Recuperar la historia del magisterio para encarar las luchas por venir
12 Mar 2013 | "Escuela por escuela, zona por zona, el maestro exige a diario, democracia y más salario"
Consigna de la Primavera Magisterial
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Por Jimena Vergara
La del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación es una historia de charros, corrupción y represión. Tres han sido sus grandes caciques: Jesús Robles Martínez, Carlos Jonguitud Barrios y Elba Esther Gordillo; hasta 1991, el SNTE perteneció orgánicamente al Partido Revolucionario Institucional (PRI). Es también la de una lucha incansable de la base trabajadora y los sectores democráticos por terminar, de una vez y para siempre con la tiranía charra alentada, perpetrada y protegida por el PRI y luego por el PAN. En distintos momentos de la historia nacional, este control burocrático prometía ser desterrado mediante la acción valiente y decidida de cientos de miles de maestros que a lo largo y ancho del país lucharon por dos reivindicaciones elementales que, a decir del maestro Enrique Ávila , articulan la lucha magisterial: aumento salarial y democracia sindical. Estas líneas están al servicio de las nuevas generaciones de maestros que hoy nutren las filas del nuevo magisterio y que son herederos de las luchas del pasado, cuyas lecciones, son fundamentales para encarar las luchas por venir.
Un recorrido “a vuelo de pájaro” por la primavera magisterial
Corría el año de 1989 y Carlos Jonguitud Barrios – dirigente de la corriente magisterial del SNTE denominada Vanguardia Revolucionaria y priísta de vieja cepa- había establecido un férreo control del sindicato durante 17 años, basado en la persecución y asesinato de la disidencia. Cientos de maestros democráticos habían sido asesinados y perseguidos y la organización magisterial se había convertido en uno de los principales pilares del régimen del PRI. Una de las víctimas más significativas de la burocracia priista fue el maestro Misael Núñez Acosta, quien para 1981 (año de su asesinato), ya tenía una fuerte ascendencia como dirigente del magisterio democrático de la Sección 36 en el Valle de México.
Si no hay solución, tomaremos la sección
El 30 de enero, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) , convocó al paro nacional para exigir la rezonificación salarial del Distrito Federal como “zona cara”. Los dirigentes charros reaccionaron como acostumbran: lanzaron una campaña para advertir que el llamado al paro era producto de la maquinación de la derecha y de una izquierda oportunista. Pero los engranes de un proceso profundo habían comenzado a girar y esta vez, Jonguitud Barrios no podría detenerlo, ni con la cooptación ni con el amedrentamiento. Lo inédito yacía en el hecho de que la insurgencia del 89 nació en el propio corazón del control burocrático de Vanguardia Revolucionaria: en la sección novena del SNTE.
Los maestros de primaria del Distrito Federal, se pusieron a la cabeza de la lucha y las asambleas delegacionales para nombrar representantes a los Congresos en las secciones 9, 10 y 11 durante el mes de enero, contaron con la intensa participación de los maestros de base que exigían elecciones democráticas. Las anomalías registradas en el proceso y el peligro de un charrazo (que implicaba la permanencia de Vanguardia Revolucionaria en la Secretaría General y en las delegaciones seccionales), hicieron que los maestros comenzaran a preparar medidas de lucha y finalmente convocaron al paro para el ocho de febrero, día en que se efectuaría el Congreso de la Sección 9 del SNTE. Con todo y las maniobras de la burocracia, el magisterio disidente logró alrededor de 200 delegaciones democráticas, pero era preciso garantizar que las mismas tuvieran garantías de voz y voto.
