De Moreira a Lucero Sánchez: de mafias, corruptelas y narcotráfico
31 Jan 2016
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Moreira, el hombre de los millones
El ex gobernador de Coahuila parece que la está librando. El juez español Santiago Pedraz dijo que no hay indicios de delitos. Afrontará en libertad el proceso judicial, y “si todo va bien”, le devolverán el pasaporte.
No es “sospechosismo” pensar -como hacen millones en este país- que Peña Nieto y el dirigente del PRI Manlio Fabio Beltrones están detrás de esto; en la liberación de Moreira puede adivinarse una negociación con el gobierno español, cuyas empresas financieras y de la construcción se han beneficiado bajo Peña Nieto.
Se trata además de una operación para cubrirse las espaldas entre los integrantes de esta verdadera “familia” mafiosa; así como Moreira, Beltrones fue señalado por sus vínculos con el narco en Estados Unidos. Los priistas no olvidan el costo político inmenso que en 1999 -en las vísperas de las elecciones que ganó Vicente Fox- tuvo la detención de Mario Villanueva, ex gobernador de Quintana Roo.
Recientemente, Emilio Gamboa, coordinador del PRI en el Senado y “compadre” de Beltrones, dijo que se trata de “una vergüenza para el PRI”. Y no es para menos: Moreira es sospechoso de nexos con los zetas y de lavado de dinero. El desvío de recursos por parte del ex gobernador se remontaría a 20 años atrás, cuando ocupó distintos cargos en el área educativa y en su gobernatura, entre 2005 y 2011. Moreira dejó la presidencia del PRI por las acusaciones de corrupción y absuelto en 2012.
Aunque EPN quiera aparecer como adalid del combate al narco con la recaptura del Chapo, el caso Moreira evidencia la relación que el tricolor mantuvo, y mantiene, con los carteles.
Los amigos panistas del Chapo
Lo de Lucero Sánchez ya es una crisis para el PAN. Su caso es tan fácil de ocultar como de tapar el sol con un dedo: la diputada sinaloense es señalada por ser amiga del Chapo, falsificar documentación oficial y ser su operadora política en el Congreso local.
Muchos recordarán que en junio del 2015, después del gran escape del penal de Altiplano, trascendieron las visitas de Sánchez. Entonces no hubo mas revuelo. Si ahora los federales le echaron el guante, es porque EPN quiso golpear a los panistas que días antes festejaron la detención de Moreira.
El objetivo es desviar la atención de aquel caso y que el PAN sea envuelto en un caso mediático. De paso, alejar a este partido de un buen desempeño en las elecciones de 2016.
Para los panistas esto es una pesadilla. Ricardo Anaya no sabe como sacarse de encima el escándalo, le pide a la PGR que le quite el fuero a la “chapodiputada”, en tanto los llamados de Margarita Zavala -posible precandidata para el 2018- a “que el partido pida perdón” muestran la disputa al interior del PAN que puede desangrarlo.
Este caso no es aislado.
Basta recordar a Edelmiro Sánchez, ex operador político panista en Nuevo León, señalado por su participación en el asesinato de un ex diputado local, y buscado por la Interpol. Durante la administración de Calderón distintos niveles del gobierno fueron señalados por una verdadera asociación delictuosa con el narcotráfico; basta releer las fundamentadas investigaciones de Anabel Hernández y otros periodistas.
Mientras el PAN busca la salida de este atolladero, el PRD le echa la culpa por haber metido una candidata impresentable en su última alianza, y Beltrones se gana el premio al cinismo al criticar al PAN... mientras trata de que su cuate Moreira la libre. Se muestra el cochinero de la clase política y hasta donde llega la corrupción propia del régimen capitalista.
El basurero de la mal llamada “izquierda”
El PRD compite cabeza a cabeza con el PAN y el PRI para ver quien expresa más cabalmente tamaña podredumbre. Ya el año pasado el gobernador de Guerrero y el intendente de Iguala, electos por las listas del PRD, fueron señalados por millones como responsables de la desaparición de los 43 normalistas. Ejemplos previos hay muchos: no olvidemos al diputado Julio Cesar Godoy y sus vínculos con la Familia Michoacana.
Ahora, un nuevo capítulo estalló en el PRD: el caso de Gisela Mota, alcaldesa perredista de Temixco ultimada por sicarios en su domicilio, el 2 de enero, a plena luz del día.
El cuestionado gobernador del estado, Graco Ramírez, ha señalado a otro integrante del PRD, Fidel Demedicis, como el responsable directo del asesinato. Mientras las denuncias contra Ramírez se acumulan, su propia frase “No permitiremos otro Abarca” echa luz sobre lo que es hoy el sol azteca.
Más allá de quienes hayan sido responsables del asesinato de la alcaldesa de Temixco, el hecho es que el PRD y sus gobernantes estatales no tienen mayores diferencias con el PRI y el PAN. La colusión con el “crimen organizado”, el ajuste de cuentas entre sus integrantes, y la política reaccionaria contra los trabajadores y la juventud, son moneda corriente en Guerrero, Morelos, y otras entidades gobernadas por la autodenominada izquierda.
En ese contexto, muchos de sus integrantes migran al Morena, que ya tiene entre sus filas a casos similares a los que describimos. Como Lázaro Mazon Alonso, nominado por López Obrador como el primer candidato a gobernador por Guerrero en 2014, luego retirado por sus vínculos con Abarca. Como consecuencia de los llamados de AMLO a que los inconformes del PRI, PAN y PRD migren al Morena podrían surgir nuevos casos como aquél. Más aún si el Morena triunfa en elecciones estatales y municipales, bajo una perspectiva de reformar y cambiar desde dentro un régimen político que es claramente irreformable.
No se tratan de casos puntuales. Expresan la corrupción y asociación con el narcotrafico que recorre a la clase política. Muestran la degradación de las instituciones de este régimen político que se ha acrecentado bajo la mayor integración y subordinación a los Estados Unidos. Sólo los trabajadores, junto a sus aliados del campo y la ciudad, pueden acabar con la podredumbre de este sistema capitalista y sus defensores políticos, y enfrentar la dominación y opresión imperialista.
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