Un balance desde el marxismo
La Comuna de Oaxaca: un primer ensayo revolucionario
30 Dec 2006 | Durante cinco meses la lucha del magisterio y el pueblo de Oaxaca se convirtió en el punto más alto de la lucha de clases en el país y a nivel internacional (considerándolo desde el punto de vista de la lucha de la clase obrera y los explotados). Con sus barricadas, con el control sobre gran parte de la ciudad, y sus acciones con rasgos insurreccionales, la Comuna de Oaxaca se constituyó en un verdadero hito revolucionario.
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Por: Martín Juárez
Esta avanzadísima experiencia de la acción y la subjetividad de los explotados y oprimidos en uno de los estados más postergados de México, retomó en los hechos las mejores experiencias del movimiento obrero y de masas del continente en los últimos años.
La Comuna de Oaxaca es continuidad de un proceso que se inicia en América Latina con “la guerra del agua” en Cochabamba y la lucha heroica del pueblo boliviano, de las jornadas revolucionarias de 2001 en Argentina y las fábricas ocupadas como Zanon y Brukman, entre otros momentos claves de la lucha de clases en el continente. Y enfrenta a uno de los gobiernos “neoliberales” más pro yanquis de la región, que en los años previos estuvo a la delantera de la aplicación de los planes del FMI y el Banco Mundial.
Y, al mismo tiempo, la lucha de Oaxaca, con sus características revolucionarias (como el control territorial, la autodefensa de masas, la radicalización en los métodos y en la conciencia) es un salto en la acción de los oprimidos y explotados que puede estar preanunciando una nueva fase de la lucha de clases en el continente.
La Comuna de Oaxaca plantea nuevas lecciones que hay que profundizar para, en próximas luchas, evitar las trampas de la burguesía y las traiciones y capitulaciones de las direcciones reformistas. Al servicio de esta necesidad imperiosa es que ponemos las siguientes líneas, para que surjan una, dos, muchas comunas de Oaxaca, que sean batallas triunfantes en el camino de la emancipación de los explotados y oprimidos del continente.
DE LA LUCHA REIVINDICATIVA A LA COMUNA OAXAQUEÑA UNA PERIODIZACIÓN DE LA HEROICA LUCHA DE OAXACA
En el inicio del proceso revolucionario en Oaxaca convergieron distintos elementos.
En primer lugar, el creciente descontento nacional con el gobierno foxista que, con la utilización de una mayor coerción, fue el verdadero mar de fondo. Recordemos que pocas semanas antes de que iniciara la lucha de Oaxaca, las masas del país presenciaron la rebelión obrera de Sicartsa (que defendió su huelga contra la acción de la PFP con el saldo de dos obreros asesinados), y la salvaje represión en San Salvador Atenco, donde la policía perpetró decenas de violaciones contra mujeres, activistas sociales y pobladoras de la entidad (así se denominan a los estados). Este descontento existente en las masas a nivel nacional dio un salto cualitativo con el fraude del 2 de julio y alimentó la lucha de las masas oaxaqueñas. En ese sentido, ésta no se encontraba aislada, sino que era parte de un proceso generalizado de insatisfacción y descontento con las condiciones de vida y con el verdadero resultado (antidemocracia y represión) del “cambio democrático” del año 2000. Al mismo tiempo, hay que decir que en Oaxaca la antidemocracia del régimen tuvo también su correlato en una larga tradición de gobiernos priístas de corte represor, cuyo más reciente exponente es el gobernador Ulises Ruiz Ortiz (URO), que desde el inicio de su mandato, en octubre de 2004, actuó con mano dura contra las luchas y activistas, con un gran número de presos políticos, asesinatos (como el maestro Francisco López Robles), y el hostigamiento permanente hacia las organizaciones populares (como en el caso de los ataques porriles contra los comuneros de Santos Reyes Nopala y a las comunidades mixtecas), y los trabajadores (como el despido de trabajadoras del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado -ISSSTE-).
Junto a esto, y en ese marco, se inicia la primera fase, que empezó con la lucha de la sección XXII (Oaxaca) de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), un sector clave del movimiento obrero y popular oaxaqueño, tanto por su combativa tradición de lucha, como por su rol económico y social, ya que los maestros, además de ocupar un lugar fundamental en la vida urbana y rural gracias a su peso numérico, pesan mucho en el consumo y el funcionamiento de la economía. A continuación desarrollaremos este proceso.
El 22 de mayo, los 70.000 trabajadores de la CNTE iniciaron la huelga, exigiendo un pliego que incluía la demanda de rezonificación y reasignación salarial. Esta reivindicación económica era vital para el magisterio, ya que el peso del turismo en la entidad encarece el costo de vida. Esta lucha reivindicativa (ya que perseguía reivindicaciones sectoriales) se convirtió en una huelga indefinida ante la cerrazón de las autoridades priístas del estado, que se negaron a resolver favorablemente el pliego de la Sección XXII, y en los días siguientes se instaló el plantón en el Zócalo (plaza principal) y en las calles principales de la ciudad capital. El magisterio realizó importantes movilizaciones y acciones de lucha en los primeros días de huelga, como bloqueos a carreteras, movilizaciones a las sedes de los partidos políticos, mítines de masas en contra de las órdenes de aprehensión y, el 1° de junio, el bloqueo de los cinco accesos al aeropuerto de la ciudad de Oaxaca. El 2 de junio se realizó la primera de siete megamarchas, con la asistencia de 80.00 personas, que fue un indicador de que la lucha magisterial generaba gran simpatía y apoyo entre la población. Como relataba La Jornada “Al frente se colocaron estudiantes de escuelas primarias y secundarias, así como dirigentes de asociaciones de padres de familia. ‘Señor gobernador, oiga a mi profesor’, ‘Maestro, luchando, también está enseñando’, coreaban los escolares. ‘Magisterio y pueblo unido, jamás serán vencidos’, ‘Lo quiera o no lo quiera, Ulises va pa’ afuera’, se escuchó durante el recorrido” (3/6/06). Esta movilización, en la que participaron sindicatos agrupados en el Frente de Sindicatos y Organizaciones Democráticas de Oaxaca (FSODO), enarboló demandas contra el gobierno represor y por la libertad de los presos políticos. La respuesta gubernamental fue la amenaza de que llegarían 1.500 efectivos de la Policía Federal Preventiva (PFP) a la entidad, y el ultimátum para que el magisterio regrese a clases a más tardar el 5 de junio. La respuesta a esto fue una jornada de protesta realizada el día 6, que incluyó la toma de instalaciones de Petróleos Mexicanos (PEMEX), de la caseta de la autopista México-Oaxaca y el cierre de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO) por parte de los estudiantes y docentes solidarios con la CNTE y el día 7, una nueva megamarcha con más de 120.000 manifestantes.
