Marx regresa
Labores domésticas: trabajo impago
10 Mar 2012
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Ha llegado el 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras. En este día de lucha, una de las cuestiones que reivindicamos los marxistas revolucionarios para las mujeres es la liberación de la carga de las tareas domésticas. Pero…¿qué son las tareas domésticas desde el punto de vista de la economía marxista?
Trabajo necesario y trabajo excedente
Todos los productos del trabajo humano tienen alguna utilidad, se fabrican para satisfacer una necesidad. En las sociedades primitivas, los seres humanos producían lo necesario para cubrir las necesidades básicas de su comunidad: alimento, vestido, vivienda. Se producía para el autoconsumo, era el trabajo necesario. Con el paso del tiempo, las personas crearon técnicas y tecnologías que permitieron crear lo necesario para el sostenimiento de su comunidad más un excedente que podían intercambiar con otras comunidades. Había surgido el trabajo excedente. Un sector de la sociedad logró apropiarse de ese excedente en beneficio propio.
Producir para el intercambio y producir para el autoconsumo
Bajo el sistema de producción capitalista, es cuando el trabajo excedente alcanzó su máximo nivel de desarrollo. Este sistema se caracteriza por la producción generalizada de mercancías, o sea de productos para ser intercambiados en el mercado. Las mercancías encierran un doble valor: el valor de uso y valor de cambio. En palabras de Ernest Mandel una mercancía “ha de poseer un valor de cambio, porque, de lo contrario, nadie la adquiriría. Sólo se compra con la intención final de consumir, de satisfacer una necesidad. Si una mercancía no presenta ningún valor de uso resulta invendible, inútil, no tiene valor de cambio, precisamente porque carece de valor de uso.”1 Pero no todo producto del trabajo humano tiene un valor de cambio: si es para el autoconsumo, no para intercambiar en el mercado, si sólo se destina a satisfacer una necesidad propia, tiene sólo un valor de uso.
Las labores domésticas y el valor de uso
Lavar la ropa, asear la casa, preparar guisados a partir de las materias primas compradas en la tienda de abarrotes o en el supermercado son algunas de las numerosas tareas que recaen sobre los hombros de las mujeres. Cada una de estas acciones requieren fuerza de trabajo humana y están destinadas a satisfacer la necesidad de reproducir día a día la fuerza de trabajo humana, para poder ir a trabajar. Sin embargo, como son tareas que se llevan a cabo en el ámbito del hogar, para el autoconsumo de las familias, los productos del trabajo femenino puertas adentro de la casa sólo tienen valor de uso. No se intercambian por dinero: las mujeres no recibimos remuneración alguna por llevar a cabo estas tareas y en muchas ocasiones, éstas se suman a la jornada laboral por las que se percibe un salario.
Pero ¿qué sucedería si los trabajadores, varones y mujeres, satisfacieran estas necesidades en el ámbito público? ¿Si fueran a comer en fondas y restaurantes en vez de guisar en la casa? ¿Si llevaran la ropa a la lavandería todas las semanas? ¿Si contrataran a una persona para hacer el aseo en la casa? En ese caso, sería necesario que los salarios fueran más altos, ya que los trabajadores deberían pagar por esos productos y servicios. Y estos bienes y servicios indispensables para garantizar la vida cotidiana serían considerados entonces mercancías, por tener un valor de uso y un valor de cambio. Con los ataques que pretenden imponer los capitalistas sobre la clase trabajadora, cada vez se precarizan más sus condiciones de vida y es más imposible para obreros y obreras pagar por estos bienes y servicios necesarios para poder vender su fuerza de trabajo día con día. Más y más se recargan sobre las mujeres estas tareas “invisibles” en el ámbito familiar sobre la que no existe pago alguno.
Liberar a las mujeres de las tareas domésticas
La Revolución Rusa de 1917, entre otras conquistas, hizo posible la creación de comedores y lavanderías comunitarios, de guarderías, que permitieron liberar en gran medida a las mujeres de las labores domésticas. Esto, a su vez, contribuyó a que las mujeres pudieran participar en la lucha por sostener al estado obrero soviético. En este sentido, los marxistas revolucionarios sostenemos que sólo una revolución obrera socialista puede sentar las bases materiales para la emancipación de las mujeres. Como escribió León Trotsky en el Programa de Transición: ¡Paso a la mujer trabajadora!
1. Ernest Mandel: Introducción a la economía marxista.
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