Ese día, 1500 maestros de base y democráticos organizaron una marcha, desfilaron por la avenida Tlalpan y arribaron a las instalaciones de Belisario Domínguez 32 para cercar el Congreso y exigir una discusión democrática. Ahí ya los esperaban las fuerzas de choque de Vanguardia Revolucionaria y muy a duras penas lograron entrar, pasando el cerco de golpeadores y provocadores que tenían tomados los accesos. Como dice un testimonio rescatado por Luis Hernández Navarro en su libro Cero en conducta:
Nosotros éramos por lo menos 200 delegados efectivos. Un número muy alto si consideramos todas las trampas y chicanas que nos hicieron en las asambleas. Aunque lo tenían prohibido, sus delegados fraternales se dedicaron a votar, también a agredirnos. Sin discusión y sin que el pleno la hubiera aprobado, impusieron su propuesta de un “incremento sustancial” de salarios (…) Dentro del auditorio no teníamos donde sentarnos. Nos colocamos a las orillas del estrado. Formaron una barrera de golpeadores. Nos gritaban que éramos unos sucios morraludos. A varios profesores los agredieron físicamente.
Después de una intensa lucha política, los charros impusieron no solo exigir en la revisión salarial la vaguísima demanda de “aumento sustancial” sino a 60 militantes de Vanguardia Revolucionaria para dirigir el Comité Ejecutivo de la sección, acallando a los disidentes y maniobrando la votación mediante el uso de “delegados fraternos” que eran los acarreados del PRI.
Los delegados democráticos salieron al grito de “La base lo sabrá y luego se vengará”, mientras afuera se dejaba oír la que sería la consigna que corría de boca en boca en las crecientes movilizaciones de maestros en el Distrito Federal: “Escuela por escuela, zona por zona, el maestro exige a diario, democracia y mas salario”. Además del grito rabioso y amenazante de “Si no hay solución, tomaremos la sección”.
A pesar de que Vanguardia Revolucionaria impuso el charrazo, se habían escrito ya las primeras páginas de la ya célebre Primavera Magisterial.
La efervescencia
Ese mismo día, los trabajadores no docentes de la sección 11 sesionan en el Congreso del Trabajo. Casi 150 delegados, elegidos democráticamente luchan tenazmente contra las maniobras burocráticas. Los charros se apoyan en sus cachirules: los delegados “fraternos” y utilizan todo tipo de medidas fraudulentas para imponer a sus supuestos delegados como legítimos. La disidencia arde: a las afueras del reciento, los representantes democráticos de Bellas Artes (INBA) no pueden entrar, estallan trifulcas por doquier, a tal punto, que los granaderos del D.F. están a punto de intervenir a macanazos. Maniobras como estas se repiten durante toda la sesión, hasta que queda claro que la mayoría la tiene la oposición. Una oposición que, como dice Luis Hernández Navarro, se fortaleció durante años al interior de este sector de la Sección:
La lucha democrática en la Sección 11 es anterior a la Coordinadora misma. Se inició con la conquista de la delegación 24 por parte de los trabajadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia y por una serie de triunfos económicos y laborales que abrieron brecha en la SEP (…) En un lento pero sostenido proceso de acumulación de fuerzas, otras delegaciones sindicales fueron cayendo en manos democráticas: Culturas Populares, Radio Educación, IPN, la Universidad Pedagógica, Bellas Artes. Fue un parto doloroso, lleno de maniobras y violencia por parte de los dirigentes de Vanguardia, al que los trabajadores respondieron con organización departamental y acciones de masas.
De este proceso surgió el Bloque democrático de la Sección 11, que logró organizar alrededor de 15 mil trabajadores y, con todo y ejército apostado afuera de la sesión, se enfrentaron a Vanguardia en el Congreso antes citado. Los charros no ceden, así que la rabia estalla y tienen que salir huyendo de la sede, a encerrarse en el local sindical, a donde son seguidos por la marea de trabajadores. Así, encerrados y cercados, votan a su Secretario General, Bernando Quezada, pero los trabajadores de base han ganado en la calle y su dirección legítima grita maldiciones afuera junto con ellos.
La indignación cundió y los trabajadores de la educación decidieron profundizar el camino de la movilización y dotarse de organismos cada vez más democráticos, que superan por mucho los órganos estatutarios del sindicato.
