Un programa contra el TLC y por la unidad obrera y campesina.

31 Jan 2008   |   comentários

La mayoría de las organizaciones que encabezan las movilizaciones campesinas (entre ellas sectores del PRD y del Frente Amplio Progresista) están demandando la «renegociación» del TLC, oponiéndose a Calderón y el PAN, que afirmaron una y otra vez que «el TLC no se negocia». Con esto, el gobierno federal confirma su carácter profundamente entreguista.

Pero el momento actual requiere que discutamos sobre qué programa se requiere para atender a las demandas de las masas agrarias explotadas, oprimidas y empobrecidas. La devastadora situación que atraviesa el campo es consecuencia de la subordinación de los gobiernos de México y la imposición de los intereses económicos y políticos de Washington, de los cuales, el Tratado de Libre Comercio es la punta de lanza. Las últimas décadas fueron testigo de una verdadera ofensiva contra las conquistas que, después de la revolución, las masas agrarias les impusieron a los gobiernos «posrevolucionarios». Este ataque dio un salto a partir de 1992/1994, con la firma y posterior entrada en vigor del TLC. La contrarreforma impulsada por Salinas de Gortari y continuada por priistas y panistas, garantizó la apropiación de tierras y de recursos naturales para los terratenientes y las empresas del agrobusiness («nacionales» y extranjeras), y liberalizó aun más el comercio y permitió la entrada indiscriminada de productos importados, proceso que llegó a su culminación en el 2008.

Renegociación o lucha por el desconocimiento del TLC

Ante esta ofensiva del imperialismo y las transnacionales en el campo, la renegociación es -en el mejor de los casos-, una perspectiva ilusoria que puede convertirse en una verdadera trampa para la movilización. De una parte, porque siembra la expectativa de que bajo la presión, EE.UU. aceptará renegociar el Tratado, «obligado» por las mismas instituciones que durante años avalaron la entrega. Y, por otro lado, porque la consigna de «renegociación» genera la ilusión de que se logrará una situación favorable a los campesinos manteniendo el TLC y por ende la subordinación económica y política a los EEUU.

Pero ningún cambio cosmético o «renegociación» parcial puede lograr esto. Y es que la miseria, explotación y opresión en el campo, depende directamente de la expoliación imperialista y de los acuerdos que, bajo la globalización, entregan el control de la tierra y de los recursos naturales a las multinacionales y a los consorcios financieros internacionales. Para defender los intereses de los jornaleros y campesinos arruinados, y frenar la ruina de los pequeños y medianos productores, hay que impulsar -como primera y elemental medida-, la ruptura de los pactos y acuerdos como el TLC y la deuda externa, que atan al país al imperialismo y que están al servicio de las trasnacionales y sus socios nativos, Así como también hay que enfrentar y denunciar el ALCA y el Plan Puebla Panamá, una verdadera política de recolonización de América Latina a partir del control de los recursos naturales. Luchar por una solución radical a la miseria en el campo, implica también movilizarnos por la derogación del artículo 27 constitucional, que sentó las bases para la entrada del TLC; junto al desconocimiento y no pago de la deuda externa, y la imposición de impuestos a las grandes fortunas son medidas fundamentales para obtener los recursos necesarios para resolver las demandas acuciantes de las masas del campo y la ciudad. Esta lucha va aunada a enfrentar la entrega de PEMEX y el conjunto de los recursos naturales del país al imperialismo.

Pero esto es solo el primer paso. Así como no es posible lograr un tratado equitativo con el imperialismo norteamericano, tampoco se pueden resolver la miseria del campo «respetando» los intereses de las grandes trasnacionales y terratenientes. Es necesario un programa que luche por la expropiación sin pago de las tierras en poder de las agrobusiness y los terratenientes que, y por la restitución de tierras a los indígenas y campesinos, muchos de los cuales son obligados a emplearse como jornaleros (de uno y otro lado de la frontera), y son explotados en condiciones de semiesclavitud.

Por una reforma agraria radical

Es fundamental pelear por una reforma agraria radical que entregue la tierra a los campesinos pobres y haga efectiva la demanda de Emiliano Zapata de que: «La tierra es de quien la trabaja». Para llevarla adelante, esta reforma agraria debe garantizar la supervivencia y producción de los millones de campesinos y de los pequeños productores, con medidas tales como la condonación de la cartera vencida y el acceso a créditos baratos para maquinaria, abonos y transporte.

Para todo esto, es fundamental la alianza campesina con los trabajadores de las ciudades en una lucha común, pues éstos son, quienes en perspectiva, pueden garantizar el acceso al transporte, almacenamiento y la distribución de los productos agrarios, y el crédito necesario para la producción. Y en base a la alianza revolucionaria de obreros y campesinos, avanzar en la nacionalización de la banca y el control del comercio exterior, cuestión elemental para la venta de los productos agrarios del país.

La expoliación imperialista va unida a la opresión y la represión. Para soldar la unidad entre los explotados y oprimidos, las organizaciones campesinas que se movilizan deben pronunciarse por el alto a la represión a las comunidades indígenas, la libertad de los presos políticos y la disolución de las guardias blancas que actúan al servicio de los terratenientes, así como exigir la salida del ejército de Chiapas, Guerrero, Oaxaca (alentada por los gobernadores de esos estados), y de los demás estados sitiados por los militares. Junto a esto, impulsar el derecho a la autodeterminación de los pueblos indios, incluyendo el derecho a la separación si así lo desearan, así como contra la opresión sobre las etnias y pueblos indios, y en particular sobre las mujeres indígenas, que son triplemente oprimidas y explotadas.

Por la unidad obrero campesina

Para enfrentar al TLC y la opresión en el campo, se requiere que los trabajadores se pongan al frente de la movilización. Las organizaciones sindicales que este 31 de enero se movilizan y anuncian un paro para el 31 de marzo, deben hacer propias las demandas campesinas. Este es el camino para concretar la alianza de obreros, campesinos e indígenas pobres, que pueda enfrentar y derrotar la opresión imperialista que se abate sobre todo el pueblo. Pero para que esta alianza sea efectiva (y revolucionaria) es necesario un verdadero plan de lucha y una movilización independiente respecto del Congreso de la Unión y sus partidos del mismo. Ya vimos el rol del Congreso de la Unión, por ejemplo en el 2001, votando la reaccionaria ley indígena contra los zapatistas. La confianza en el Congreso de la Unión, y en que el mismo logre una renegociación «favorable», sólo puede desviar fuerzas y debilitar el único camino para imponer las demandas campesinas: la unidad obrera, campesina y popular contra los planes, preparando el camino para un gran paro nacional que ponga un hasta aquí al ataque de Calderón y el FMI, y que luche contra los planes de los capitalistas, las trasnacionales y los terratenientes.









  • No hay comentarios para este artículo