La inflación y la clase trabajadora
15 Nov 2007
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Por: Aldo Santos
Aunque el Secretario de Hacienda rechazó que la inflación esté desbordada, es un hecho que el alza en los precios de la canasta básica, combinada con salarios miserables, está volviendo insoportable la carestía de la vida para los sectores populares.
Este año, el tema de la inflación fue muy discutido entre el gobierno, los partidos patronales y las cámaras empresariales, ya que de acuerdo con los criterios neoliberales, mantenerla controlada es fundamental para la “estabilidad macroeconómica”. Pero sobre todo porque más allá de la discusión entre tecnócratas, el aumento de precios lo padecemos los trabajadores, lo que abona el descontento popular y puede catalizar reclamos salariales, que hasta ahora fueron contenidos por los charros sindicales.
Mientras que el salario mínimo no llega ni a 50 pesos, en lo que va del sexenio el kilo de tortilla pasó de 7 a 8,50, el de bistec de 58 a 72 y el de azúcar de 15 a 28. También subieron las verduras, la leche y el huevo. La aprobación del gasolinazo desató una escalada de precios en los productos de consumo popular, que aumentaron tres veces más que la inflación general calculada. Carstens rechazó que el gasolinazo causara estos aumentos, ya que se aplicará desde enero, con lo que reconoció de hecho que se debieron a pura especulación.
Es que quienes fijan los precios, de acuerdo a sus intereses, son los grandes monopolios de la alimentación, intermediarios y cadenas comerciales. Los gobiernos “neoliberales” renunciaron a establecer el control de precios contra estos especuladores. Al mismo tiempo, el país es cada vez más dependiente del vaivén de los precios internacionales de los alimentos, por su subordinación al imperialismo y el abandono del campo mexicano, que se profundizará en el 2008 con la apertura total de las fronteras (impuesta por el TLC) a los productos agrícolas importados.
Hay que rechazar la reaccionaria teoría de que el aumento de salarios provoca la inflación, que se debe al interés de los patrones por aumentar sus ganancias a costa del pueblo trabajador. Se ha vuelto una cuestión de sobrevivencia enfrentar la carestía de la vida. Es necesario un gran movimiento por un aumento salarial de emergencia y una escala móvil de salarios, que restituya el poder adquisitivo de los trabajadores.
Hay que imponerles al gobierno y los capitalistas el control de precios, a través de comités integrados por las organizaciones obreras y de consumidores.
Hay que exigir que se expropie, bajo control de los trabajadores, a las empresas que aumentan el precio de los alimentos sin justificación, y repartirlos entre quienes más lo necesitan. Hay que romper con el TLC e imponer el monopolio estatal del comercio exterior, para acabar con la especulación de las trasnacionales agroalimentarias.
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