Los maestros de primaria organizados en la Sección 9, convocan al paro nuevamente y a una movilización masiva, mientras ponen en pie el Congreso de Representantes Democráticos de Escuela en el que participaron 50 mil maestros del Distrito Federal. Del Congreso, surge una nueva dirección, legítima, que la base reconoce: 56 delegados votados a mano alzada que compondrán el nuevo Comité Ejecutivo de dicha sección y que desconocen por completo a la dirección impuesta por Vanguardia. Dicha dirección, tiene que sujetarse, por voluntad de la base a la Asamblea Plenaria de Representantes de Escuela.
Como se ve, la exaltación era particularmente exacerbada en la Sección 9 y el paro se extiende a lo largo y ancho de la ciudad, como medida de fuerza y contundencia frente a las demandas, amparado en el apoyo popular que los maestros van consiguiendo a través de las brigadas y los mítines improvisados afuera de las escuelas, donde se explica a los padres de familia porque no hay labores y porque la culpa es del gobierno y los charros. Además de plantear la cuestión de la democracia sindical, los maestros exigen un aumento salarial del 100 por ciento y denuncian que la carestía de la vida ha hecho que su sueldo de 1.3 salarios mínimos ya no alcance para nada.
Ya para ese momento, la marea antiburocrática ha impactado al magisterio a nivel nacional y comienzan a brotar por todos los rincones del país oposiciones democráticas cuyo principal referente es la lucha dada por los maestros del Distrito Federal. El descontento y la experiencia acumulada durante años, arden en el magisterio, en particular del sur del país, producto de una tradición añeja en la lucha por salario y democracia; como narra Luis Hernández Navarro:
La insurgencia prendió en los estados del sur y centro del país, los más pobres: Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Hidalgo, México y Michoacán. No será sino hasta 1989 que surgirán grupos democráticos organizados en todo el territorio nacional. En casi todas las ciudades se realizaron paros y movilizaciones, pero la lucha por democracia salarial fue protagonizada masivamente por docentes del “otro” México.
El gobierno se niega a reconocer como interlocutor al magisterio democráticamente organizado, pero la fuerza del movimiento hace que para los últimos días de febrero, la Secretaría de Gobernación tenga que nombrar a una Comisión Nacional Negociadora que finalmente anuncia un aumento salarial del 10%. Los maestros burlados y con gran instinto de clase, leen la trampa y se radicalizan. Más aún se extienden a lo largo y ancho del país: el 17 de abril, más de medio millón de maestros en Chiapas, Zacatecas, Puebla, Oaxaca, Nuevo León, Guanajuato y el Distrito Federal, atienden al llamado de la CNTE para impulsar la huelga nacional. Decenas de movilizaciones simultáneas se precipitan por las principales capitales y los muros de las ciudades se pintan con la leyenda: “si puedes leer esto es gracias a un maestro” y en las puertas de las escuelas se lee: “los padres de familia apoyamos a los maestros”. Como narra Luis Hernández:
El incremento salarial del 10% presumido con bombo y platillo por los funcionarios públicos como una gran conquista magisterial, cayó como gasolina en el fuego. Si entre los sectores intermedios había dudas sobre la conveniencia del paro, el limitado aumento los convenció de pasar a la acción. Las escuelas de la ciudad de México se vistieron de rojinegro. No estaban solos, los acompañaba más de la mitad del sindicato. Los hilos del control estaban rotos.
El gobierno, presionado por el imponente ascenso, fungió como mediador entre el CEN del SNTE y los maestros democráticos durante el mes de abril, en particular en el caso de la Sección 9. De la negociación, el gobierno emitió la propuesta de convocar a un nuevo congreso seccional para septiembre y la formación de una comisión ejecutiva paritaria que representara a los charros y al magisterio democrático. Para las bases, se trataba de un acuerdo inaceptable, pero también para los charros que sentían desmoronarse. Jonguitud Barrios, lejos de ceder, aprestó a sus huestes a luchar. Pero para el gobierno, la negativa del líder vitalicio ya no era funcional, ni para aplacar la marea antiburocrática, ni para garantizar su control sobre el SNTE. Así es que, el 23 de abril, la SEP publicó un laudo en el que se inquirió a los maestros a regresar a clases, se convocó al congreso seccional de la novena y se anunció la dimisión de Jonguitud Barrios.