Pocos días después se dio el primer gran hito en el movimiento. El 14 de junio, el gobierno intentó desalojar el plantón mediante la acción de cientos de policías estatales, utilizando gas lacrimógeno, helicópteros y, según todas las evidencias y testimonios, balas de plomo, y pretendiendo cortar de cuajo el movimiento y evitar la creciente tendencia a su masificación.
Pero el efecto fue justamente el contrario. Una respuesta generalizada de masas, encabezada por el magisterio que, iniciando como una acción de tipo defensiva, enfrentó con métodos radicalizados al poder del Estado y derrotó parcialmente a las fuerzas represivas, que debieron abandonar el Zócalo y retirarse a sus cuarteles. Esto constituyó una verdadera semi-insurrección que logró conquistar para el movimiento el centro neurálgico de la ciudad [1].
A partir de esto, el movimiento de la sección XXII del SNTE-CNTE se generalizó, aglutinando firmemente a sectores de los trabajadores y organizaciones populares que rodearon de solidaridad y unificaron sus reclamos contra el gobierno, haciendo propia la consigna: “Fuera Ulises Ruiz!”.
El 14 de junio comenzó una segunda fase en el desarrollo de la lucha: un movimiento en gran medida reivindicativo y sectorial escaló hasta transformarse en un movimiento de lucha política, sustentado en la huelga general indefinida de los asalariados de la educación. Esto se expresó en la magna movilización del 16 de junio en la cual participaron cerca de 300.000 trabajadores, campesinos, indígenas y amplios sectores populares.
De esta forma, el fracaso de la represión marcó un salto en la lucha: por un lado, un gobierno muy deslegitimado, a la defensiva y con escasa base social, y cuya policía había sido derrotada, frente a un verdadero movimiento político de masas de oposición al gobierno, el cual se encontró moralmente fortalecido por la batalla del 14 de junio, y que a partir de eso estableció su control sobre la capital del estado.
Podemos decir que, con la acción del 14 de junio, se abrió una situación revolucionaria en la entidad y un verdadero proceso revolucionario contra el poder político encabezado por URO, el epicentro del cual estuvo en la capital (pero que impactó crecientemente en el interior del estado). Al calor de este proceso, el movimiento de masas oaxaqueño desarrolló y multiplicó su iniciativa de lucha y de organización.
Un primer ejemplo de esta iniciativa se vio el día 15, con el surgimiento de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), integrada por el magisterio y organizaciones como la Promotora contra el Neoliberalismo de Oaxaca, el FSODO y representantes de otros municipios y pueblos del estado, y en la cual actuaron distintas corrientes políticas. La APPO actuó incipientemente como un doble poder alternativo, con importante dominio territorial y cuestionando en los hechos los poderes constituidos del estado burgués provincial. Centralizó la lucha y organizó los bloqueos de carreteras, comercios y hoteles, y la toma de edificios oficiales y de la Casa de Gobierno, debido a lo cual Ulises Ruiz debió atender los asuntos de gobierno en el Hotel Hacienda. Además, la APPO puso en pie el “Honorable Cuerpo de Topiles” y la “Policía Magisterial de Oaxaca” (POMO), que funcionaron como comités de autodefensa, y fue a través de la APPO que se expresó la solidaridad popular organizada para garantizar los bienes básicos (en particular para el magisterio que no cobraba sueldos). El centro de la ciudad y las radiodifusoras tomadas fueron resguardados por barricadas con guardias rotativas para impedir la entrada de las fuerzas represivas; igual rol cumplieron los bloqueos en las principales carreteras que llevan a la ciudad. El plantón en la plaza central (apoyado en “Radio Plantón” para mantener la comunicación con el movimiento), se constituyó como el centro de un poder comunal, el cual se extendió desde mediados de junio hasta el domingo 27 de octubre, cuando la PFP recobró el control del centro de la ciudad. El surgimiento de la Comuna de Oaxaca fue entonces consecuencia directa de la semi-insurrección social ocurrida el 14 de junio y de la derrota de las fuerzas represivas, y su existencia misma fue la característica principal de este proceso revolucionario.
En las semanas siguientes se dieron nuevas movilizaciones de masas (como la cuarta megamarcha del 28 de junio), y surgió la Coordinadora de Mujeres de Oaxaca (COMO), que tendrá un rol destacado en la ocupación de la radiodifusora estatal, que después de una movilización de miles de mujeres fue puesta a funcionar al servicio de la Comuna. Y el 18 de agosto se realizó un importante paro cívico estatal, que mostró la posibilidad de sumar y aglutinar a nuevos sectores de trabajadores, por ejemplo de la Salud y de la Universidad. Al mismo tiempo, la experiencia de la APPO se comenzó a extender a otros municipios del estado, con la toma de alcaldías y la incorporación a la APPO de representantes de comunidades indígenas y otros sectores populares más allá de la ciudad de Oaxaca.
Mientras tanto, después de la instalación de la Comuna, se redoblaron los intentos por derrotar al movimiento. El 22 de junio se realizó una manifestación en “defensa de la legalidad” conformada por trabajadores del estado acarreados a los que amenazaron con descontar su salario, en la que también participaron sectores de las clases altas.
La mayoría de la patronal de los comercios y servicios (que argumentaba pérdidas millonarias por el conflicto) se convirtió en la base de la reacción para lograr la caída de la APPO y la entrada de las fuerzas represivas. Se multiplicaron los enfrentamientos con bandas paramilitares armadas y financiadas por el PRI y el gobierno estatal, con la complicidad del gobierno federal. El 10 de agosto fue atacada una manifestación y asesinado José Jiménez Colmenares; previo a esto, hubo una emboscada en una comunidad y murieron seis campesinos, y en los días siguientes fueron atacadas las radiodifusoras en poder de la APPO, como el ataque del 21 de agosto a Canal 9, provocando también muertos y heridos. Mientras tanto, las barricadas eran atacadas una y otra vez por las “caravanas de la muerte”, en un intento por amedrentar al movimiento e imponer una negociación desfavorable que no resolviese la demanda fundamental de “Fuera URO”. Pese a eso, se convocó a un segundo paro cívico estatal para el 31 de agosto y el 1° de septiembre se realizó una multitudinaria quinta mega-marcha, que reunió cerca de 300.000 personas. Mientras tanto, al calor de la gran experiencia política realizada y de los ataques físicos de las bandas paramilitares, el movimiento y su vanguardia nucleada en las barricadas se radicalizó crecientemente, expresándose tanto en la defensa de su Comuna como en la creciente lucha política al interior del movimiento, que se hizo más clara durante septiembre y octubre.
