Abajo la racista reforma migratoria de Bush
15 Jun 2006 | Luego de las impresionantes movilizaciones de inmigrantes que recorrieron las calles de EEUU en los meses pasados, el 25/05 el Senado Norteamericano aprobó el proyecto de reforma migratoria (S2611), que lejos de mejorar la situación de los más de 13 millones de trabajadores indocumentados que existen en los EE.UU., supone nuevas medidas de exclusión y el endurecimiento del control fronterizo.
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Por: Sofia Andrade
La reforma contra los trabajadores migrantes
Divide a los trabajadores migrantes en tres sectores, de acuerdo al tiempo de vivir y trabajar en el país (mas de 5, entre 2 y 5, y menos de 2 años), donde quienes tendrían «derecho» a la legalización serían los primeros, según Bush después de «pagar una significativa multa por violar la ley, pagar sus impuestos, aprender inglés y trabajar en un empleo por varios años’’. (Milenio Diario, 02/06/06). El resto tendría que «auto denunciarse» para solicitar la visa en un punto de entrada al país, y finalmente unos 3 millones estarían obligados a salir de Estados Unidos, para solicitar una plaza de trabajo temporal desde su país. Estos solo podrian acceder a la ciudadanía bajo el patrocinio de sus empleadores, convirtiendo a los trabajadores en rehenes directos de sus patrones, es decir, se refuerzan las cadenas de explotación. Así los legisladores responden a sus compromisos con la patronal (la mas interesada en esta reforma) otorgando la continuidad de mano de obra barata y ahora «legal».
La «S2611» consolida además la militarización de la frontera, con la construcción de un muro de 600 Km, establece barreras para el paso vehicular y el despliegue de soldados de la Guardia Nacional en toda la línea fronteriza con México, así como la contratación de 6000 agentes fronterizos e inspectores adicionales en todos los puertos de entrada al país, entre otras medidas.
Aunque esta reforma está sujeta a la discusión y aprobación por la Cámara de Representantes y la presidencia, miles de efectivos de la Guardia Nacional comenzaron a ocupar las zonas fronterizas pues, más allá de las disputas entre republicanos y demócratas con respecto a las formas y ritmos de aplicación de esta ley, coinciden en que por encima de los derechos los trabajadores inmigrantes están la defensa de los intereses de los empresarios que los contratan.
Por su parte, Fox se adjudicó el «avance» que supondría la reforma, en un intento de recomponerse ante la situación de desgaste que presenta su gestión al interior de México, y dando así nuevas muestras de su servilismo a los intereses de la Casa Blanca. Inclusive calificó de «antinorteamericanos» a quienes no ven el avance logrado con esta reforma, y señaló que la misma no está para «satisfacer a todo mundo» (La Jornada, 27/05/06).
Bush, cuyo descrédito interno ha llevado sus niveles de aprobación al 31%, busca salir lo menos perjudicado de este debate. En los meses previos, se esforzó para conciliar las posiciones encontradas que dividieron al partido republicano, que atravesó una crisis por las diferencias internas expresadas en la discusión de la ley. En este sentido Bush trató de acercar posiciones extremas como Tancredo y Sensenbrenner, y negociar algo «intermedio» como la versión Hagel-Martínez del Senado.
Por la movilización obrera a ambos lados de la frontera
Los millones de trabajadores que salieron a manifestarse contra las propuestas presentadas por el ala dura de los republicanos, mostraron la potencialidad que se concentra en la fuerza laboral inmigrante. El paro del 1 de mayo, aunque parcial, es de una importancia fundamental en Estados Unidos, donde la política de las burocracias sindicales ha debilitado la tradición de lucha del proletariado.
Sin embargo la actual reforma, lejos de significar un triunfo para las masas, supone un ataque reaccionario que los trabajadores deberán enfrentar con absoluta desconfianza de las autoridades, pues todo plan que venga del gobierno, los republicanos o los demócratas, busca mantener la opresión sobre los migrantes, para seguir extrayendo jugosas ganancias, por ello es que importantes sectores empresariales como la Cámara de Comercio de Estados Unidos están participando de la discusión migratoria para mantener sus privilegios y ganancias con la garantía de mano de obra súper explotada permanentemente.
Por eso la posición de los demócratas debe ser claramente denunciada. Este partido, lejos de apoyar la legalización de los inmigrantes y la amnistía, están por la continuidad de la opresión y represión, y Hillary Clinton (probable candidata presidencial) fue una de las principales impulsoras del muro con México.
Para abolir verdaderamente las desigualdades y los abusos sobre inmigrantes es necesario que este naciente movimiento cuente con la unidad de los trabajadores norteamericanos que enfrentan la precarización laboral y los ajustes económicos como producto de la millonaria inversión de guerra, y que también han mostrado su disposición a la lucha, como los trabajadores del metro de Nueva York y los portuarios de Los Ángeles (a pesar de la política conciliadora de la burocracia sindical de la AFL-CIO). Forjando una alianza que derribe las fronteras de las nacionalidades y razas en una sola lucha por plenos derechos laborales y sociales para todos, avanzando hacia la unidad con los trabajadores de América Latina y en particular con los trabajadores de México, de donde proviene la mayoría de los trabajadores migrantes.
Llamamos a las organizaciones obreras, populares y de izquierda en México a impulsar una gran campaña anti-imperialista, contra la política reaccionaria y racista de Bush, y por la unidad con los trabajadores norteamericanos y con los millones de migrantes que sufren la opresión imperialista.
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