Francia
Una gran jornada de huelga de todos los sectores, que pone a las direcciones sindicales bajo presión
27 Mar 2009
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Por S. (militante de la Tendencia CLAIRE del NPA y miembro del grupo de simpatizantes de la FT-CI en Francia)
Jueves 26 de marzo de 2009
El llamado de todas las centrales sindicales a una jornada de acción el jueves 19 de marzo fue seguido masivamente por los trabajadores. Según las direcciones sindicales, 3.200.000 personas participaron en las manifestaciones. Este no solamente es un número superior al de las manifestaciones del 29 de enero, en las que los sindicatos habían contabilizado 2.500.000 manifestantes, sino que es un número realmente histórico, porque supera al de las movilizaciones de 2006 contra el CPE, que ya constituía el nivel más elevado de manifestantes desde mayo de 1968. Para apreciar bien la amplitud de la movilización, además hay que tener en cuenta, por un lado, que estos llamados fueron hechos por los sindicatos casi en frío, es decir sin un gran conflicto iniciado en un sector significativo de trabajadores, y por el otro, la participación relativamente más débil de los sectores dominantes en 2006, el de los estudiantes y los secundarios. Esto significa que los manifestantes eran en su gran mayoría asalariados. Por último, la presencia de los trabajadores del sector privado, sobre todo de obreros industriales, era particularmente numerosa. Este es un fenómeno que marca una ruptura importante, después de 25 años en que la lucha de clases en Francia estaba dominada por las movilizaciones de los asalariados de la administración pública y de las empresas públicas, sobre todo en 1995. Porque, en la medida en que la patronal y el gobierno se apoyaban tradicionalmente en la oposición entre el sector público (globalmente más sindicalizado y más combativo) y el sector privado (mucho menos sindicalizado y menos combativo), esta novedad abre la posibilidad de un cambio de relación de fuerzas entre las clases.
Las razones de la fuerte participación de la clase obrera
Esto se explica primero y fundamentalmente por el impacto de la crisis económica en la Unión Europea y en Francia. A principios de año, el FMI anunciaba una recesión de 1,9% para Francia y el INSEE (Instituto Nacional de Estadística y de Estudios Económicos) preveía una suba de 214.000 en el número de desocupados de aquí a junio. El FMI acaba de revisar su previsión para 2009, estimando que el PBI retrocederá un 2,9% de aquí a fines de junio y el INSEE prevé desde ahora 281.000 desocupados más para el mismo período. Lo que importa no es tanto el nivel absoluto del desempleo, todavía inferior al de los años 80 y 90, sino su alza brutal, que expresa una serie de planes de despidos y cierres de empresas. Esta fuerte participación de la clase obrera en la movilización se explica también por la impotencia del gobierno de Sarkozy para impedir que la crisis capitalista mundial golpee de lleno a Francia, por la bronca que provoca en los trabajadores su política de subvenciones masivas a los bancos y empresas capitalistas las que, sin embargo, siguen despidiendo mientras sólo le da migajas a los trabajadores, así como por la necesidad que tiene de continuar con las contrarreformas, incluso de acelerarlas. El descontento de los obreros es proporcional a las ilusiones que Sarkozy supo suscitar en una franja del electorado popular para hacerse elegir presidente de la República hace dos años: promesas de ”ir a buscar el crecimiento por todos los medios”, de ser “el presidente del poder adquisitivo” y del pleno empleo.
Expresiones de la bronca obrera
Este cambio de estado de ánimo no se expresa solamente en el tamaño de las manifestaciones, sino en la multiplicación de las acciones obreras contra los despidos, aún cuando lo más frecuente es que tengan el objetivo de obtener mejores indemnizaciones. Los 1.200 obreros de la fábrica Continental (neumáticos) de Clairoix, cuyo cierre está previsto para fin de año, recibieron a su patrón a huevazos y se enfrentaron con la policía en la manifestación del 19 de marzo; los de la fábrica Sony de Pontonx-sur-l’Adour secuestraron a su patrón durante una noche; las obreras d’Amora-Maille (grupo Unilever) están en huelga total desde el lunes 16 de marzo contra el cierre programado de las fábricas de Dijon y de Appoigny; los obreros de la fábrica Glaxo de Evreux pararon espontáneamente contra un plan de cerca de 800 despidos (es decir la mitad de los efectivos) antes de llevar adelante una huelga total con piquetes; los obreros de la fábrica Fulmen, también amenazada de cierre inminente por el líder mundial del sector, Exide Technologies (más de 2.500 millones de ganancia este año), se enfrentaron con la prefectura, arrojándole baterías vacías y destruyendo el coche del prefecto, y forzaron el portón de entrada en la manifestación de Auxerre; los obreros de la fábrica Caterpillar de Grenoble, que emplea a 2.700 asalariados, han ocupado la fábrica contra el plan de 700 despidos; los trabajadores de la empresa farmacéutica 3M de Pithiviers secuestran a su patrón desde el 24 de marzo contra un plan de 110 despidos sobre 225 empleados, etc. Sin embargo, el estado de ánimo de la clase obrera está lejos de ser igual en todas partes. A veces los obreros sufren los despidos sin reaccionar, esperando, a su vez, evitar ser despedidos, a veces pelean, pero más por el honor que con la esperanza de ganar. En el extremo opuesto, algunos sectores ya tradicionalmente combativos, están en vías de radicalizarse. En la manifestación de París, se podía leer en la columna de la fábrica PSA de Aulnay, conocida por la gran combatividad de sus obreros, en su mayoría jóvenes e inmigrantes, consignas como “huelga general”, “reparto de las horas de trabajo”, “300 euros”.