El 21 de septiembre partió la “Caravana por la dignidad”, que después de recorrer cientos de kilómetros llegó al Distrito Federal, el 9 de octubre, e instaló un plantón permanente afuera del Senado, iniciando la huelga de hambre de 21 integrantes del movimiento. Desde entonces, la combativa vanguardia que permaneció en el Distrito Federal realizó numerosas movilizaciones, mítines y acciones de solidaridad con la lucha de la APPO, y aunque atrajo la solidaridad de organizaciones de izquierda, trabajadores y sectores populares, resintió la falta de apoyo efectivo por parte de los sindicatos opositores, como el SME, la UNT y la misma CNTE a la que pertenece el magisterio de Oaxaca.
Mientras tanto, los sectores con mayor influencia en la dirección de la APPO, bajo una política de conciliación y confianza en el régimen, no impulsarán ninguna política consecuente para integrar a la APPO a los trabajadores de los hoteles y de otros sectores claves de la ciudad y del estado.
A partir de inicios de octubre comenzó una tercera fase de la lucha, que fue decisiva y estuvo cruzada por una verdadera ofensiva para desactivar la Comuna, que podía radicalizarse y extenderse a otras zonas del país (expresada por ejemplo en las movilizaciones de apoyo en otros estados como Chiapas o la ciudad de México, y que evidenció en la solidaridad recibida por la caravana en su recorrido). Esto se dio cuando ya el movimiento democrático antifraude había sido sacado de las calles por la política del dirigente perredista López Obrador, lo cual evitó en primer lugar su confluencia con las masas oaxaqueñas.
A principios de ese mes, el gobierno intentó montar una mesa de negociación con distintos sectores de la “comunidad” oaxaqueña (como la Iglesia y los empresarios), diluyendo en la misma a la APPO. Ante la negativa de ésta, la Secretaria de Gobernación (Segob, del gobierno federal) convocó una mesa bilateral. Desde entonces, la actitud gubernamental fue arrancar “medidas de distensión” para ir desactivando el movimiento, sin ceder a sus demandas, y en particular a la renuncia de URO.
Esta política se combinó con un recrudecimiento de los ataques contra la vanguardia durante el mes de octubre. El 28 de septiembre la APPO decretó el alerta ante los ataques armados en distintos puntos de la ciudad, y dos días después aviones y helicópteros realizaron sobrevuelos de “reconocimiento”, mientras tropas desembarcaban en los puertos de Salina Cruz y Huatulco. Mientas tanto, la policía continuaba acuartelada y la dirección de la APPO no planteó en ningún momento una política para lograr la expulsión definitiva de las fuerzas represivas. Por otra parte, en esos días se reportaron ataques en los campamentos instalados en la zona de Brenamiel, donde se ubican las antenas radiofónicas. Y durante las semanas siguientes se sucedieron los ataques paramilitares contra las barricadas, que se combinó con el ultimátum lanzado por de Gobernación para que los maestros regresen a las aulas.
Ante la presión del gobierno, la dirección magisterial propuso la vuelta a clases, lo que fue rechazado en varias ocasiones. Los sectores reformistas y conciliadores propusieron treguas y “medidas de distensión” sin obtener siquiera la demanda elemental de que renuncie el gobernador, como es el caso de SERAPAZ (organismo de derechos humanos) que propuso una tregua de 100 días, con una licencia de URO durante ese periodo, la entrega de la ciudad a un comité cívico y que las fuerzas federales se hicieran cargo de los mandos estatales de la policía, lo que desactivaría la movilización y crearía un reflujo del movimiento. Esto chocó con el ánimo existente en sectores de la vanguardia que garantizaron el funcionamiento de las barricadas, mantuvieron la actividad de los medios de comunicación en manos de la APPO y se opusieron a una salida desfavorable que no contemplase la demanda básica de la renuncia de URO.
Finalmente, la dirección magisterial instrumentó una dudosa consulta que iba en contra de los resolutivos de la APPO (los cuales sostenían que toda negociación debía ser antecedida por la renuncia de URO) y que debió realizarse dos veces, logrando que finalmente arrojara el resultado de una supuesta posición mayoritaria de regresar a clases. Esta consulta fue precedida por el repudio abierto contra Enrique Rueda Pacheco (dirigente magisterial), y en realidad su resultado mismo fue manipulado para ocultar que sectores de las bases condicionaron el regreso a las aulas a la renuncia de URO. De esta forma, la decisión de la dirección magisterial fue totalmente corporativa y traidora, y muestra el rol de Rueda Pacheco, que en los inicios del movimiento se vio obligado por la propia presión de las bases a mantener el paro magisterial, pero que ante la presión del régimen optó por impulsar una política claramente en contra de la voluntad de las bases y de los intereses del magisterio y de la APPO.
El 27 de octubre, envalentonados por la traición de Rueda, las bandas paramilitares atacaron, provocando cuatro muertos (entre los cuales estaba el periodista independiente Brad Will) y enfrentamientos en toda la ciudad, que fue asolada por la acción de los grupos de choque favorables a URO, mostrándose así los primeros resultados de la política de la dirección pactista de Rueda. Con la excusa de “restablecer el orden”, la PFP preparó su entrada, ante lo cual la dirección de la APPO se negó a preparar la defensa de la ciudad y llamó a la “resistencia pacífica”.
Parecía que la maniobra de la dirección de Rueda, traicionando al movimiento, se imponía sin más, marcando la finalización del mismo. Sin embargo, esto no fue así y se abrió una nueva oportunidad de recuperar el terreno perdido por la política de la dirección. El domingo 29 de octubre la PFP ingresó a la ciudad y, a pesar de los intentos de la dirección, hubo una importante resistencia que duró horas, especialmente en las barricadas (como la de Vigueras, destacada por su combatividad) y varios manifestantes fueron asesinados. Sin embargo, la PFP logró controlar el Zócalo, cuestión que tiene un peso importante (incluso simbólicamente por constituir hasta ese momento el centro de la Comuna), lo que permitió iniciar la desarticulación de la Comuna y marcó un punto de inflexión en la lucha, donde se hacía urgente una política correcta para revertir el triunfo parcial del gobierno. Al mismo tiempo, el ingreso de la PFP y su acción represiva generó gran descontento al evidenciar que la “negociación” impulsada por la Segob era un engaño para abrir el paso a la represión, y esto va a enlentecer y dificultar el regreso a clases en la capital del estado, donde se extiende el repudio a la represión.
El 2 de noviembre (fecha que es festiva en todo México), el gobierno intenta “limpiar” el último vestigio de resistencia, localizado en Radio Universidad y la UABJO, para garantizar la “normalización” de la ciudad. Pero esto despierta la reacción de amplios sectores de la población, constituyendo un segundo gran hito en el movimiento.
