La Internacional de la Revolución
02 Oct 2013
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Yara Makatya y Bárbara Funes
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, se había revelado en toda su magnitud la bancarrota de la II Internacional: su partido estrella, la socialdemocracia alemana había votado los créditos de guerra, y con esa acción avaló la carnicería imperialista donde los trabajadores fueron sacrificados en el altar del capital. Los revolucionarios internacionalistas se reagruparon primero en la conferencia de Zimmerwald en septiembre de 1915 y luego en la de Kienthal en 1916. Se preparaba así el terreno para la fundación de la III Internacional.
Antecedentes
La Revolución Rusa de 1917 y el surgimiento del primer estado obrero de la historia dieron nuevo impulso a la lucha de clases internacional. El programa del marxismo revolucionario pasó con éxito la prueba de los hechos: se encarnó en millones de hombres y mujeres que a partir de pedir pan (frente a la hambruna), paz (frente a la guerra), tierra (contra los abusos de los terratenientes) pasaron a derrotar al régimen zarista, tomar el poder y reorganizar el estado desde nuevas bases. El eco de estas acciones llegó a otros países: alzamientos en los países bálticos, la revolución alemana de 1918-1919, el bienio rojo en Italia, y muchos más.
El partido ruso se transformó entonces en el centro neurálgico de la fundación de la nueva internacional.
El 1° Congreso de la Tercera Internacional
El 24 de enero de 1919 se convocó al primer congreso de una nueva internacional revolucionaria para el mes de marzo. A pesar de que la Rusia de los soviets estaba bloqueada por los ejércitos imperialistas y las guardias blancas, participaron varias delegaciones, entre ellas la húngara, la alemana, la suiza, la balcánica y la escandinava. La primera tarea que asumieron fue proclamar la idea de la Internacional Comunista. Entre las resoluciones adoptadas se cuentan una sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, la posición sobre las corrientes socialistas y sobre la situación internacional.
Democracia burguesa vs. democracia obrera
Partían de caracterizar que el sistema capitalista había entrado en decadencia, de que las grandes potencias habían iniciado la guerra como la única salida burguesa para repartir el mercado, conduciendo así a las masas obreras a la catástrofe. En este sentido, la principal discusión fue sobre la necesidad de derrocar el capitalismo, que significaba entonces (y hoy también) la conquista del poder político. Esto implica el aniquilamiento del aparato de Estado burgués y la organización de un nuevo estado, de carácter obrero, que garantice la expropiación de la clase explotadora y su opresión sistemática: la dictadura del proletariado. Éste es el único régimen que puede garantizar la verdadera libertad para la mayoría de la población, que podrá disponer de los recursos nacionales, de la infraestructura de los grandes medios de comunicación, de la educación, de la salud, para su propio beneficio. Todo lo contrario que ahora, que los grandes medios llevan adelante campañas reaccionarias para criminalizar al magisterio en lucha, mientras le lavan la cara a los negocios sucios de los políticos patronales. Frente a quienes embellecen la democracia burguesa, por haber concedido el derecho al voto, la III Internacional sostuvo la democracia obrera, con el ejemplo de los soviets rusos, consejos obreros, donde los trabajadores y los sectores populares decidan sobre los grandes problemas del país. Aun hoy podemos ver la justeza de este planteo: son regímenes democráticos-burgueses los que quieren cargar los costos de la crisis capitalista sobre los hombros de los trabajadores, y en México en particular es la democracia burguesa de los partidos del Pacto por México (PRI-PAN-PRD) quien criminaliza a los luchadores sociales, votaron la reforma laboral y quieren imponer ahora las reformas estructural, revelándose así como consejo de administración de la oligarquía financiera e industrial y del imperialismo.
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