Un golpe al imperialismo... sobre todo al francés

28 Jan 2011   |   comentários

Jueves 20 de enero de 2011

“A menudo la historia avanza más rápido que la diplomacia”. Con estas sabias palabras, el primer ministro del gobierno de Sarkozy, François Fillon, defendía a la ministra del Exterior, Michelle Alliot-Marie, ante las exigencias de renuncia de la oposición. En efecto, la ministra, pocos días antes de la caída de Ben Alí, le había propuesto la ayuda de Francia para restablecer el orden ya que “la prioridad [debía ser] el apaciguamiento después de enfrentamientos que provocaron muertes. Un apaciguamiento que [podía] apoyarse en técnicas de mantenimiento del orden (…) [y Francia posee] competencias en el asunto” (Le Monde, 11/1). Pero las palabras de Fillon más que una defensa de su gobierno, suenan como la confesión de que, ante la rapidez de los acontecimientos en Túnez, el imperialismo francés no tuvo tiempo de cambiar su discurso, adoptando una postura “demócrata”, ni mucho menos de preparar una alternativa burguesa y pro-imperialista de recambio.

La oposición burguesa y reformista en Francia (PS, Verdes, PCF, Parti de Gauche) aprovecha este hecho para presentarse como los “verdaderos representantes del país de la democracia y de los Derechos Humanos”. Sin embargo, esta postura no resiste a los archivos, empezando por el hecho escandaloso de que el partido de Ben Ali formaba parte de la Internacional Socialista hasta hace tan solo tres días cuando tomaron la “decisión de expulsarlo”. En efecto, en 1997 Lionel Jospin, primer ministro del gobierno de la “Gauche Plurielle” (PS-Verdes-PCF), recibía con estas palabas a Ben Alí: “La corriente de intercambio entre nuestros dos países es cada vez más densa (…) Ella se basa en las relaciones culturales, científicas, profesionales o comerciales en pleno desarrollo. También rinde homenaje a la nobleza, a la civilidad, a la amabilidad de su pueblo y a la calidad de los dirigentes que Túnez se dio (…) Su visita de Estado me brinda la ocasión de afirmar el compromiso de mi gobierno con el suyo en este periodo de transición crucial para la sociedad tunecina” (Discurso del 21/10/97, Paris). Incluso sin ir muy lejos en 2008 el mismo D. Strauss-Kahn, actual director del FMI y miembro del PS, en medio de todo tipo de elogios de su parte a la política económica del gobierno de Túnez, recibía la condecoración de Gran Oficial del Orden de la República por parte de Ben Alí.

Es que la cuestión del apoyo al régimen reaccionario de Ben Alí no es un asunto de tal o cual gobierno sino del imperialismo francés en su conjunto. El imperialismo francés es en efecto el principal inversor extranjero en Túnez (en los últimos años invirtió en promedio 90 millones de euros por año – con un pico de 300 millones en 2008), más de 1.250 empresas francesas actúan en el país (40% del total de empresas extranjeras), Francia es también el principal abastecedor del mercado tunecino (20,1%) y su principal cliente (29,3% de las exportaciones tunecinas).

Pero en última instancia la importancia fundamental de Túnez para el imperialismo francés residía en el rol estabilizador que este país jugaba en la región: “las ventajas de las que dispone Túnez en términos económicos y políticos continúan atribuyéndole, según entiende Francia, un rol importante para la estabilidad del Magreb y para la continuidad de la construcción euro-mediterránea” se puede leer aun en la página oficial de la diplomacia francesa. En ese sentido, el proceso revolucionario abierto en Túnez es un elemento desestabilizador para los intereses del imperialismo francés en toda la región.

Es eso lo que explica el apoyo del imperialismo al “gobierno de unidad nacional”, compuesto por figurones reciclados del régimen, opositores “moderados” y por ciertas personalidades de la “sociedad civil”, que como agente de la contrarrevolución democrática, intenta poner fin al proceso y restablecer la “estabilidad”.









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