Aunque la base magisterial leyó como un importante triunfo la renuncia del cacique, se aprestó a fortalecer la movilización y el 24 de abril, salió a la calle con una imponente manifestación que inundó el zócalo capitalino. Sus demandas estaban legitimadas por el apoyo popular y el gobierno ya no tenía fuerza para reprimir a mansalva, así que ofreció un nuevo aumento salarial del 25%.
El “Quinazo” en el SNTE
A pesar de la disposición a la lucha, la caída de Jonguitud también fue leída como una posibilidad de que se podía sostener lo conquistado y avanzar en la democratización del sindicato con relativamente mayor facilidad, a través de la negociación. El magisterio democrático determinó entonces convocar a los congresos seccionales: en el caso de la sección 22 de Oaxaca, con un comité ejecutivo que representaba íntegramente al ala democrática, en el caso de la sección 9, aceptaron un comité ejecutivo paritario, aunque con mayoría democrática y el resto de las secciones, aceptaron comités paritarios y la promesa de convocar rápidamente a nuevos congresos seccionales.
Ya para ese momento, el gobierno de Salinas había ejecutado el “Quinazo” imponiendo a Elba Esther Gordillo, quien asumió su cargo en las instalaciones de Venezuela 44 al grito de ¡asesina, el PRI te patrocina! El magisterio democrático se centró durante los meses subsecuentes en la organización de los congresos y en la Sección 9, se realizó un pre- congreso donde el ala democrática discute una planilla unificada para la Secretaría General de la sección.
Se disputan el cargo dos tendencias, una encabezada por Juan Calvo (militante del PRT) que se comenzó a ubicar como el ala moderada y un ala independiente representada por Daniel Sandoval, quien finalmente disputaría el cargo en el congreso seccional contra los charros y ganaría avasalladoramente con 520 votos de los 570 que conformaban el 100%. Elba Esther Gordillo en persona, ratificaría el nombramiento. En dicho congreso además, el magisterio democrático, según la narración de Luis Hernández Navarro y Enrique Ávila, asimila la táctica de movilización-negociación- movilización, suponemos que bajo la lectura de que, una vez defenestrado Jonguitud y conquistadas algunas secciones, habría un “aflojamiento de las cadenas” que permitiría transformar al sindicato con la negociación amparada en la movilización.
El triunfo parcial en la sección 9, no se generalizó en el resto de los estados, donde por distintas vías, se impusieron los charros: sea por debilidad de los sectores democráticos, sea por maniobras abiertas de la burocracia que en algunos casos, trasladó los congresos a donde no pudieran llegar los maestros democráticos. Al estar en reflujo la movilización, producto del desgaste y la confianza en la realización de los congresos seccionales, la vanguardia quedó aislada y los charros lograron seguir ocupando la mayoría de las secciones del SNTE. En 1992, la CNTE realizó un primer balance de la primavera magisterial y en el mismo planteó que:
No fue posible impedir la imposición de Elba Esther Gordillo Morales, entre otras razones por la ausencia de un programa político que hegemonizara en todos los contingentes, ciertas dosis de espontaneísmo, errores de la dirección, organización, métodos de trabajo conciliatorios y la política de Elba Esther Gordillo, que desde un inicio promovió la táctica de incorporar al Comité Ejecutivo Nacional del SNTE, a cuadros formados en la Coordinadora, con el fin de asimilar este movimiento al control oficial.
A manera de conclusión
No pretendemos en estas líneas, realizar un balance de la primavera magisterial, para lo cual requerimos mayores conocimientos y elementos. Sin embargo, nos parece necesario plantear algunas ideas, puestas al servicio de la tarea que nos hemos dado desde un inicio: transmitir las lecciones de la historia del magisterio para las nuevas generaciones que saldrán a luchar. De entrada consideramos que la primavera magisterial tuvo importantes triunfos: liquidó del mapa político del sindicato – por lo menos por varios años- a la odiada fuerza paramilitar que era Vanguardia Revolucionaria, conquistó coyunturalmente la democracia sindical en secciones clave como la 9 y gestó en su dinámica organismos de democracia directa inéditos en la historia del magisterio.