Miles de estudiantes, trabajadores de la educación y de otros sectores, y colonos de la zona, salieron a las calles, convocados por Radio Universidad, para defender la Ciudad Universitaria. Lo que se conoció como La Batalla de Cinco Señores (lugar donde estaba ubicada la principal y más combativa barricada), fue la punta de lanza de una acción de corte semi-insurreccional. Esta acción fue parcialmente espontánea, ya que, aunque la dirección de la APPO no la convocó, Radio Universidad actuó como centralizadora y organizadora de la resistencia en Ciudad Universitaria, mostrando el punto más alto del rol de los medios de comunicación durante la lucha que, en poder del pueblo insurrecto, se convirtieron en una poderosa herramienta para organizar la lucha y una vía de comunicación entre los distintos sectores y zonas geográficas de la Comuna. Esta acción tuvo características similares a la del 14 de junio, ya que, empezando como una acción claramente defensiva, derrotó parcialmente a las fuerzas represivas (en este caso la PFP), las que debieron replegarse al centro de la ciudad, y en la misma participaron sectores de trabajadores del magisterio, la UABJO y otros. Pero al mismo tiempo se dio en un momento donde el movimiento estaba ya a la defensiva, habiendo perdido el control territorial y con cierto desgaste como resultado de las traiciones y la política pactista de la dirección.
La Batalla de Cinco Señores (la segunda acción de enfrentamiento generalizado en tres meses y medio) aunque concentró fuertes elementos de “guerra civil” incluso más desarrollados que en junio, por responsabilidad de la dirección de la APPO, no derrotó totalmente a las fuerzas represivas (obligando por ejemplo a la retirada de la PFP) y no se planteó el objetivo de retomar el control del centro de Oaxaca.
Se inició una cuarta fase o etapa en la lucha de Oaxaca, en la cual era posible que la APPO retomara la ofensiva y avanzara hacia el triunfo de sus demandas. Esta posibilidad se planteaba tanto en la lucha heroica del 2 de noviembre como en la sexta megamarcha del domingo 5 de noviembre, que confinó a las fuerzas represivas al cuadro central de la ciudad.
La Batalla de Cinco Señores, la defensa de Ciudad Universitaria y el triunfo parcial sobre la PFP dificultaron la imposición de la traición de la dirección magisterial, condicionando el regreso a clases al fin de la represión. Sin embargo, en las semanas siguientes tratarán de desgastar al movimiento, alentando la confianza en una salida de la mano de los debates entre parlamentarios y las instituciones del régimen. En este momento el PRD entra a velas desplegadas en el movimiento donde, mientras se solidariza con la lucha de Oaxaca, busca evitar la radicalización y fortalecer la posición de los sectores afines a Flavio Sosa (que es consejero nacional de ese partido). Mientras tanto, la PFP continuaba ocupando la ciudad y se iban restableciendo distintos aspectos de la “vida institucional”, que terminaban de minar las bases del control territorial de la APPO. El regreso a clases se iba dando paulatinamente (primero en el interior del estado), y se intentó el regreso a clases en la UABJO, alentado por la rectoría. Se iba imponiendo así la política de los sectores reformistas y pactistas de la APPO, y es importante señalar que mientras estos sectores llamaban a confiar en el régimen, éste preparaba el terreno para la represión, llegando incluso a encarcelar a los propios dirigentes conciliadores.
En ese contexto, el 12 y 13 de noviembre se realizó el Congreso Constitutivo de la APPO, que estuvo cruzado por dos grandes tendencias. Por un lado, la amplia base magisterial y de las comunidades que enviaron delegados (cerca de tres mil en total), con un gran ánimo de seguir firmes con las demandas de “Fuera URO”, la desaparición de poderes y la exigencia de que la dirección votara planes de acción contundentes. Por otro, los dirigentes y organizaciones que apostaban a que la APPO se transformase en un movimiento político en los marcos del régimen y que querían desactivar la lucha. El Congreso de la APPO confirmó la existencia de una amplia vanguardia combativa que fue la que sostuvo la lucha contra la PFP (a pesar de que la dirección no preparó la resistencia el domingo 27 de octubre). Esta vanguardia, que montó las barricadas el 2 de noviembre, ahora se expresó políticamente discutiendo contra las propuestas de entregar la lucha.
A pesar de todo el tesón de la vanguardia y de las fuertes discusiones del Congreso, el 20 de noviembre inició el último capítulo, hasta ahora, de esta lucha, el más crudo y doloroso para las heroicas masas oaxaqueñas. Ese día, tropas federales atacaron a una manifestación de mujeres. Y el día siguiente, durante varias horas se dieron enfrentamientos entre integrantes de la APPO y la PFP, que se iniciaron con provocaciones montadas por los agentes federales, con un saldo de 58 heridos. En los días siguientes recrudecieron los cateos contra las casas de los activistas, y se profundizó la ofensiva para crear un clima de terror y amedrentamiento. Una vez frenada la posible contraofensiva después del 2 de noviembre, adormecido el movimiento por la acción de la dirección (que en lugar de convocar al paro nacional, convocaba al Papa y a la ONU para intermediar) el régimen preparaba el asalto final contra los últimos vestigios de la Comuna.
Esto ocurrió el 25 de noviembre, al finalizar la séptima megamarcha, en la que se manifestaron decenas de miles de personas, que cercaron a la PFP. La brutal represión policial se desplegó por decenas de puntos del centro oaxaqueño, con un saldo de centenares de heridos y un número todavía indeterminado de muertos. En lo que fue una verdadera batalla, se generalizaron los enfrentamientos entre las fuerzas represivas y los manifestantes, y numerosos edificios fueron incendiados. Como relató La Jornada: “Las fuerzas federales lanzaron a los manifestantes gases lacrimógenos, además de piedras y canicas con resorteras; éstos respondieron con cohetones disparados con bazucas artesanales y petardos conocidos como coyotas, entre cánticos de: ‘¡Ya cayó, ya cayó, Ulises ya cayó!’, y ‘¡Hoy voy a hacer, hoy voy a hacer, una fogata con los de la PFP!’. En Macedonio Alcalá y Murguía, los bazuqueros formaron una línea y, protegidos con escudos, algunos de ellos de la propia PFP, que han incautado durante las diferentes escaramuzas, hicieron decenas de disparos contra sus adversarios” (26/11/2006).
