De la guerra mundial a la Revolución Rusa
Surge la III Internacional: la actualidad de la Revolución
07 Jun 2013
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Yara Makatya y Bárbara Funes
Como vimos en las entregas anteriores, la I Internacional (1862-1872) sembró los cimientos del internacionalismo proletario y de la lucha por el socialismo, cruzada por un debate que terminó con la decantación de los anarquistas. La II Internacional (SI, 1889-1914) logró entrar a las filas del proletariado, impulsó sindicatos y organizaciones obreras de masas y preparó el terreno para la lucha de clases en la mayoría de los países de Europa. En ese camino, la lucha de estrategias ante una nueva época del capitalismo llevó a la confrontación entre los revolucionarios y los oportunistas confiados en las humanitarias concesiones de la democracia burguesa, y a los socialpatriotas que votaron los créditos de guerra y apoyaron a sus burguesías nacionales en la Primera Guerra Mundial. La época de crisis, guerras y revoluciones, como la definió Lenin, había comenzado.
Tras la bancarrota de la SI, eran minoría los revolucionarios que estaban convencidos de la necesidad de reagrupar fuerzas y construir otra organización internacional que permitiera concentrar las experiencias pasadas y reagrupar a la vanguardia decantada de las luchas y rupturas anteriores. En las Conferencias de Zimmerwald (1915) y de Kienthal (1916), que fueron intentos de avanzar en la reorganización de los internacionalistas, Luxemburgo, Liebknecht, Zetkin, Lenin, Trotsky y un grupo de bolcheviques rusos fueron acusados de utópicos sectarios por aquellos que todavía se proclamaban parte de la SI que –dirigida por Kautsky– defendía la democracia burguesa como democracia pura.
La Revolución Rusa: impulso para la III Internacional
La III Internacional (Comintern) tuvo como antesalas las Revoluciones Rusas de 1917; primero, la de febrero, cuyo resultado fue el gobierno provisional de Kerensky –formado por mencheviques, eseristas y la burguesía “democrática” rusa– en donde se demostraron los límites de todo intento por conciliar la dictadura de la burguesía con la dictadura del proletariado. Después, irrumpió en escena la Revolución proletaria de Octubre, partera de una nueva forma de Estado basada en la democracia de los consejos obreros (un “estado de nuevo tipo”) que, siguiendo a Lenin, resultó ser la primera república socialista sólida en el mundo. Contra los que opinaban que la democracia burguesa era la forma más pura de democracia, cuando ésta significaba la libertad, igualdad y representación política solo para la burguesía, la Revolución Rusa contrapuso un gobierno de los trabajadores y el pueblo pobre basado en sus organismos de autodeterminación (soviets) y en la hegemonía obrera: una democracia real de masas que inició la construcción de la dictadura del proletariado. El Estado Obrero Ruso otorgó conquistas más avanzadas que ninguna democracia burguesa en la historia: logró la paz en la I Guerra Mundial, repartió la tierra, expropió a los capitalistas, estatizó los medios de producción y planificó centralizadamente la economía; secularizó al Estado y otorgó igualdad legal a las mujeres concediéndoles el divorcio, el poder sobre sus cuerpos y su reproducción al legalizar el aborto, así como las medidas más avanzadas para liberarlas del trabajo doméstico con guarderías, comedores y lavanderías públicas; dejó de perseguir la homosexualidad, la prostitución y a las minorías étnicas; y otorgó la autodeterminación de los pueblos oprimidos por el zarismo. Fue el estandarte fáctico de la necesidad de pelear contra el enemigo en casa, y de la consigna de transformar toda guerra imperialista en guerra civil.