El ya citado Luis Hernández, plantea una importante autocrítica con respecto a ese periodo:
Como a todos los activistas la primavera de 1989 me llenó de energías y esperanza. Aposté por encontrarle al conflicto una salida negociada y a raíz de la llegada de Elba Esther Gordillo a la Secretaría General, por tratar de empujar a favor de cambios profundos dentro de la estructura del sindicato. En su momento, no comprendí suficientemente que quienes se oponían a este camino, buscaban mantener la autonomía y la independencia de este movimiento. Ellos (junto a sus bases) son quienes han mantenido vivo el proyecto de la Coordinadora.
Efectivamente, la confianza de los principales dirigentes del proceso en que, con la caída del cacique, se “aflojarían las cadenas” de la dominación charra en el sindicato y que ello abría la puerta a la participación paritaria en los procesos estatutarios del SNTE, implicó un importante error. Ya para ese momento, coinciden varios autores que han historiado este proceso, se habían decantado dos alas al interior del magisterio democrático: por un lado, un sector joven, impetuoso y fresco que no venía de las duras luchas de los años previos, pero tenía un gran ímpetu, combatividad e instinto de clase, que sirvió como alerta para las distintas componendas que intentó el gobierno. Por otra parte, un sector más viejo – algunos de los llamados centesaurios- y sectores vinculados a organizaciones de izquierda que, si bien contaban con una gran tradición de lucha contra la burocracia y la represión, apostaron por la salida de negociación con la burocracia. En el cenit de la lucha, justo cuando Elba Esther Gordillo era impuesta por Salinas, era menester denunciar el charrazo y alertar para no generar ninguna confianza en el gobierno y la burocracia, planteando la necesidad de llevar la lucha hasta el final, hasta extirpar a los burócratas, a Vanguardia Revolucionaria y al PRI.
Pero para hacer esto efectivo, era necesario generalizar la experiencia de autorganización que, de manera embrionaria, se gestó en el Distrito Federal. La primavera magisterial, tomó por sorpresa tanto a los charros como a la CNTE, que venía de la época de reflujo y represión de los años previos. Una nueva generación de maestros – particularmente de primaria- pusieron en juego nuevas e inéditas formas de organización, como se evidenció en la realización del Congreso de Representantes de Maestros por Escuela. Una formación muy superior a aquellas sancionadas en los estatutos del SNTE – y de cualquier sindicato- que era la base para ejercer la verdadera democracia horizontal y le dio a la primavera un empuje enorme. Llevar esta experiencia y bregar por que se generalizara en el resto de los Estados donde estalló la lucha, era de primer orden para profundizar el camino de la independencia de clase y la democratización del sindicato.
Aunque el movimiento se referenció en la CNTE, era superior a la propia Coordinadora y era fundamental profundizar este elemento, tomando lo mejor de la experiencia de la misma y superándola. Por otra parte otro importante error, aunque en el terreno táctico, fue haber devaluado la política de cooptación que implementó Gordillo para asimilar al movimiento y desmoralizarlo – cooptando a sus dirigentes-, lo cual devino de que se aceptara participar en comisiones paritarias, dando un respiro a la burocracia para recomponerse, con un discurso de unidad y defensa de los intereses del magisterio. Esto abrió el camino para que el sindicato, volviera a ser el botín político del PRI y el corporativismo volviera a enquistarse en las entrañas del SNTE.
