Un debate con el autonomismo

El EZLN y la lucha contra el capitalismo

29 Jun 2014 | Recientemente, el retiro de Marcos sacudió la escena nacional e internacional, justificado con varios argumentos, como que prevalezcan los cuadros indígenas y promover un relevo generacional. El sub dijo además que esto era expresión de un giro político e ideológico “el más importante: el relevo de pensamiento, del vanguardismo revolucionario al mandar obedeciendo”.   |   comentários

Recientemente, el retiro de Marcos sacudió la escena nacional e internacional, justificado con varios argumentos, como que prevalezcan los cuadros indígenas y promover un relevo generacional. El sub dijo además que esto era expresión de un giro político e ideológico “el más importante: el relevo de pensamiento, del vanguardismo revolucionario al mandar (...)


Sin duda, en estos 20 años, la resistencia de las bases zapatistas resultó un ejemplo heroico para jóvenes y trabajadores. Aunado a esto, el desarrollo de las comunidades y de las Juntas de Buen Gobierno (JBG) representaron una importante mejoría en sus condiciones de vida, mostrando que no es necesario el gobierno de los capitalistas. En ese contexto, se reimpulsa la discusión sobre cómo imponer la autodeterminación y la autonomía, el acceso a la tierra y a los recursos para explotarla, y acabar con la represión estatal. Considerando los ataques a las bases zapatistas y el aislamiento del EZLN respecto a otros movimientos, es esencial un análisis crítico de su actuación.

El autonomismo y la lucha de clases

La trayectoria del EZLN estuvo plagada de zig-zags. Después de 1994, buscó una alianza con Cárdenas, y a partir del 2005, sin que medie balance del período anterior, quebró lanzas con el PRD y lanzó la VI Declaracion, en torno a la cual se generó “la otra campaña”, cuyas definiciones anticapitalistas se articulaban con la idea de “no luchar por el poder”. Era un momento favorable para impulsar la movilización contra el régimen, pero la dirección del EZLN desplegó una política sectaria, como en los movimientos contra el fraude del 2006, la Comuna de Oaxaca, y otros procesos como la rebelión obrera de Sicartsa. La justificación de Marcos era que los dirigían caudillos burgueses como AMLO o charros “opositores”. Un elemento real, pero común a la mayoría de las luchas, es que quienes comienzan a movilizarse lo hacen con sus viejas direcciones al frente, razón por la cual hay que participar de las mismas –en la medida que sean progresivas–, y sostener un programa alternativo. Se trata de alentar el movimiento real, en el cual las masas pueden hacer sus experiencia con esas direcciones. Lamentablemente, al meter en el mismo costal a las bases y a sus dirigentes, el EZLN se aisló y fue impotente para pelear contra éstas.

Un debate sobre estrategia

Los giros mencionados fueron distintas expresiones de la misma perspectiva autonomista. La “no lucha por el poder” –plasmada por John Holloway en su Cambiar el mundo sin tomar el poder– se amparaba en que toda acción en el terreno político era reflejo de “politiquería” burguesa. Esto negaba que la clase obrera y los explotados –quienes crean toda la riqueza de la sociedad–, pudieran crear otra política, orientada a destruir el estado capitalista y poner en pie una sociedad nueva. Herramientas dentro de las que la construcción de un poder de nuevo tipo, históricamente episódico –lo que los socialistas llamamos la dictadura del proletariado– es imprescindible para vencer la resistencia de los explotadores y sus agentes, en una lucha sin cuartel, nacional e internacional, y preparar el camino para el comunismo. Esto es, una sociedad sin estado y sin clases, donde cada quien trabaje de acuerdo con sus posibilidades y reciba de acuerdo a sus necesidades, donde desaparezca la desigualdad material y se acabe la “prehistoria de la humanidad”.
Asociada con esta visión autonomista estaba que, si la lucha por el poder conllevaba la esencia del estatismo, la construcción de un partido para lograr ese fin era impugnada, repitiendo las tesis que identificaban al marxismo con su negación: el estalinismo.
La ausencia de una estrategia por el poder político de los explotados y oprimidos (“Cambiar el mundo sin tomar el poder”) llevó –en los distintos momentos de la política del EZ– a abstenerse de una estrategia alternativa para disputar la influencia política de las direcciones burguesas y reformistas, y del objetivo de arrancarle el poder a los explotadores.
Como muestra el asesinato de Galeano, la conquista que significa para los pueblos indígenas las comunidades autónomas no pueden sustraerse permanentemente a la ofensiva del estado burgués, ni garantizar su expansión mediante la acumulación de “espacios autónomos”; los cuales no pueden emanciparse de la acción económica y política del capital. Para garantizar la autodeterminación, el acceso a la tierra, a créditos baratos, etcétera, hay que terminar con el capitalismo. Para eso es necesaria una estrategia política que busque la alianza entre los trabajadores y los campesinos e indígenas pobres, y golpear al capital en los resortes claves de la economía –la producción, el comercio, el transporte, las finanzas–. Para esto es clave la acción del movimiento obrero y sus métodos de lucha; sin esa alianza revolucionaria de clases no es posible hacer temblar al capitalismo mexicano.
Soslayar que los explotados y oprimidos deben luchar por el poder y organizarse en un partido revolucionario, sólo le regala a los capitalistas el futuro. La lucha de las bases zapatistas durante dos décadas, requiere, para no ser derrochada, de una estrategia política cuyo objetivo sea arrancarle el poder a la burguesía por la vía revolucionaria, y poner en pie un nuevo poder, de los trabajadores y los campesinos, necesario para avanzar así en el camino de una sociedad sin explotadores ni explotados.









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