La Convención Nacional democrática y la lucha contra el régimen

15 Nov 2007   |   comentários

Muchos trabajadores y sectores populares tienen expectativas en López Obrador y en la Convención Nacional Democrática, que el 18 de noviembre hará su III Asamblea Nacional.

La realidad es que, a pesar del discurso de AMLO de “al diablo con las instituciones”, su estrategia política ha sido siempre la presión sobre las instituciones y el gobierno. Independientemente de su negativa a reconocer a Calderón y de las disputas que AMLO mantiene con varias tribus que son ciertamente más dialoguistas con el gobierno (como la de los “chuchos”), no existe una diferencia sustancial en la política que sostienen las distintas fuerzas del FAP.

Ni el PRD ni la dirección de la CND luchan contra las instituciones de un régimen (cuya antidemocracia es el ingrediente necesario para la aplicación de los planes), sino que buscan “democratizarlas” desde adentro, lo cual solo puede llevar a su reforzamiento.

Esto es congruente con el rol asumido por el sol azteca como administrador de los negocios capitalistas en el DF, en varios estados y municipios, y en especial con la acción de su bancada parlamentaria, que recientemente acordaron con el PRI y el PAN, una reforma política que busca -como decimos en la editorial-, hacer aparecer a las instituciones como “democráticas” e “independientes” del poder económico.

En ese sentido, más allá de sus matices, la búsqueda de la “democratización del régimen” (que es el discurso tanto de AMLO como del PRD) no sólo no pretende enfrentar hasta el final al gobierno panista y las instituciones, sino que no puede frenar los intentos de privatización de PEMEX y el resto de las demandas por las que afirman luchar las organizaciones de la CND. Y es que estas demandas (junto al conjunto de las reivindicaciones del pueblo trabajador) sólo se podrán concretar, integra y efectivamente, impulsando un programa que enfrente al régimen y ataque la propiedad de los capitalistas. Si esto no lo hará el PRD, es debido a su carácter de clase (burgués), por el cual sostiene al régimen que aplica y garantiza los planes capitalistas.

En este sentido, si las organizaciones obreras y populares carecen de una perspectiva independiente y de lucha contra el régimen, pueden caer en la trampa de la reforma del estado, viendo en ésta la concreción de una mayor “democratización”. Ese es el peligro para los millones que confían en López Obrador y en la política del PRD.

Las demandas democráticas y la Asamblea Constituyente

Los socialistas de la LTS-CC, estamos por un gobierno obrero y campesino, como la salida de fondo a este sistema basado en la explotación. Pero somos concientes de que millones confían en resolver sus aspiraciones en los marcos de este régimen democrático burgués. Aprovechándose de ello, la burguesía ensaya nuevas trampas, como los anuncios de reforma del estado y la reciente reforma política. Más allá de cambios cosméticos y formales, este régimen continuará basándose, en mayor o menor medida, en la reaccionaria figura presidencial y en instituciones aristocráticas como es el Congreso de la Unión y los tribunales de la justicia burguesa; su carácter antidemocrático es tal que sólo permite la participación electoral de los partidos patronales, mientras que las organizaciones que se reivindican de izquierda son excluidas y ahora lo serán los sindicatos.

Ante ello, y ante las ilusiones de las amplias masas en una mayor democracia, los trotskistas las convocamos a luchar, no por presionar al Congreso de la Unión o “perfeccionar” las instituciones reaccionarias (como es el programa de AMLO y el PRD) ni a confiar en las reformas del Congreso, sino para imponer una verdadera Asamblea Constituyente Libre y Soberana, con diputados revocables elegidos cada 10.000 habitantes, sin ninguna limitación ni restricción para la participación de los partidos políticos y organizaciones obreras y populares, con pleno acceso a los medios de comunicación, con derecho al voto para todos los mayores de 16 años, sin distinción de nacionalidad ni lugar de residencia, tomando el país como un distrito único y disolviendo los actuales poderes de la institución presidencial, el Congreso de la Unión, y los actuales tribunales.

Una Asamblea donde se discutan los problemas acuciantes de las masas, como es la represión y la opresión de este régimen, la cuestión de la tierra para los campesinos, la ruptura con el FMI y el imperialismo, y el derecho a la autonomía para los pueblos indígenas. Desde nuestro punto de vista, una asamblea así no será llamada por los partidos de la burguesía (ni siquiera por el PRD), solo será impuesta con la acción del movimiento obrero y popular, y, en caso de concretarse, podría significar un paso adelante en preparar la movilización revolucionaria contra el régimen de los terratenientes y capitalistas.









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