Sin embargo, la falta de una dirección que centralizara la resistencia (como en cierta forma actuó Radio Universidad el 2 de noviembre) y el desgaste sufrido en las semanas previas impidieron que la PFP fuera derrotada nuevamente, cuando pocas horas antes decenas de miles tomaron las calles. Y se desató una cruda represión y persecución, con más de 160 detenidos (los cuales fueron trasladados a cárceles fuera del estado, entre ellos el dirigente de Nueva Izquierda, Cesar Mateos) y numerosos desaparecidos, el incendio del campamento afuera del ex Convento de Santo Domingo y los allanamientos a casas y oficinas de integrantes del movimiento. El 29 de noviembre la barricada de Cinco Señores fue levantada por las autoridades, y Radio Universidad fue entregada a la rectoría de la UABJO, consumando un triunfo de las fuerzas represivas y de los gobiernos federal y estatal, escasas horas antes de que asumiese Calderón la presidencia de la República.
La liquidación de la Comuna, la “normalización” de la vida institucional, y la gran represión desatada contra el activismo y la vanguardia (que incluyó el encarcelamiento a Flavio Sosa y otros líderes del ala “moderada” de la APPO) cerraron por el momento la situación revolucionaria en la entidad y provocaron una derrota de las masas en Oaxaca, cuya magnitud y alcances están por verse. Esto puso a la orden del día la necesidad de un gran movimiento nacional democrático en defensa de la APPO y sus militantes, y en el marco del cual los marxistas revolucionarios tenemos planteado propagandizar y defender los métodos de lucha que conquistó la Comuna.
Este duro golpe no significa necesariamente -como planteamos en este dossier- que el movimiento obrero y popular de Oaxaca no pueda recuperarse en torno a la lucha por la liberación de los presos y que podamos asistir a nuevas acciones contra el todavía gobernador Ulises Ruiz y la PFP, como señala la primera movilización del 2 de diciembre realizada por miles de integrantes del movimiento magisterial y de la APPO.
LA POLÍTICA DEL GOBIERNO Y DEL RÉGIMEN
Fox se enfrentó a una disyuntiva que se intensificó desde septiembre. Por una parte, retrasó la aplicación de una salida represiva para no afectar la llegada de Calderón a la presidencia, temiendo la posibilidad de una insurrección generalizada con consecuencias insospechadas a nivel estatal y repercusiones nacionales. Al mismo tiempo, el gobierno no podía ceder a la demanda de “¡Fuera URO!” debido a que su caída podría convertirse en un ejemplo para las masas de todo el país y ser visto por las masas de Oaxaca como un triunfo. Sostener a URO permitió preservar los pactos y acuerdos entre el PAN y el PRI, necesarios para que el futuro gobierno de Calderón gozara de cierta estabilidad política y base institucional.
Esta política generó brechas en el régimen, ya que durante octubre y noviembre el PRD se fue reposicionando, sosteniendo primero la necesidad de que el Senado resuelva la “desaparición de poderes” (que abriría el camino para la salida institucional de URO) y luego condenando la represión y el ingreso de la PFP. Mientras tanto, el partido del sol azteca buscaba fortalecer a los sectores más pactistas del movimiento, como el liderado por Flavio Sosa. Esto se combinó con la acción de las direcciones sindicales opositoras (del Sindicato Mexicano de Electricistas, la Unión Nacional de Trabajadores y la misma CNTE nacional) las que no llamaron al paro en solidaridad ni a la huelga general y cuando mucho se limitaron a meros discursos.
El gobierno apostó a presionar al movimiento en la mesa de negociación, para imponer una salida desfavorable para sus demandas, jugándose a que la dirección traicionase el movimiento. Esto fue lo que buscó con el acuerdo con la dirección de la sección XXII. Una vez que se impuso un primer acuerdo para el regreso a clases, preparó el ingreso de la PFP (previa acción de los grupos paramilitares el 27 de octubre), para golpear a la vanguardia resistente y desmoralizar a las masas. De esta forma, Fox aprovecho la traición de la dirección magisterial (y su política pacifista de “no caer en provocaciones”) para ocupar parcialmente la ciudad.
Sin embargo, sus planes debieron retrasarse por la resistencia del 2 de noviembre. Y nuevamente puso a funcionar la maquinaria de engaño de la negociación con la Segob, desgastando el movimiento y generando mejores bases para la acción militar del 25 de noviembre. La política de Fox (avalada y en acuerdo con Calderón) fue claramente reprimir al movimiento, como muestra hoy el encarcelamiento generalizado de activistas y dirigentes del mismo (incluyendo a aquellos que estaban preparando una nueva ronda de negociaciones, como Flavio Sosa).
LAS FUERZAS SOCIALES Y EL ROL DE LA CLASE OBRERA
El estado de Oaxaca se caracteriza por la gran postergación social y el empobrecimiento de las masas oprimidas y explotadas de la entidad. Ubicado en el suroeste del país, es parte del proyecto del Plan Puebla Panamá, mediante el cual las transnacionales imperialistas y sus socios nativos pretenden profundizar la recolonización del sur de México y Centroamérica. Como los estados que forman parte de este proyecto, posee importantes riquezas naturales y atractivos turísticos, los cuales están siendo explotados por los grandes emporios de este sector. El turismo es la actividad principal en la entidad, seguido por los sectores de la construcción y el resto de los servicios, mientras que hay un minoritario sector industrial y manufacturero. Siendo un estado con gran peso campesino e indígena (10.000 pequeñas localidades, agrupadas en torno a 570 municipios, habitados por 16 grupos etnolingüísticos, según datos de la revista Memoria N° 212 de octubre 2006), ha sido uno de los principales expulsores de mano de obra hacia las grandes concentraciones industriales y hacia EE.UU.. A pesar de esto, la preponderancia de lo urbano se evidenció en el rol jugado por la ciudad capital, donde el desarrollo de la lucha de clases urbana influyó y tuvo un peso político, no sólo en el conjunto del estado, sino en gran medida a nivel nacional.
De igual forma, en la Comuna de Oaxaca se demostró el rol de la clase obrera. En esta entidad es preponderante, dentro del movimiento obrero, el rol del magisterio. Una fuerza social de más de 70.000 asalariados con tradición combativa de más de 20 años de lucha reivindicativa, y que atravesó importantes experiencias antiburocráticas (como el surgimiento de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación -CNTE- a fines de los ‘80), y además juegan un rol de “hilos conductores” entre la ciudad y el campo, donde muchos pasan la mayor parte de su vida como maestros rurales en las comunidades. Podemos decir que, fruto de la experiencia de años de lucha, existe en el magisterio un importante destacamento de trabajadores avanzados, fogueados en la lucha constante y en la oposición a la dirección charra (burocrática) del priísta Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y a la acción represiva del PRI mediante sus porros y bandas paramilitares.