De la táctica a la estrategia
La época abierta por la Primera Guerra Mundial puso al orden del día la revaloración de la estrategia política para llegar al objetivo de los revolucionarios. Esto es, la lucha por el comunismo estaba planteada, es decir, por una sociedad donde la reducción al mínimo del trabajo indispensable hará que represente una porción insignificante de las ocupaciones de los seres humanos, mediante el desarrollo de la ciencia y de la técnica, para desplegar la capacidad humana en su máxima expresión y conquistar una relación armónica con la naturaleza. Para alcanzar este estadio de desarrollo de la humanidad es necesario luchar por la construcción de un partido revolucionario anclado en las masas obreras, que las guíe hacia la toma del poder en alianza con sectores populares, como el campesinado pobre y el asalariado, y establezca la dictadura del proletariado –como forma de transición hacia la sociedad comunista- después de haber destruido el Estado burgués garante de la explotación y la opresión. Trotsky señala como en la época de la II Internacional “la labor estratégica se reducía a nada, se disolvía en el ‘movimiento’ cotidiano con sus fórmulas cotidianas de táctica. Solo la III Internacional restableció los derechos de la estrategia revolucionaria del comunismo, a la cual subordinó completamente los métodos tácticos” (1).
Al calor de la Revolución Rusa, en 1918, Lenin afirma “La doctrina de la lucha de clases, aplicada por Marx a la cuestión del Estado y de la revolución socialista, conduce necesariamente al reconocimiento de la dominación política del proletariado, de su dictadura, es decir, de un poder no compartido con nadie y apoyado directamente en la fuerza armada de las masas. El derrocamiento de la burguesía sólo puede realizarse mediante la transformación del proletariado en clase dominante, capaz de aplastar la resistencia inevitable y desesperada de la burguesía y de organizar para el nuevo régimen económico a todas las masas trabajadoras y explotadas.” (2)
La fundación de la Comintern
La victoria bolchevique y el largo proceso de la lucha contra el oportunismo y el socialchovinismo condujeron, sobre todo durante la guerra, a la formación de partidos comunistas por toda Europa. Éstos empalmaron con una oleada de luchas obreras y revolucionarias causadas por la agudización de las contradicciones de clase. En este marco se fundó, en marzo de 1919 en Moscú, la Comintern. Su misión era llevar a la práctica los preceptos del marxismo y realizar los ideales seculares del socialismo y del movimiento obrero. Surgió como un espacio de reflexión, discusión estratégica y dirección de los partidos marxistas revolucionarios, con el fin de llevar a la práctica y dirigir las grandes maniobras de la lucha revolucionaria del proletariado y sus aliados por la estrategia comunista. Recuperó la definición marxista que presenta al Estado como un ente de dominación de clase, y a la democracia burguesa como la dictadura de la burguesía sobre el proletariado. Sintetizó la importancia de un partido revolucionario sólido y probado en la lucha de clases, que cuente con una dirección que no dude en el momento decisivo y que no se quiebre, apuntando al mismo tiempo a la construcción de un Partido Internacional con homogeneidad en la teoría, la orientación y la práctica política militante.
Trotsky llega a la conclusión de que “En nuestra época, que es la del imperialismo, es decir, de la economía y la política mundiales dirigidas por el capital financiero, no hay un solo partido comunista que pueda establecer su programa tomando sólo o principalmente como punto de partida las condiciones o las tendencias de la evolución de su país.” (3) Éste es el fundamento teórico-político de la necesidad de construir un partido revolucionario mundial de la clase obrera, tarea que hoy está planteada de nuevo en el marco de los nuevos fenómenos de la lucha de clases y la crisis económica internacional.
Las discusiones estratégicas surgidas al calor de la toma del Palacio de Invierno en Rusia de 1917, asentaron la necesidad de desarrollar la capacidad de cambiar ágilmente los métodos y la orientación táctica al calor de los saltos bruscos de la lucha de clases en la época imperialista. Otro importante punto era el apoyo a movimientos de liberación nacional en territorios coloniales y semicoloniales, en luchas de naciones esclavizadas contra la opresión imperialista. En una próxima entrega, abordaremos los principales debates y resoluciones de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista.
[1]
[2]
[3]
[1] (1) León Trotsky: Stalin, el gran organizador de derrotas, CEIP, Buenos Aires 2012.
[2] (2) Vladimir Ilich Lenin: El Estado y la Revolución.
[3] (3) León Trotsky. “Crítica al programa de la Internacional Comunista”, en Stalin, el gran organizador de derrotas, op. cit.
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