Ante la crisis que se viene
Editorial: Preparar la resistencia obrera y popular
02 Mar 2008
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Por: Martín Juárez
El año 2008 empezó con nuevos ataques a las conquistas y a la condición de vida de los trabajadores y sectores populares de México, y con nuevos desafíos de lucha por delante.
Si la patronal y sus instituciones tienen el propósito –con la privatización de PEMEX y la reforma laboral- de redoblar la entrega, desde abajo emerge una denodada resistencia, como se vio el 31 de enero, con el gran frente único obrero, campesino y popular que salió a las calles del DF.
En este contexto, la crisis financiera internacional y norteamericana tendrá importantes implicaciones para el país y en particular para los trabajadores y el pueblo. Ya que, como en 1995 y en 2001, los patrones y el gobierno buscarán que la crisis de sus negocios la paguemos los de abajo. Por eso, para el movimiento obrero y popular es fundamental comprender las perspectivas de la crisis económica y el programa para enfrentarla.
Las claves de la crisis
Con las últimas noticias sobre la economía de EEUU, los analistas ya dan por descontada una recesión en aquel país. En México, al ritmo del descenso de Wall Street, el 5 de febrero la Bolsa cayó un 4.53%, desplomándose las empresas estadounidenses que allí cotizan,como el Citigroup y CEMEX, cuyo principal cliente es la industria de la construcción de EEUU. Esto se combina con un gran aumento de precios, motorizado por aumento al combustible y los productos básicos (como la tortilla) que afecta fuertemente al bolsillo de las mayorías.
A pesar de las declaraciones de Calderón de que «la economía está fuerte», varios elementos propician el «contagio» de la recesión norteamericana en México y son el trasfondo del nerviosismo en los analistas y de la caída de la Bolsa Mexicana de Valores.
En primer lugar, el peso de las exportaciones petroleras en los ingresos fiscales puede ser un boomerang, ya que, ante la desaceleración en EE.UU. y la caída de su demanda (es el principal comprador de petróleo mexicano), los precios de esta materia prima podrían desplomarse.
Junto a esto, las cuantiosas inversiones del capital financiero estadounidense (es mayoritario en el total de la inversión directa) tenderán a retroceder ante el temor de la inestabilidad en México y de un ascenso de la lucha de clases.
En tercer lugar, la recesión en EEUU golpeará duramente sobre los millones de trabajadores mexicanos que laboran del otro lado de la frontera; esto ya pone un freno a las remesas que son un ingreso clave para miles de familias en México, y repercutirá en una baja del consumo (remesas que además le permiten al gobierno de Calderón nivelar el déficit de la balanza de pagos).
Pero el elemento más importante es que -al estar la industria mexicana muy vinculada y orientada a las necesidades de la economía yanqui-, un descenso de la producción y el consumo en Estados Unidos repercutirá en la caída de las exportaciones de México y por ende un descenso de la producción, una caída del empleo y del consumo. Se estima que, por cada punto porcentual que cae la economía de EEUU, el PBI nacional puede descender alrededor de 2 a 3 puntos porcentuales.
Estos elementos, conjuntados, abren un panorama crítico para la economía nacional. El discurso de Calderón, anunciando que «buscaremos nuevos mercados» choca con una cuestión fundamental: la economía mexicana depende fuertemente del curso económico de los EEUU mediante redes comerciales, exenciones de impuestos y parte de la planta productiva es propiedad directa (o a través de prestanombres) de las trasnacionales norteamericanas.
Como ocurrió en el pasado, las consecuencias de la crisis en EEUU se sentirán en México. Los trabajadores sabemos que significa esto: despidos, cierres técnicos, y -en el caso de los que mantengan su fuente de trabajo-, chantaje patronal para que aceptemos rebajas y topes salariales «a cambio» de seguir siendo explotados. Depende de la clase obrera enfrentar la ofensiva que se agravará en los próximos meses.
El TLC y la subordinación al imperialismo
Esta situación es consecuencia de la tan mentada «integración» propiciada por el TLC, defendido a capa y espada por el gobierno, panistas y priistas. Lejos de una «integración beneficiosa», el TLC profundizó la recolonización de México y su conversión en una estrella más de la bandera norteamericana.