Este sector de la clase obrera fue la verdadera médula espinal del movimiento: su acción fue el puntapié inicial de los más de seis meses de lucha, y la huelga magisterial fue la base firme sobre la que se asentó la Comuna y su poder territorial. De igual forma, el rol de los maestros en las movilizaciones, las acciones y las barricadas fue esencial. Al ser el único sector de la clase trabajadora que intervino cohesionada y permanentemente, fue la vanguardia y dirección del movimiento. Si la traición fue contenida por varias semanas, se debió -junto al rechazo de gran parte de la base de la APPO- a la persistencia de la huelga magisterial, donde importantes sectores de la base del sindicato se negaban a regresar a clases y rechazaban (en las asambleas de la sección XXII), la política de Rueda Pacheco y sus seguidores. De igual forma, cuando la política de esta dirección se impuso y logró el regreso a clases (que fue paulatino y tortuoso), el movimiento perdió gran parte de su poder social. Se mostró así que la huelga, como arma de lucha de los trabajadores asalariados, es fundamental para poner contra las cuerdas al enemigo de clase y organizar al conjunto de las masas oprimidas en una verdadera alianza obrera, campesina y popular.
Esta alianza comenzó a configurarse ya que confluyeron distintas fuerzas sociales que en su conjunto representan al Oaxaca profundo, explotado y oprimido por décadas, como los campesinos, estudiantes, indígenas, trabajadores, colonos y pequeños comerciantes empobrecidos, es decir, las capas pobres y los sectores que conforman los estratos inferiores de la pequeño burguesía. Esto le dio un contenido “popular”.
Junto a los trabajadores del magisterio participaron también otros sectores de la clase obrera de la entidad, como es el caso de los trabajadores de la Salud y los trabajadores universitarios (STUABJO), que le impusieron a su dirección la elección de delegados a la APPO. Es importante decir que en los distintos sectores de trabajadores se desarrollaron procesos antiburocráticos o que tendían a serlo; esto también lo vimos en el magisterio, con la oposición a la política del sector liderado por Rueda Pacheco.
En este contexto se destacaron dos importantes sectores además del magisterio. Por una parte, las mujeres aglutinadas en la COMO. La mujer trabajadora y del pueblo jugó un rol fundamental en la lucha, como lo atestigua el hecho de que la mayoría de los defensores de las barricadas eran mujeres. De igual forma, la juventud fue un actor de peso en la defensa de la Comuna, y en el enfrentamiento con los sectores conciliadores. Esto demostró el rol de vanguardia que tienden a asumir los sectores mas oprimidos de la clase obrera y el pueblo -como las mujeres y los jóvenes- en los momentos más revolucionarios de la lucha de clases. Esta tendencia que se viene manifestando en la lucha de clases de México (por ejemplo en Atenco y en Pasta de Conchos), es percibida por las instituciones represivas del Estado, y es por ello que ha realizado primeros ensayos de amedrentamiento y terror contra la mujer luchadora, como se vio, por ejemplo, en las calles de San Salvador Atenco.
LOS MÉTODOS DE LUCHA Y LOS ELEMENTOS DE GUERRA CIVIL
La lucha del movimiento de masas oaxaqueño y su Comuna, se basó en la utilización y combinación de métodos radicalizados, poniendo sobre la mesa una tendencia abierta a recuperar formas de lucha “clásicas” del proletariado.
a) En primer lugar, la huelga como método de lucha (en este caso de carácter indefinida) y como base de la verdadera alianza obrera, campesina y popular que se expresó en las calles de Oaxaca. Nos referimos a la huelga del magisterio, pero también a la acción de otros sectores de la clase obrera (como los trabajadores del Seguro Social) que realizaron medidas de lucha (como la huelga) y dos paros “cívicos”.
b) Las movilizaciones de masas, encabezadas por un destacamento de la clase obrera (el magisterio) y por una organización de frente único para la lucha (la APPO). Las mismas, con su gran masividad (marchas de 300.000 personas en una ciudad de 3 millones de habitantes), demostraron el profundo descontento y la existencia de un cisma entre el régimen y la “clase política” respecto al movimiento de masas.
c) El “plantón”, como forma inicial de ocupación del territorio, que luego fue la base del control territorial.
Al calor del proceso, se desplegaron características propias de un proceso abiertamente revolucionario.
d) El surgimiento de una institución de las masas en lucha (la APPO), y el control territorial (cuestiones que ya presentamos párrafos antes), disputando el dominio sobre el centro político, económico y administrativo del estado y poniendo en cuestión quién gobierna.
e) La instalación de cientos de barricadas, rompiendo todo atisbo de legalidad burguesa, y demostrando que el poder territorial se defiende mediante la violencia revolucionaria de masas. La organización de cuerpos de seguridad y de autodefensa, que cuestionaba incipientemente el monopolio de la “seguridad” y de la violencia de clase por parte de las fuerzas del estado.
f) La ocupación de varios medios de comunicación, y su puesta al servicio del movimiento, actuando como organizadores de la resistencia en momentos cruciales de la lucha.
g) Este proceso tuvo su punto culminante en el desarrollo de fuertes elementos de guerra civil entre las clases en pugna. Como dice Trotsky en “Los problemas de la insurrección y de la guerra civil”: “la guerra civil constituye una etapa determinada de la lucha de clases cuando ésta, al romper los márgenes de la legalidad, llega a situarse en el plano del enfrentamiento público y, en cierta medida físico, de las fuerzas en oposición. Concebida de esta manera, la guerra civil abarca las insurrecciones espontáneas determinadas por causas locales, las intervenciones sanguinarias de las hordas contrarrevolucionarias, la huelga general revolucionaria, la insurrección por la toma del poder y el período de liquidación de la tentativas de levantamiento contrarrevolucionario”. Estos elementos de guerra civil se expresaron, en primer lugar, en las acciones de carácter insurreccional del 14 de junio y del 2 de noviembre, donde la vanguardia del movimiento de masas, encabezada por sectores de la clase trabajadora, consiguió dos triunfos militares parciales sobre las fuerzas represivas (que tuvieron que retroceder tácticamente). Los elementos de guerra civil se expresaron también en los grupos paramilitares organizados, en los asesinatos, ejecuciones y desapariciones de activistas, así como en los enfrentamientos y la represión generalizada del 25 de noviembre y los días subsiguientes.
De esta forma, la situación revolucionaria abierta en Oaxaca mostró una clara tendencia a avanzar de un movimiento reivindicativo sectorial (el del magisterio) a una lucha de carácter político y de masas; se inicia como una lucha en los marcos “tradicionales” y se desarrolla trasgrediendo todos los órdenes de la legalidad burguesa; avanzando hacia acciones históricas independientes (como las acciones semi-insurreccionales triunfantes) y el enfrentamiento físico (y militar) con la policía militarizada. Mientas que era necesaria la huelga general estatal para derrotar a URO, las tendencias abiertas y revolucionarias expresadas en esos meses muestran que se trata de que el paro y la huelga avancen a la insurrección, como la vía para imponer el gobierno de los explotados y oprimidos.