Además, retrotraerse a las luchas por estado (albergando confianza en la celebración de congresos democráticos), eclipsando la posibilidad de que el movimiento nacional surgido después del 17 de abril adquiriera más fuerza, debilitó a las secciones donde el movimiento democrático era más débil e impuso un lugar común que hasta ahora se reproduce al interior del movimiento magisterial: la práctica de negociar separados cuando el magisterio nacional es un gigante que podría, con su unidad, torcerle el brazo al gobierno y a los charros. Igualmente, la lógica de movilización-negociación- movilización que primó en el pre congreso de la Sección 9 del año 1989, también se ha arraigado en los sectores democráticos, no como táctica, sino como estrategia. De tal suerte que en toda lucha, por imponente que sea, acaba primando la confianza en la negociación y derrochando la energía que han demostrado tener las bases magisteriales; así se demostró a principios del 2012 cuando, el magisterio democrático de la Sección 9 inundó las calles de la Ciudad de México contra el examen universal pero, lamentablemente, el poder de convocatoria se extinguió frente a la política impotente de su dirección.
Evocar la primavera magisterial, es inevitable frente al reciente encarcelamiento de Elba Esther Gordillo, encumbrada por Salinas y ahora destronada por Enrique Peña Nieto. Así como en 1989, una nueva generación de maestros le dio un componente explosivo y radical a su primavera, actualmente, una nueva generación de maestros nutre ya el ejército de mentores que siguen desempeñando su labor a nivel nacional. Esta generación está en peores condiciones. Los charros y el gobierno les han arrancado sus derechos y ahora están subcontratados, sin estabilidad en el empleo, sin derecho a la basificación.
La Reforma Educativa de EPN, implica la constitucionalización de estas medidas que liquidan una a una, las conquistas de generaciones y generaciones de maestros. La intención del gobierno a encarcelar a Elba Esther Gordillo, no es hacer justicia, si no remover a un elemento que hoy ya no le garantiza el férreo control sindical de los años previos y la aplicación de la Reforma Educativa. Elba Esther no se opuso tibiamente a la misma por defender a los maestros, si no por defender las canonjías que durante años obtuvo por utilizar al sindicato como botín de la clase en el poder.
Es menester que estas nuevas generaciones hagan suya la historia del magisterio, aprendan de ella, saquen las lecciones y se preparen para luchar por las demandas inconclusas del magisterio, en honor a sus muertos y perseguidos: la democratización del sindicato, su independencia de clase y la defensa de sus derechos elementales. Cuentan en su haber con una gran experiencia como la de 1989, donde se dotaron de un organismo de autodeterminación como la Asamblea Nacional de Representantes por Escuela, utilizaron el paro y la movilización como método de lucha y empalmaron con los sectores obreros y populares, enfrentando las trampas, la represión y el hostigamiento de la burocracia. En primer lugar, es de vida o muerte para las y los maestros del SNTE, repudiar de manera unitaria le injerencia del estado en el sindicato, alertando que la imposición de Juan Díaz es un charrazo a la usanza del viejo PRI y tomando el camino de la movilización contra la Reforma Educativa.
1 Ávila Carrillo y Martínez Brizuela: Historia del movimiento magisterial (1910-1989), Ediciones Quinto Sol, 1990.
2 La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), surgió el 17 de abril de 1979 en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, producto de la marea antiburocrática que sacudió los cimientos del control corporativo del PRI en el Magisterio durante el sexenio de López Portillo. Hasta mediados de los ochenta, la Coordinadora se erigió como la dirección del magisterio democrático y bajo su bandera se lograron conquistar secciones democráticas en Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Hidalgo, Tabasco, La Laguna y el Valle de México. Pero fue hasta 1989 que la lucha antiburocrática contra Vanguardia Revolucionaria cimbró al Distrito Federal y devino en la llamada “Primavera Magisterial”; proceso al cual hacemos referencia en este artículo.
3 Hernández Navarro: Cero en Conducta, Fundación Rosa Luxemburgo A.C., 2011, p. 211.
4 Ídem, p. 24.
5 Hernández Navarro: Cero en conducta, Fundación Rosa Luxemburgo A.C., 2011, p. 45.
6 Ídem, p. 210.
7 Primer Congreso Nacional de la CNTE, 30 de septiembre de 1990.
8 Ídem, p. 16.
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