Cátedra Libre Karl Marx
Las tareas de la revolución
15 Nov 2007
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Por: Jimena Mendoza
En el artículo anterior de esta sección abordamos la importancia que tiene la autoorganización de la clase obrera y las masas en una perspectiva efectivamente anticapitalista. En ese sentido hablamos también del doble poder y como surge en situaciones donde esta planteado que los trabajadores en lucha avancen hacia la perspectiva de constituir un poder propio.
Sólo un gobierno obrero y campesino, basado en la organización democrática de los trabajadores, campesinos e indígenas pobres, puede llevar adelante las tareas más apremiantes de los explotados y oprimidos. Las burguesías nativas en nuestro continente, aún sus alas de “izquierda”, pueden hacer reformas cosméticas pero no cuestionarán las bases del capitalismo y preservaran la apropiación privada de la riqueza y la extracción de plusvalía de los trabajadores. El PRD por ejemplo, ahí donde gobernó, administra con celo los intereses capitalistas (como los de Carlos Slim en el DF) y no le tembló la mano para reprimir cuando fue necesario, como en Chiapas con las comunidades zapatistas, o en Atenco, donde el gobierno municipal fue parte del operativo donde se detuvo y torturó a decenas de luchadores. Por ello, un gobierno de los trabajadores y sus aliados tiene tareas fundamentales, en una perspectiva opuesta a la de los “antineoliberales”.
Las mismas implican, en primer lugar, cuestiones democrático-estructurales como la reforma agraria radical, ya que la tierra y los recursos naturales siguen siendo explotados por los caciques, latifundistas y ahora los agrobussiness. En muchos países de América Latina, es fundamental luchar por la autonomía y la autodeterminación de los pueblos originarios, expoliados por el capitalismo y oprimidos en sus costumbres y cultura. Igualmente la independencia nacional sólo será efectiva con la ruptura total de los acuerdos con el imperialismo como el TLC en México y el cese al pago de la deuda externa, mediante la cual se expolian los recursos de la región. Contra las privatizaciones de las décadas previas, es necesaria la nacionalización de todas las empresas privatizadas (como TELMEX o la industria minera en México) bajo el control obrero de los recursos estratégicos como el petróleo, las minas, la siderúrgica, etc. De la mano de estas medidas es que la clase trabajadora debe luchar por la expropiación de todos los medios de producción bajo su control, así como de la banca y el comercio exterior.
La autoorganización y la lucha por el poder
Pero estas tareas de primer orden, que apuntan a minar radicalmente las bases del capitalismo, no se llevarán hasta el final sin construir un nuevo tipo de poder de los explotados y oprimidos. El antineoliberalismo de Chávez o Morales, sólo puede realizar reformas parciales que no atacan la dominación capitalista e imperialista. Y el autonomismo, con su negativa a luchar por el poder para los trabajadores, es impotente para plantear un camino estratégico que resuelva estas tareas.
Cuando hablamos de un poder de nuevo tipo, debe estar basado en los organismos de democracia directa que surgen al calor de la acción de las masas. Estos organismos no sólo son efectivos para la lucha, sino que son los pilares de un nuevo poder de los obreros y sus aliados de la ciudad y el campo. Pero, para eso, es fundamental que se den un programa que concentre las tareas antes planteadas.
En los últimos procesos de la lucha de clases en América Latina, vimos la emergencia de revueltas, rebeliones y hasta seminsurrecciones contra el poder constituido. En estos procesos se expresaron, de manera incipiente, los organismos de los explotados (como en Bolivia o Oaxaca). Muchas de estas luchas tuvieron un programa que enfrentó parcialmente al capital, como en Bolivia, con la lucha por la nacionalización de los hidrocarburos. Sin embargo hizo falta que la clase obrera actúe decididamente como dirigente del conjunto de las masas explotadas y oprimidas, que pueda así extenderse la construcción de organismos de autoorganización de las masas y que se dé una perspectiva de poder, hacia la destrucción del viejo estado capitalista y la construcción de una sociedad sin explotadores ni explotados..
No poner hincapié en estas cuestiones estratégicas (como hacen los defensores del antineoliberalismo y del autonomismo) es negarse a una perspectiva revolucionaria. La misma no surgirá solamente de la espontaneidad de las masas, ya que requiere de la construcción de un partido revolucionario de la clase obrera, cuyas características y sentido histórico abordaremos en el próximo artículo de esta sección.
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