LA COMUNA OAXAQUEÑA
Desde mediados de junio -a partir de la primera derrota de las fuerzas represivas- hasta fines de octubre (con la reocupación del centro de Oaxaca por parte de la PFP) surgió y se mantuvo en pie la Comuna de Oaxaca. La definimos así porque se basó en la desaparición efectiva de los poderes burgueses constituidos (como se ve en el hecho de que el gobernador tuvo que abandonar los edificios oficiales) y en la pérdida de control de gran parte de la ciudad por parte de las fuerzas represivas, y porque las masas insurrectas establecieron su control político y administrativo sobre gran parte de la ciudad de Oaxaca a través de la APPO. Es decir, el movimiento de masas liderado por el magisterio estableció un control territorial y en los hechos un poder alternativo a los poderes tradicionales. Este poder alternativo se basó en las barricadas, sostenidas con precarias medidas e instrumentos de autodefensa, y en los cuerpos de seguridad de la APPO.
Al retomar la definición clásica de Comuna (con la que Marx se refirió a la primera experiencia de gobierno obrero de la historia en el París de 1871), no pretendemos sugerir que Oaxaca llegó al nivel de la Comuna de París (que estableció decretos que son un ejemplo para la estrategia de los revolucionarios). Pero sí establecer claramente que asistimos a una avanzadísima experiencia basada en la insurrección de todo el pueblo, el triunfo sobre las fuerzas represivas y en el establecimiento permanente (durante más de cuatro meses) de un embrión de poder alternativo de los trabajadores y los sectores populares. Lo que surgió en Oaxaca fue un embrión de poder revolucionario; el que no haya podido desarrollarse producto de la falta de un programa y una dirección conscientemente revolucionaria no puede negar que su existencia misma estuvo en las antípodas de la legalidad y las instituciones de la burguesía mexicana. Y esto constituye un hito sin precedentes, en los últimos 20 o 30 años de actividad del proletariado latinoamericano y mundial, que exige extraer lecciones estratégicas y programáticas.
Esta Comuna se basó en la existencia de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca. El surgimiento mismo de la APPO, que fungió como dirección política del movimiento de lucha, expresa cómo, al calor de la lucha de clases, el movimiento de masas tiende a poner en pie nuevas organizaciones y organismos que expresan de forma más democrática su voluntad y la tendencia a la unidad de las masas en lucha. Si desde el 14 de junio se hizo firme la tendencia a la unidad obrera y popular tras la demanda de fuera URO, el surgimiento de la APPO fue la expresión organizativa de esto; más de 300 organizaciones, nucleadas en un verdadero frente único de tendencias y organizaciones políticas, sindicales y sociales, con un consejo provisional de alrededor de 200 miembros, y un funcionamiento asambleario para la toma de gran parte de las decisiones. La APPO expresó así la tendencia a una lucha política y de masas contra el gobierno y las instituciones.
LA RESPONSABILIDAD DE LOS SECTORES CONCILIADORES DE LA DIRECCIÓN DE LA APPO
Si la lucha de Oaxaca sufrió una derrota, eso fue también resultado de la política que impusieron sectores conciliadores y reformistas con peso fundamental en la dirección de la APPO.
De junio a octubre era posible desarrollar y fortalecer a la APPO y avanzar en el camino de poner en pie un gobierno de los trabajadores y los campesinos del estado. Eso implicaba, en primer lugar, incorporar al resto de los sectores de la clase obrera del estado (como los trabajadores del turismo, la construcción, PEMEX, electricidad, manufacturas), lo que hubiera permitido controlar los hoteles (sector central al tratarse de una ciudad turística) y otros centros de poder económico, convirtiendo a la APPO en un verdadero organismo de democracia directa de las masas insurrectas, basado en delegados rotativos, revocables y con mandato de las distintas estructuras y sectores de trabajadores y populares participantes en la lucha.
Avanzar en este sentido hubiera convertido a la APPO en un verdadero parlamento de los explotados y oprimidos, dotando también de una representación a las barricadas y destacamentos de autodefensa de la Comuna. Un funcionamiento democrático, no sólo en términos formales (como lo fue la APPO, que funcionaba mediante asambleas), sino también en cuanto a expresar la voluntad del movimiento obrero y popular a través de sus delegados electos y revocables, hubiera sido un mecanismo formidable de control contra los intentos de los sectores más conciliadores de la dirección por imponer una salida desfavorable. Y hubiera permitido que la voz de los sectores conscientes y combativos llegasen a sectores más amplios de las bases obreras y populares.
Transformar a la APPO en la organización del conjunto de los explotados del estado -junto a la convocatoria de una gran huelga general en el conjunto de la entidad- , hubiera allanado el camino para la caída revolucionaria de URO, abriendo la posibilidad de un gobierno provisional de la APPO y las demás organizaciones obreras y campesinas.
Constituir a la APPO en una organización de democracia directa basada en la fuerza de todos los explotados le hubiera dado también la fortaleza necesaria para expulsar a las fuerzas policiales acuarteladas, que actuaron como reserva contra la Comuna, y derrotar a las fuerzas paramilitares que todas las noches amedrentaban y asesinaban activistas en las barricadas. Pero la dirección de la APPO por su carácter pacifista y pactista era opuesta a esta perspectiva, así como a desarrollar milicias de autodefensa y el armamento generalizado de las masas en lucha, que pudiera ser la base efectiva para imponer un gobierno de los trabajadores y el pueblo.
Y es que esta política (que perdió la gran oportunidad de fortalecer al movimiento en su fase ascendente, de junio a octubre), estaba asociada a una estrategia de reforma y democratización de las instituciones del régimen, donde su política, en caso de que URO cayese como resultado de la movilización de las masas, apuntaba a un recambio en los marcos del régimen burgués.
Su política era opuesta a desarrollar la movilización revolucionaria de las masas en todo el estado en una perspectiva de poder para los explotados y oprimidos, negándose además a llamar al paro nacional en solidaridad con Oaxaca. En octubre, esta política se expresó en los llamados a conceder “medidas de distensión” y a acercarse a nuevos pactos y arreglos con el régimen, haciéndose eco del chantaje del gobierno federal, que presionaba con la amenaza de la represión inminente.