Si durante décadas México fue una semicolonia (que mantenía su independencia, mientras se subordinaba económica, política y diplomáticamente a Washington), en los ´80 y en especial desde el TLC esto se acrecentó, como planteamos en el artículo referente a la situación del campo.
En la industria, mientras sectores enteros eran arruinados por la inundación de importaciones (como el calzado), ramas como la automotriz, la electrónica, o la textil, eran «reconvertidas» por el capital estadounidense y se orientaban a ese mercado. La industria fue transformada en una plataforma de exportación, con miles de maquiladoras con escasa inversión tecnológica y explotación intensiva de la fuerza de trabajo (como las textiles) junto a plantas modernizadas, como las automotrices. Estas ramas de la industria se orientaron a cubrir las necesidades de las casas matrices del otro lado del Río Bravo y también a abastecer al mercado interno norteamericano.
Durante los años previos, el aumento de las exportaciones y del PBI se basó en la precarización del trabajo, la contención salarial y en «reorientar» la economía -no en función de los intereses de las mayorías-, sino para acrecentar las ganancias de un puñado de monopolios trasnacionales. Ese «modelo exportador» viene, desde el año 2001, en una lenta y persistente crisis (con el cierre de numerosas empresas maquiladoras, por ejemplo), y ahora la recesión en EEUU amenaza con propinarle un duro golpe.
A prepararse contra el ataque
Como decimos arriba, el gobierno intentará enfrentar la recesión con nuevos golpes, combinando el aumento de precios y la inflación con duras medidas como la reforma laboral, topes salariales y la intromisión en los sindicatos. Con esto busca dar una imagen ante los inversores capitalistas, y evitar una retirada masiva de capitales, que afectaría la llamada estabilidad macroeconómica.
Ante eso, los trabajadores tenemos que prepararnos. El descontento contra el gobierno, que recorre a la población trabajadora del campo y la ciudad, los jóvenes y sectores de las capas medias, hace más real y necesaria una gran lucha contra Calderón y sus planes, preparando un gran paro nacional, como planteamos en la página siguiente.
En ese camino, hay que tener una estrategia que enfrente el ataque capitalista. La actual crisis muestra que el capitalismo sólo depara más explotación y miseria, consecuencia del hambre de ganancias de los monopolios. Y vuelve más urgente un programa para enfrentar la crisis que se avecina, y para que sean los capitalistas quienes paguen sus efectos y no los trabajadores.
Un programa para que, ante cada duro ataque respondamos con más fuerza y determinación: que ante los despidos y cierres, lance un grito de guerra por la apertura de los libros de contabilidad de las empresas, y la expropiación sin pago de toda empresa que cierre o despida bajo control de los trabajadores; que frente al aumento de precios y los topes salariales, luche por imponer la escala móvil de salarios y de horas de trabajo, según la inflación y a costa de las ganancias capitalistas. Este debe ser nuestro programa mínimo de emergencia ante la crisis, pues no hay solución a las demandas de los trabajadores y campesinos sin atacar a los capitalistas y terratenientes.
La agudización del ataque muestra que cualquier alternativa para «democratizar pacíficamente» el régimen político y «humanizar» el capitalismo (como la que sostienen el PRD y distintas direcciones políticas y sindicales que integran la CND y el Dialogo Nacional), es utópica y sólo puede ser un callejón sin salida para la lucha obrera y popular. Lo que necesitamos es una perspectiva estratégica que apunte a la transformación radical de la sociedad, esto es una gran lucha revolucionaria de los explotados y oprimidos que, basada en sus métodos como la huelga y en la autoorganización democrática, logre imponer un gobierno de obreros y campesinos, iniciando el camino de expropiar a los expropiadores, rompiendo con la dominación imperialista, y comenzando a edificar una sociedad sin explotadores ni explotados.
Luchar por esa perspectiva requiere conquistar la independencia de clase de los trabajadores respecto a los distintos partidos patronales, y construir un gran partido revolucionario, socialista e internacionalista, de la clase obrera.
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