La Troika impuso sus condiciones a Syriza
28 Feb 2015
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El gobierno griego del partido de centro izquierda Syriza llegó finalmente a un acuerdo con los buitres de la Troika y el Eurogrupo para evitar un default de su deuda externa. Sin embargo el pacto está lejos de favorecer los intereses de los trabajadores y el pueblo griegos. Aunque las reformas que se compromete Grecia son ambiguas y sin cifras concretas, se mantiene lo esencial de los acuerdos previos (memorándum) firmados con el gobierno derechista de Samarás. Se ponen así en cuestión las promesas electorales de Syriza en torno a mejorar la dramática situación social. Los sectores ubicados más a la izquierda dentro del partido comienzan a cuestionar al gobierno.
Desde hace por lo menos 4 años, los grandes bancos, fondos de inversión y multinacionales de las grandes potencias imperialistas vienen atacando sin piedad la economía griega. Préstamos con intereses abusivos, fuga masiva de capitales y planes leoninos de “rescate” financiero, han sido el paisaje cotidiano en la península helena. Si Argentina sufre el acoso de los fondos (y empresas) buitres, Grecia es la principal fuente donde se alimentan esas alimañas a nivel mundial.
Cuando a fines de 2014 el gobierno de Samarás se vio obligado a convocar a elecciones anticipadas y las encuestas daban como probable ganador a Tsipras, la gran burguesía europea hizo todo lo posible por evitar que “la izquierda” llegara al gobierno y comenzó una nueva ofensiva. Desataron una campaña de que con Syriza vendría “el caos” y se profundizaría la crisis intentando chantajear descaradamente al pueblo griego y condicionar sus decisiones soberanas. Desde diciembre, los capitalistas fugan del país unos 300 millones de euros por día.
Por su parte, Tsipras y los dirigentes de Syriza hicieron los máximos esfuerzos por aclarar y dar muestras, ya desde la campaña electoral, de que su “plataforma de izquierda” y sus promesas electorales no piensan alterar el orden institucional ni las ganancias capitalistas. El primer acto de gobierno fue aliarse con el partido nacionalista de derecha ANEL y nombrar a funcionarios de los gobiernos neoliberales al frente de importantes puestos en el Estado como en la Policía y el Ejército. Luego Tsipras promovió como Presidente a Prokopis Pavlopoulos, un defensor del memorándum y ministro de Interior durante los disturbios de diciembre de 2008 que terminaron con la vida del manifestante Alexis Grigoropoulos.
Pero la dureza de la troika en las recientes negociaciones solo comenzaron a aflojar cuando el gobierno heleno cedió. El objetivo primario anunciado por Syriza que era establecer un nuevo acuerdo que reemplazara al memorándum firmado en 2012 por Samarás, con una quita de parte de la deuda y refinanciación que diera oxígeno a la economía, quedó descartado de plano. El estilo moderno y desacartonado del ministro de economía Yanis Varoufakis, que trata de simbolizar una ruptura con sus predecesores (neoliberales, tecnócratas y corruptos), no pudo ocultar los límites insalvables de un progresismo que pretende conciliar lo irreconciliable, los intereses de los capitales imperialistas con los de la nación trabajadora.
La presión de las “instituciones” se terminó imponiendo y el gobierno de Tsipras presentó una nueva propuesta a la medida, garantizando los compromisos fiscales asumidos por el gobierno anterior, el “monitoreo” directo de la troika, las privatizaciones realizadas y viendo “caso por caso” las que están programadas, y hasta una reforma laboral que facilitará los despidos a las empresas privadas.
También se comprometió a medidas de ahorro en el 56% de los gastos, aunque sin afectar las jubilaciones y pensiones (que ya fueron atacadas por el gobierno anterior).
Hasta la promesa del salario mínimo quedó suspendida y apenas se reservó cierto gasto social para “emergencia humanitaria” (alimentación y salud, centralmente) pero “sin poner en riesgo el presupuesto”.
Por su parte, los buitres no cedieron: el acuerdo es solo por 4 meses y no habrá ningún desembolso de dinero para Grecia hasta mayo y esto si la troica considera que se cumplieron los compromisos.
Las masas griegas tienen grandes expectativas en el gobierno “de izquierdas”, una encuesta previa al acuerdo le daba 80% de aprobación. Pero algunos referentes importantes de Syriza ya comienzan a poner distancia y criticaron el acuerdo. El mítico veterano de la resistencia a la ocupación nazi, Manolis Glezos, pidió “disculpas” por haber contribuido a generar expectativas en este gobierno. El ministro de Reconstrucción Productiva, Panayotis Lafazanis, también se desmarcó del acuerdo. “No podemos permitir que se castigue la voluntad popular y el programa electoral”, declaró.
La estrategia de Syriza de intentar paliar la crisis social garantizando al mismo tiempo los intereses de la banca y los capitalistas nacionales y extranjeros, es utópica e impotente. Su lema “ni ruptura ni subordinación” termina siendo subordinación disfrazada con otro nombre. Hay que poner en marcha una gran movilización por el no pago de la deuda externa como primer medida básica de una salida obrera y popular a la crisis que solo podrá imponerse retomando el camino de la huelga general.
Antecedentes
Las que ahora llaman “instituciones” (troika), Banco Central Europeo, Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional, actuando en común con los gobiernos imperialistas europeos (especialmente Alemania) y los gobiernos cipayos y antiobreros de Grecia vienen imponiendo desde hace años salvajes planes de ajuste al pueblo para salvar a los bancos y garantizar los intereses de los grandes capitales.
Las administraciones neoliberales de Yorgos Papandréu (del socialdemócrata PASOK), de los “gobiernos técnicos” (puestos a dedo por las propias “instituciones”) y de Antonis Samarás (del derechista Nueva Democracia), llevaron la desocupación arriba del 25% y superior al 40% entre la juventud, privatizaron por monedas gran parte de las empresas estatales, hubo cientos de miles de despidos y se avanzó en la flexibilización laboral.
Los trabajadores y el pueblo resistieron fuertemente con unas 30 huelgas generales y masivas movilizaciones que casi invariablemente terminaban en duros enfrentamientos con las fuerzas represivas. Pero bajo la conducción de la burocracia sindical y los partidos de la izquierda reformista, el combativo pueblo griego no pudo frenar el ataque de los capitalistas, echar al gobierno e imponer una salida obrera y popular a la crisis.
La bronca contra los ajustes y el hartazgo con los gobiernos neoliberales, corruptos y represores, de los partidos capitalistas tradicionales, se expresó en el gran crecimiento electoral de Syriza que ya en 2012 quedó como segunda fuerza nacional y a fines de 2014 se impuso en las elecciones generales. Su principal capital político era la oposición al memorándum y a los planes de ajuste (aunque sin romper con las “instituciones”) y sus promesas de aliviar la situación social reactivando la economía y tomando medidas como un salario mínimo de 750 euros (muy por debajo de la canasta familiar), y de luchar contra la corrupción y la evasión fiscal. Con la firma de este acuerdo con la troika esas promesas son cada vez más eso, promesas.
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