexto desfavorable para las luchas obreras y populares, el PRI encontró la fuerza para ser el nuevo administrador de los intereses capitalistas.
Aunque los recursos legales de AMLO no prosperasen, el resultado obtenido es una conquista para el PRD. El Movimiento Progresista es la segunda fuerza y ganó en 10 estados. AMLO obtiene un importante capital político, que lo pone en muy buena posición para cuando la crisis económica internacional y las contradicciones nacionales impulsen la reacción obrera y popular. En ese contexto, el PRD buscará llevar el descontento hacia las ilusiones en las instituciones de esta “democracia para ricos” y en un futuro triunfo electoral en el 2015, a lo que querrán subordinar al movimiento obrero y la juventud.
Por otra parte, los más de 1 millón 200 mil de votos nulos reflejan la existencia de un sector de la población que no se sintió representado por ningún partido con registro y que optó por concurrir a las urnas para mostrar su rechazo a los cuatro candidatos. Desde la LTS llamamos a anular el voto, inscribiendo en la boleta electoral las consignas de lucha del movimiento obrero, juvenil y democrático.
Perspectivas para los trabajadores y la juventud
Como planteamos arriba, el escenario político está signado porque si no hay acuerdo entre AMLO y el IFE (que actúa como el vocero del resto del régimen) se puede desarrollar un cisma. Una salida para esto es que el PRD no acepte el resultado de la elección, pero continúe sin convocar a movilizaciones. Aunque esto evitaría un panorama de inestabilidad como el del 2006, no dejaría de arrojar sombras y dudas al intento de relegitimar al IFE y el triunfo priista. Como planteamos en el editorial, sólo una gran movilización democrática y nacional puede echar atrás lo que la indignación popular define como “la imposición”.
Sin embargo, aún si deja atrás las impugnaciones, un gobierno de EPN deberá enfrentar contradicciones profundas. En primer lugar, los efectos de la crisis económica internacional, que pueden acelerar los tiempos y hacer que la pasividad popular se revierta. Junto a esto, la emergencia del “#YoSoy132”, que muestra un proceso de politización en la juventud. Las actuales movilizaciones ya son una “piedra en el zapato” del intento de una transición sin acciones de protesta contra el PRI. Y puede desarrollarse la radicalización de sectores de la juventud, que superen la tibieza del caudillo del MORENA y avancen a cuestionar las instituciones de esta “democracia” que, en cada elección, muestran su degradación y corrupción.
Sea que emerjan nuevas luchas obreras y populares, o que la movilización juvenil lleve a que se radicalicen sus demandas y su perspectiva política, estará planteada la posibilidad de una mayor irrupción de los trabajadores y la juventud. De darse, tendremos el desafío de enfrentar al gobierno y las instituciones de esta “democracia para ricos”, con independencia de todos los partidos del Congreso y con un pliego de demandas que unifique al conjunto de los sectores en lucha.
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