El problema del voto útil
20 May 2015
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Diversas posturas se han desarrollado en torno al voto nulo. Hay quienes afirman que anularlo es hacerle el favor al sistema de partidos, como el artículo del politólogo de la UNAM, Armando Luna Franco, cuyo argumento es básicamente el siguiente: cuando los ciudadanos votan en blanco, perjudican a los partidos pequeños y le permiten a los partidos grandes acabarlos utilizando el voto duro.
Después reconoce que “no hay opción real en los partidos políticos” y lo complementa diciendo que “la única manera de poder incidir contra los partidos políticos es votando contra ellos”.
La pobreza de este argumento se encuentra en que da por hecho de que existe una oposición real entre los partidos políticos. Da el ejemplo del Partido Verde: si queremos que pierda el registro, debemos votar contra él. Pero, ¿por quién hacerlo? Obviamente no puede ser por el PRI porque es su aliado directo. ¿Votaríamos entonces por el PAN de Calderón, que dejó una estela de 150 mil muertos y muchos otros desaparecidos en su Guerra contra el narco? ¿O por el PRD, que fue cómplice en la desaparición forzada de los 43 normalistas rurales de Ayotzinapa y, mediante el Pacto por México, entregó el petróleo a las multinacionales con la reforma energética?
¿Existen alternativas?
Hay otras opciones como Nueva Alianza, partido fundado por Elba Esther Gordillo—la ex dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que posee un carácter totalmente charro— o los nuevos contendientes: el Partido Encuentro Social y el Partido Humanista. Del primero ya hemos hablado en este diario como un partido de derecha ligado a la comunidad evangélica cuyo programa ataca las demandas de la comunidad sexodiversa, las mujeres y que apoyó la liberación de los asesinos de la masacre de Acteal de 1997.
Mientras tanto, el Partido Humanista está conformado, entre otros, por el expriista Ignacio Irys Salomón, quien fue denunciado el año pasado por “secuestrar” al partido, y por Javier Eduardo López Macías, exmilitante por 30 años en el PAN.
Existen otros partidos como lo son el Partido del Trabajo, Movimiento Ciudadano y el MORENA de Andrés Manuel López Obrador, que se presentan con un discurso opositor a los partidos antes mencionados y a los cuales les tenemos una crítica importante: no levantan una perspectiva de lucha radical contra las instituciones y el régimen político y económico capitalista, y ni siquiera han mostrado la suficiente audacia para defender su limitado programa que no trasciende los marcos del capitalismo.
Nos parece entonces que, aunque quienes apoyan a estos últimos partidos lo hacen con la justa razón de buscar una alternativa a la situación existente —y en ese sentido, hacemos una invitación a sus seguidores para reflexionar en torno a los métodos que han seguido las dirigencias de dichas organizaciones políticas para alcanzar sus objetivos—, pensamos que sus programas no cuestionan de fondo ni las bases que sustentan a este régimen ni su dependencia al imperialismo. Creemos que no es suficiente impulsar leyes y reformas si al final (independientemente de su resultado) continuará la sujeción a los mandatos de Washington, el Tratado de Libre Comercio o el Fondo Monetario Internacional. Ni el PT ni el MC ni el MORENA contemplan esta subordinación y no plantean cómo deshacerse de ella, terminando siendo parte del régimen que la sostiene.
La realidad del “voto útil”
Lo que se busca con las próximas elecciones es legitimar un sistema político que esta corroído por la desconfianza de la población hacia las políticas neoliberales, lo que ha generado desprestigio tremendo hacia los gobernantes. Ellos actúan no según el interés común, sino el de sus camarillas políticas y de las oligarquías tanto nacionales como internacionales (a las que están ligados); por ello, no es gratuito que existan fenómenos como la telebancada, que fue un grupo de diputados en el Congreso de la Unión al servicio del Televisa.
El problema de quienes impulsan la postura del voto útil es, por un lado, que insisten en tomar en cuenta el “costo político”. Es decir, impulsar el voto nulo sería un error puesto que se tendría que pagar un “precio” muy caro, el cual sería la victoria del PRI. Dado el historial de los partidos que acabamos de exponer, hay que insistir en la pregunta: ¿qué partido del régimen representa una opción real para la clase trabajadora, los campesinos, los pueblos indígenas, los estudiantes, la juventud precarizada, las mujeres pobres y la comunidad sexodiversa?
En cambio, hay quienes impulsan la idea del “voto de castigo”, pero para ello se requiere de una delimitación que vaya más allá de votar por sus propuestas: se tiene que tomar en cuenta el programa partidario, las tácticas y las estrategias que éstos utilizan, y ante todo, quiénes están detrás de estos partidos —es decir, a qué intereses responden. La realidad es que todos los partidos no cuestionan a fondo las bases de este sistema porque son parte de éste y aún siguen muy atados al marco institucional, por lo que un “voto de castigo” no resolvería (ni siquiera temporalmente) las demandas de la sociedad; incluso podemos decir que, dependiendo de por quién se vote como “castigo”, puede suceder todo lo contrario.
Lamentablemente para quienes, desde los medios de comunicación e intelectuales afines, impulsan de forma oportunista el voto útil, esta estrategia ha demostrado ser inviable en varias ocasiones. Como ya explicábamos aquí, votar por el “mal menor” y de manera “útil” ha tenido como resultado el fortalecimiento del régimen y la victoria de la derecha. Pero tampoco necesitamos irnos a ejemplos relativamente lejanos. La amnesia colectiva de quienes insisten en el voto útil demuestra que no aprendieron nada del movimiento #YoSoy132, cuya dirección moderada impulsó una postura de “voto informado” por considerar que el voto nulo era “ineficaz”.
Esta línea fue la que primó durante las elecciones y su resultado, como puede verse hoy, no fue lo que se esperaba a pesar del “voto duro” del PRI —que dicho sea de paso, tampoco consiste en un voto estático, sino que se basa tanto en la compra de voto (despensas) como en amedrentamientos gansteriles en los sindicatos y centros de trabajo (o sea que también está sujeto a fluctuaciones).
Después de las elecciones
¿Qué sigue después del 7 de junio? Desde luego que desde esta columna afirmamos que no es suficiente con anular el voto. Participar en las elecciones esperando que las cosas cambien por arriba tiene un carácter desmovilizador, y por lo tanto, es necesario exigir que el voto nulo y en blanco tenga validez.
Por eso, más allá de quién gane o quién pierda, la cuestión es si es posible frenar el ataque que se viene en curso (como ya advertimos aquí). Para eso no es necesario (como afirman algunos) tener un congreso “balanceado”, sino que debemos construir y constituirnos como una izquierda independiente de los partidos patronales en una organización socialista y revolucionaria que se plante cara a éstos.
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