Un gobierno muy desacreditado y direcciones sindicales bajo presión
La pérdida de prestigio de Sarkozy, el aumento de la bronca obrera y la amplitud misma de las movilizaciones ponen bajo presión a las direcciones sindicales reformistas, todo esto en un contexto marcado por la huelga general de los trabajadores de las Antillas, parcialmente victoriosa, y la huelga ilimitada en las universidades, aunque ésta tenga un acatamiento desigual. El gobierno había anunciado antes de las manifestaciones que no iba a hacer la menor concesión. Sin embargo, frente a la amplitud de la movilización, Sarkozy, sin ceder nada, se ha esforzado, en un discurso pronunciado el 24 de marzo, en recrear las ilusiones para dar un poco de aire al gobierno y a los dirigentes sindicales. Nuevamente denunció a los “paracaídas dorados” (las indemnizaciones millonarias garantizadas a los ejecutivos de bancos y financieras), aunque sin proponer ninguna medida para impedir su existencia y ha anunciado un “plan de urgencia” para los jóvenes antes de fines de abril, el nombramiento de “comisarios de reindustrialización” (en realidad, encargados de dejar pasar mejor los planes de despidos) y nuevas medidas de aquí al verano (boreal)... concertando con los sindicatos. Sin embargo, los burócratas no pueden permanecer inactivos, a riesgo de desacreditarse en amplias capas de trabajadores. En efecto, el éxito mismo de las jornadas de acción, que deben servir para canalizar la bronca de los trabajadores, paradójicamente, les crean dificultades, porque muestran crudamente la impotencia de su política de concertación con el gobierno y de su táctica de movilización de un día cada dos meses. Por eso comienzan a dividirse entre ellos por la presión de la lucha de clases. Reunidos al día siguiente del 19 de marzo para “decidir cómo continuar”, los jefes sindicales han discutido interminablemente durante 4hs. para decidir ... volver a verse el 30 de marzo. El más a la derecha, Chérèque, secretario general de la CFDT (segunda central sindical en Francia) quiere esperar hasta el 1° de mayo para una próxima movilización. Cuando le preguntaron si temía un estallido social, respondió directamente: “No le temo por el momento, y por supuesto, no lo deseo (...) Ninguna de las grandes confederaciones quiere ir en ese sentido y la intersindical es bastante sólida para canalizar las tensiones”. Los más “de izquierda”, Solidaires, quieren una nueva jornada de acción antes de fin marzo. En el centro, la dirección de la CGT (de lejos la primera central sindical), FO (la tercera) y la FSU (muy poderosa federación en la enseñanza pública) quieren esperar a medir la amplitud de la capacidad de desborde de los sectores más avanzados para adaptar a ellos su nueva iniciativa, con el fin de seguir controlando bien la movilización.
La responsabilidad de las organizaciones de extrema izquierda
Esta tensión de la situación y la creciente popularidad de la extrema izquierda, en particular del NPA, le otorga una responsabilidad especial. Tanto la dirección del NPA como de Lutte Ouvrière reconocen que la huelga general está a la orden del día, pero no proponen gran cosa para ayudar a los trabajadores a abrirse paso hacia su realización. Por eso, la Tendencia CLAIRE del NPA sigue peleando para que, finalmente, el NPA sea activo en la coordinación de estas diferentes luchas, que los burócratas dejan desarrollar deliberadamente de manera aislada, empresa por empresa, y ofrezca una perspectiva política. Esto supone, a la vez, proponer de inmediato la necesidad de establecer una plataforma de reivindicaciones que unifique a todos los trabajadores, construir comités para la preparación de la huelga general y combatir frontalmente la política de las direcciones sindicales, que hacen todo para canalizar esta bronca en el marco del sistema. Hay que plantear a las otras organizaciones de extrema izquierda y a la vanguardia obrera, que también consideran que la situación pone de relieve la cuestión de la huelga general, llevar adelante este trabajo en común. Pero esto supone también levantar audazmente la consigna de nacionalización sin indemnización y bajo gestión obrera como único medio de impedir los cierres de empresas y los despidos. Esto puede ser justificado ampliamente ante las masas apoyándose en los miles de millones que el gobierno desembolsa a la patronal que, sin embargo, sigue con los despidos, lo que indigna a los trabajadores; ya que no solamente somos nosotros los que producimos, sino que además, es con nuestro dinero que las empresas son salvadas de la quiebra, entonces a nosotros nos corresponde dirigir la producción.
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