Quienes impulsaron esta línea plantearon una política de reforma y democratización profunda de las instituciones, posición que en el Congreso de la APPO se expresó en su propuesta de “que el gobierno federal negocie con la APPO para que se vaya devolviendo poder al gobierno del estado y a cambio de esto se dé un lugar en la legislatura del estado a la APPO”, lo que fue justamente repudiado por una amplia vanguardia combativa. Y, junto a impulsar la propuesta de una dirección permanente (no provisoria), para librarse del control cotidiano de las bases, sostuvieron la línea de convertir a la APPO en una fuerza política “institucional” para integrarla por la vía, por ejemplo, de las elecciones y la participación en puestos de elección popular.
Sin embargo, estos sectores no se limitaron a torpedear la Comuna mediante los intentos de ceder en la mesa de negociación. También fueron los responsables de que no se preparase una efectiva defensa de la ciudad y que, por el contrario, se dejase terreno libre para el regreso de la PFP y, con ella, de URO. Si en los primeros meses evitaron organizar la autodefensa de masas que hubiera permitido derrotar a las bandas paramilitares y los destacamentos policiales acuartelados, ante la ofensiva de la PFP llamaron a la “resistencia pacífica”, a no “caer en provocaciones” y a “entregarle flores” a la PFP. Fue esta política pacifista (asociada a no llamar ni preparar una huelga estatal contra URO ni una movilización y un paro nacional en solidaridad con Oaxaca) la que permitió que las fuerzas represivas retomaran un control parcial de la ciudad, instalando así una cabecera de playa el domingo 29 de octubre. Si se resistió y triunfó en Ciudad Universitaria fue porque, en oposición a lo que querían hacer los líderes de la APPO, Radio Universidad llamó a la resistencia activa y ésta se llevó adelante, demostrando la enorme disposición de una amplia vanguardia de masas (con el respaldo de la mayoría de la población) a la lucha contra el aparato del Estado. Y en contraste, cuando todavía era posible retomar la ofensiva y expulsar a la PFP, estos sectores nuevamente llamaron a depositar confianza en los dichos de la Segob (que aseguraba que URO renunciaría) y en la mediación del Papa (¡!) y de la ONU, mientras peleaban (en el Congreso Constitutivo de la APPO y en las asambleas) para levantar las barricadas. Esta política -impulsada por Nueva Izquierda, vinculada al PRD y liderada por Flavio Sosa y César Mateos y por el stalinista Frente Popular Revolucionario- le permitió al régimen ir “normalizando” la situación en Oaxaca y recuperando su dominio, para lanzar el golpe final sobre la APPO a partir del 20 de noviembre. Bajo una estrategia reformista y una política pacifista, fueron responsables directos de desarmar políticamente a la Comuna oaxaqueña. Y ahora son estos quienes se “deslindan” y condenan por “provocadores” y “ultras” a los sectores que intentaron defender su Comuna el viernes 25 de noviembre.
ESPONTANEIDAD, DIRECCIÓN Y LA CUESTIÓN DEL PODER
En Oaxaca se evidenció una clara recuperación de la subjetividad de un sector del proletariado y las masas, que puede tener impactos benéficos sobre el conjunto de los explotados y oprimidos. Cuando hablamos de recuperación de la subjetividad, nos referimos a los métodos de lucha puestos en juego, a las formas de organización (superando a Sicartsa, donde fue a través del sindicato liderado por el charrismo sindical), y, en el terreno de la conciencia, a la idea -todavía difusa y confusa- de que es posible que los explotados gobiernen su propio destino. Esa idea estaba presente en el imaginario de las masas que defendieron, incluso con su vida, las barricadas que resguardaban y le daban oxígeno a su Comuna.
Esta recuperación de la subjetividad proletaria y de masas se mostró también en la gran espontaneidad demostrada una y otra vez, que fue la base del triunfo parcial sobre la PFP en dos ocasiones. En lo espontáneo se mostró, como decía Lenin, la forma embrionaria de lo consciente. Sin embargo, las masas dieron todo lo posible de sí, sin contar con una dirección revolucionaria, y no pudieron asegurar el triunfo de la lucha de la APPO y de sus reivindicaciones, y que la misma fuera la primera batalla triunfante de una gran movilización y lucha nacional contra el régimen capitalista. La espontaneidad puede dar grandes y heroicas luchas, métodos de acción radicalizados y formas de organización más acordes a la lucha. Pero para desarrollar estas potencialidades, es necesaria la acción de una herramienta política que levante y pelee por una estrategia política y un programa de corte revolucionario, contra lo cual conspiraron los principales actores del régimen de la “alternancia” y los sectores reformistas de la dirección de la APPO.
En Oaxaca se vivió una verdadera crisis revolucionaria, donde lo planteado era: o la caída revolucionaria de URO, que abriese el camino para un gobierno de los explotados y oprimidos, o que la clase dominante y sus sirvientes recuperasen el control político. Para eso era necesario que la APPO se transformase en un verdadero organismo de democracia directa de los explotados y oprimidos que enarbolase un programa obrero y popular, e impulsara una coordinación centralizada de las barricadas, organizando milicias de autodefensa, y tomando todas las medidas necesarias para ello. Esto hubiera permitido impulsar una huelga general de todo el estado que pudiese abrir el camino para una verdadera insurrección triunfante que derribase a URO. En caso de lograrse esto, sin duda se hubiese abierto una lucha política, ya que los sectores pactistas hubiera querido restablecer el régimen burgués, y los revolucionarios y la vanguardia combativa hubiéramos tenido planteado luchar por instaurar un gobierno de la APPO y las demás organizaciones obreras y populares en lucha, para reorganizar el estado en función de los intereses de las grandes mayorías oprimidas y explotadas. Este gobierno, expresión política de la Comuna, debería poner en pie una verdadera Asamblea Constituyente Revolucionaria (es decir, sobre las ruinas del viejo régimen antidemocrático y represor de los Murat, los Carrasco y los URO), donde los trabajadores, los campesinos y los indígenas, junto a todo el pueblo, discutiesen como reorganizar la sociedad. Esto como parte de una lucha nacional de todo el movimiento obrero y popular para acabar con el régimen de la alternancia y los planes de los capitalistas y los terratenientes, abriendo el camino de la segunda revolución mexicana, obrera y socialista.
Hoy, después de la represión y del encarcelamiento de cientos de activistas, es necesario luchar por la libertad de todos los presos políticos y por la más amplia solidaridad nacional e internacional, que permita recomponer las fuerzas del movimiento para retomar la lucha por la caída revolucionaria de Ulises Ruiz y el conjunto de las demandas del movimiento obrero y popular de Oaxaca.
[1] Decimos semi-insurrección para distinguir estas acciones históricas independientes de las masas, que son espontáneas, de la "insurrección como arte", dirigida y organizada por un partido revolucionario de la clase obrera.
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